Carlos J. Vega protagoniza nueva cinta nacional (Foto: Difusión)
Carlos J. Vega protagoniza nueva cinta nacional (Foto: Difusión)
Sebastián Pimentel

Películas de no hay muchas. De hecho, han pasado ya seis o siete años desde el estreno de “Y si te vi, no me acuerdo” (del director Miguel Barreda, 2011), en su momento publicitada como la primera ‘road movie’ hecha en el Perú. Será Gustavo Saavedra –a quien conocíamos como asistente de realización en “La teta asustada” (Claudia Llosa, 2009) y en “Contracorriente” (Javier Fuentes-León, 2009)– quien retome el género al dirigir este filme ambientado en parajes de La Libertad y Cajamarca.

Las ‘road movies’ se estructuran a partir del tema del viaje, pero lo interesante está en que este no solo pautea el conocimiento de la realidad, sino que termina por detonar el autodescubrimiento del protagonista. Por ello, estas películas están llenas de un aliento romántico que tiene que ver con una liberación personal. Este aspecto está presente en películas icónicas como la hippie “Easy Rider” (Dennis Hopper, 1969) o “Un mundo perfecto” (1993), obra maestra de Clint Eastwood.

En “El abuelo”, este autodescubrimiento se pretende múltiple. Y tiene que ver con el viaje en automóvil que realizan, desde Lima, el anciano Crisóstomo (Carlos Vega), su hijo Alfonso (Javier Valdés) y sus nietos Santiago (Rómulo Assereto) y José María (Sebastián Rubio). Se trata de una vuelta a los orígenes: Crisóstomo, ya viudo, pretende reencontrase con su pueblo natal de la sierra. Las claves argumentales recaen en que los distintos episodios de la aventura revelan más de un secreto familiar.

Pero no se piense que “El abuelo” es un filme adusto. Saavedra ha insuflado el relato de un humor blanco que se quiere más visual que verbal. El cromatismo luminoso y cálido de los paisajes es parte de un tono general amable, burlón, en consonancia con la naturaleza irrisoria de los personajes llenos de desencuentros, despistes y torpezas. Más de una vez vemos a los cuatro personajes orinar al pie de la carretera en una especie de orden coreográfico, con la música circense de Nicolás Wangeman.

Una posible influencia de este tono paródico viene del director estadounidense Wes Anderson, con sus antihéroes que rozan la caricatura y el ‘clown’: por lo general, odas a una juventud incomprendida en medio de atmósferas adultas enrarecidas, con un humor físico que recuerda los mundos de juguetería de Jacques Tati. Sin embargo, en “El abuelo” este lenguaje no se consuma en un universo propio y se extravía en un ensayo sentimental bastante errático, a medio hacer de un melodrama común y corriente.

“El abuelo”, con sus destapes tardíos y crepusculares de amores perdidos, con las confrontaciones fraternales entre un hermano depresivo (Assereto) y otro de ínfulas artísticas que juega a ser cineasta (Rubio), con los reclamos desgarrados del padre de familia (Valdez), no hace más que extraviarse. En lugar de concentrarse en las relaciones familiares, las esboza sin pasión ni curiosidad, estropeando su tensión dramática. Como si a Saavedra le interesaran mucho más los paisajes de postal, sus cielos y su pintoresquismo.

Para resumir: lo que “El abuelo” gana en un esplendor audiovisual que embelesa, lo pierde en su flojera para describir tramados psicológicos. La afectación de los estallidos de furia y recriminación, por ejemplo, es a veces tan abrupta que es casi ridícula. Hacia la mitad del filme, las criaturas de Saavedra ya se han vuelto unidimensionales, rígidas, casi robóticas. El autodescubrimiento que suscita el viaje termina por ser una impostura, un frío artificio sin vida.

AL DETALLE
Puntaje: 1.5 / 5
Género: comedia, drama.
Países y año: Perú y Colombia, 2018.
Director: Gustavo Saavedra.
Actores: Carlos Vega, Patricia Portocarrero, Javier Valdés, Rómulo Assereto, Sebastián Rubio.

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