Según el INEI los primeros resultados del Censo 2017 se conocerán en tres meses. (Foto: Arcivh)
Según el INEI los primeros resultados del Censo 2017 se conocerán en tres meses. (Foto: Arcivh)

El censo del domingo tuvo de todo: bueno, malo y, peor aun, delictivo. Una mujer, participante voluntaria, fue violada; otras fueron golpeadas.

Muchas familias no fueron censadas, lo que el jefe del justificó argumentando que Lima había “crecido verticalmente”, sin explicar por qué esas nuevas edificaciones verticales, muchas de más de diez pisos, fueron invisibles al momento de planificarse el censo. A muchos les incomodaron o parecieron inadecuadas algunas preguntas; un activo Farid Matuk, ex jefe del INEI, sostuvo en la televisión que este censo era prácticamente un mamarracho y que no serviría sino para gastar recursos públicos.

Para poner la cereza al pastel, la Universidad César Vallejo –de la cual César Acuña, ex candidato presidencial, es dueño– patrocinó el censo y para ello firmó un contrato por el que le daban la data recogida. Esto enardeció al Partido Aprista, que salió a difundir el tema: acceso a información valiosísima a cambio de stickers para algunas puertas.

Ante ello, , jefe del INEI, presentó su renuncia, la cual fue inmediata y hasta entusiastamente aceptada por la presidenta del Consejo de Ministros.

Conclusión: un hecho que debía ser recordado como uno de gran civismo, fundamental para dirigir las decisiones más importantes del país, es percibido como el gran fracaso y deja serias dudas sobre la utilidad de la información recolectada con tanto esfuerzo. ¿Qué estuvo mal?

Empecemos por la comunicación, que fue tardía, contradictoria e incompleta, como si los propios responsables no supieran lo que hacían. El INEI debió explicar la importancia del censo y, con ejemplos reales, para qué serviría la información. Debió evaluar si se requería o no encerrar a toda la población un domingo, sin dar opción a quienes debían trabajar o ya habían sido censados.

El INEI debió comunicar qué personas participaban en el diseño del mismo, como Richard Webb, quien tiene toda la credibilidad. Se debió colocar la razón de las preguntas controversiales como raza o religión, o sobre quién era “jefe del hogar”. En una sociedad en la cual, cada vez más, los cónyuges aportan y deciden por igual, se debía al menos explicar sobre qué se definía en la respuesta o dar una opción adicional.

Los errores estuvieron también en el trabajo previo: muchos se han quedado sin ser censados y ofrecieron como excusa tonta que no se dio cuenta de que Lima tenía tantos edificios. Como fuere, el malestar demuestra que los peruanos sí queríamos ser parte de la estadística.

Hubo errores –con consecuencias lamentables– en la capacitación y seguridad de quienes censaban: los voluntarios no debieron ingresar a las viviendas.

Las lecciones han sido duras. Habrá sanciones y cambios. También daños irreparables. Pero aún tendremos que esperar para saber lo más importante: ¿la información recogida es confiable, valiosa y está completa?, ¿permitirá conocernos mejor y planificar mejor?, ¿dará pie a mejores decisiones? Alguien tendrá que darle esta explicación al país.

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