Tengan paciencia pues la frescura viene incluida: los alfajores se preparan cuando los piden. (Foto: Paola Miglio / El Comercio)
Tengan paciencia pues la frescura viene incluida: los alfajores se preparan cuando los piden. (Foto: Paola Miglio / El Comercio)
Paola Miglio

Los prestiños huanuqueños tienen su historia. Aquellas rosquillas hechas de las yemas que supuestamente sobraron de la construcción del puente Calicanto, hecho de piedra de canto rodado y una mezcla de cal, arena y claras de huevo. Lo que no se usó se fue para la cocina, aquellas yemas amarillas de huevos de corral, como dice la receta original que recopila Ángel Rodrigues Pasapera en el libro dirigido por Isabel Álvarez, “, cocina tradicional confrontada con la modernidad”. La misma lleva además harina de trigo y luego de la elaboración de la masa, esta se fríe en aceite hirviendo y se encaramela con azúcar blanca disuelta en agua caliente. La versión más fiel de este dulce que hemos encontrado en Lima la recrea Milagros Huamán Lu en Fausta. Crujientes y dulces, sus prestiños pueden ser adictivos, así que mídanse con la compra. Esto se repite con los alfajores y los guargüeros moqueguanos. Los primeros de masa animada con pecanas y sal de Maras: ese punto de sal es clave para balancear el intenso y sedoso manjar de olla que también sirve de relleno para unos guargüeros vaporosos y frágiles.

Resulta encantador que Huamán Lu se haya dedicado al rescate de aquellas facturas que por tiempo u olvido no incluimos en nuestro repertorio. Resulta inteligente que haya sabido equilibrar la balanza y acercarse también a postres más del día a día, reclamados por una audiencia que se acomoda ante lo fácil y se deja impresionar con lo voluptuoso. Sus hechuras, sin embargo, adquieren un toque de singularidad que las distingue del resto y acusa un esfuerzo extra para diferenciarse de la oferta más comercial. Su torta de zanahoria no lleva relleno interior y se plantea húmeda y sustanciosa; su torta de chocolate al 55% de cacao es contundente y se baña de un extra fudge que se distancia de las versiones más espesas y se convierte casi en una salsa abundante y no tan empalagosa. Otra indulgencia a la que estar alerta: una torta de pecanas bañada de manjar blanco que no llega a ser un turrón, pero cuya concentración de ingredientes hace que se asemeje a uno.

Si bien faltan algunos ajustes en las galletas o en la torta balanquiroja o red velvet (no pueden asentarse tanto y acercarse a la sequedad); en la novedosa propuesta de torta de king kong, que a pesar de su generosidad no alcanza la salsa para humedecer la porción lo necesario; o los macarrones que suelen jugar malas pasadas en esta tierra limeña tan cerca del mar; Fausta plantea una propuesta balanceada de media tarde casera, de antojo mañanero o cierre de día dulcero, que ha resultado un cariño sabroso para el barrio y un salvavidas del buen hacer para los celíacos y diabéticos: sus postres se producen con el mismo cuidado y relevancia, y la oferta se amplía cuando se sabe que los pueden ordenar con anticipación. Un detalle, tengan paciencia pues la frescura viene incluida: los alfajores se preparan cuando los piden, delante de ustedes, como para que no quepan dudas ni murmuraciones.

Más información

Tipo de restaurante: pastelería casera. Dirección: calle Gral. Mendiburu 738, Miraflores. Horario: de lunes a sábado, de 10 a.m. a 8 p.m., y domingo de 11 a.m. a 6 p.m. Estacionamiento: puerta calle. Carta de bebidas: café, infusiones y agua. Precios promedio por persona (sin bebidas): alfajores desde S/2 y porciones de torta desde S/ 10.

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