Se acerca el aniversario 203 de nuestra independencia y, con ello arranca una temporada oportuna para reflexionar sobre las áreas en las que debemos mejorar como país. Un proceso que, en los últimos años, por las numerosas crisis políticas y los golpes que ha recibido nuestra economía, ha sido poco alentador.
Sin embargo, la celebración de las Fiestas Patrias también es una ocasión para estudiar nuestro pasado, para reconocer los retos que hemos enfrentado y aprender de los aciertos y errores cometidos en el camino. Y en el terreno económico, luego de un 2023 para el olvido (nuestra economía se contrajo en 0,6%), recordar que tenemos el potencial y la experiencia para volver a la senda del crecimiento no viene mal.
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Para empezar, hay que recordar que a principios de los noventa difícilmente alguien podía ver con optimismo la situación del Perú. No solo sufríamos la hiperinflación, sino que nuestros talentos elegían emigrar, frente a la falta de oportunidades y la violencia del terrorismo. En ese momento, nadie hubiese imaginado que durante esa década y las dos siguientes la inversión privada crecería en promedio 7,2% anualmente, casi el doble que en los ochenta. Y que esta, además, impulsaría el crecimiento de nuestra economía, que pasó de registrar un promedio de expansión de 0% entre 1979 y 1992 a uno de 4,4% entre 1993 y el 2022; el más alto de la región.
Y esto se tradujo en mejoras concretas en la vida de los peruanos. Por ejemplo, pasamos de tener 60% de pobreza en el 2004 a 20% en el 2019 y, en ese mismo periodo, la clase media casi se multiplicó por dos, al pasar del 21% al 40%.
Es importante señalar que la clave durante esta época de relativa bonanza, más que las medidas concretas impulsadas por el Gobierno y el Congreso, fue el tácito consenso que hubo entre la ciudadanía y nuestras autoridades sobre la importancia de mantener las condiciones para atraer la inversión privada. De hecho, a comienzos de este milenio, la llave de los candidatos a la presidencia para ganar las elecciones fue, en gran parte, comprometerse abiertamente con la ortodoxia y la estabilidad macroeconómica, lo que ayudó a generar cierta estabilidad y predictibilidad para los inversionistas.
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Hoy, a pesar de todo, estas bases se mantienen y, como demuestran las cifras y la historia, tenemos el potencial para volver a crecer como antes. Y eso es bueno. Sin embargo, ¿qué ha cambiado? ¿Por qué, si tenemos la armazón normativa, el crecimiento no nos acompaña? Lo que se ha debilitado con el paso de los años ha sido el consenso al que hacía referencia. Las innumerables crisis políticas, la incapacidad del Estado por traducir el crecimiento en mejores servicios para los peruanos y el clima de desconfianza instalado han tenido un impacto en la credibilidad de nuestras instituciones y en la inversión privada
Pero a pesar de los desafíos que enfrentamos, nuestra historia nos demuestra que somos capaces de superar las adversidades y encontrar el camino hacia el crecimiento y el desarrollo. Solo hace falta que nos volquemos a recuperar ese consenso y a reconstruir la confianza. En este aniversario patrio, celebremos con la certeza de que tenemos las herramientas y la voluntad para construir un futuro próspero. El camino no será fácil, pero se puede volver a lograr. ¡Feliz 28 de julio!