
Uno puede concluir que las sociedades tienen un poder aglutinador a lo largo de los siglos. No se trata solo de las ideologías, de las religiones o de los nacionalismos. Estas fuerzas han tenido una influencia, pero no son las únicas. Según el último libro de Kelsey McKinney (“Esto no te lo he dicho yo”, en la traducción) el bien preciado de una comunidad, aquèllo que la une y la afirma, es la historia secreta de las personas, es decir el chisme. La palabra, un derivado del griego “schisma”, es decir escisión o separación, aparecía ya en Sapiens, el famoso libro de Harari. Segùn el historiador israelì, la superioridad de los Sapiens sobre otras antiguas especies humanas se debe a su capacidad por realizar un trabajo colectivo basado en su desarrollo del lenguaje. Pero el lenguaje no se usaba solo cono instrumento de registro o de contabilidad. Era mas bien un conductor del “chismorreo” entre los habitantes de la comunidad. Ese chismorreo, que por entonces debia traducirse en què era lo que ocurrìa en la vida secreta en algún árbol o en un recodo del bosque africano, era un vìnculo de unión. En otras palabras, el desarrollo continuo del chisme es el motor de la historia social.
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McKinney dice en su libro que el chisme le da sentido a lo que ocurre. Una vez que nos enteramos de algún aspecto de la historia secreta de alguien, nos explicamos su conducta pública. Si el presidente de un país es un satrapa, se debe a las palizas que le pegaba su padre. Si una actriz se desmaya en el escenario, se debe a que sufría de problemas de nutrición causados por una educación puritana. ¿No influyeron los y las amantes en las decisiones de los grandes políticos de la historia? ¿Tuvo un romance la reina Victoria con su joven asistente Abdul Karim? ¿No explicarìa ese hecho su política en los últimos años? Se comenta que Karim, de origen hindù, le preparò un pollo al curry con dal y pilaf. Desde entonces èl siempre estuvo con ella en el comedor, desatando los prejuicios racistas y clasistas de la corte. Cuando la reina murió, el joven hindù fue despachado a la India de inmediato. Por otro lado, habrìa que pensar en lo que hubiera sido de las campañas de Frank y Eleanor Roosevelt sin la vida secreta que llevaban. Lo mismo ocurre con las desatadas aventuras del rey Juan Carlos.
Los chismes no tienen fecha. Pueden descubrirse en cualquier momento. Hace unos años un amigo historiador me contó un chisme de màs de un siglo antes. Habìa leído una biografía y me revelò: “¿No sabes la última? Sissi fue amante del rey Ludwig de Baviera?” Pues muy bien. Nunca es tarde para saber.
En Lima, el chisme reina incluso desde antes que se convirtió en una respuesta a los silencios del poder virreynal. Los centros de trabajo, las familias, las instituciones tienen un correo de chismes permanente. Ciertos diarios abundan en los chismes de amores y reconciliaciones de actrices y actores, futbolistas y vedettes. En Lima hay dos lemas contradictorios que nos aglutinan. Uno es “Nadie sabe lo de nadie”. El otro lo refuta. “Al final todo se sabe.” Ambos son ciertos en la ciudad del rìo que hablador. Se hace explotar una bomba aparentando poner un antìdoto que se parece al título de McKinley. “Que quede entre nosotros.” Un pedido inútil pero necesario.

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