Mezcla de ficción, testimonio generacional y tratado filosófico sobre la imagen, “Videofilia y otros síndromes virales” es la historia de los jóvenes Luz (Muki Sabogal) y Junior (Ter Om), pareja que encarna un pacto casi suicida con los nuevos medios de comunicación: pornografía amateur, drogas y mucho morbo van, como por un flujo sanguíneo, de las pantallas al cerebro. Y viceversa. Un mundo real que no deja de ser virtual.
Junior representa el sometimiento total a la pulsión por el sexo hecho fetiche, hecho imagen. Luz, en cambio, es algo reflexiva, más en dominio de sí, pero igual de perdida que Junior. Ambos saben que nada es real en el mundo de simulacros que ellos mismos han decidido ser o representar.
Con cámaras caseras reptando por cuerpos y habitaciones desangeladas, tomadas como en un precario documental, la convulsión visual y sonora acontece gracias a interrupciones o fallas digitales (la estética del ‘glitch’). El montaje atrapa a sus personajes, y a nosotros con ellos, en una vorágine que abarca, desde videojuegos violentos y ruidosos, hasta la máscara apocalíptica de Anonymous.
Héroes de un desclasamiento urbano muy limeño, especie de burguesía derruida que hace de la vida un ritual masturbatorio y cínico, Luz y Junior son vistos por Molero sin enjuiciamientos edificantes. De hecho, lo más interesante de “Videofilia” está en esa mirada casi piadosa del director, frente a esas dos almas vaciadas, dedicadas a expiar su propia celebración de la intensidad sensorial en una especie de éxtasis agónico que no logra el opio ni la cocaína, sino el Internet, el chat y el registro videofílico.
Está claro que Molero prefiere un cine de guerrilla. Uno que rete al espectador a asumir otras reglas. Más que una intriga, una narración clara o de bellezas asépticas al estilo de Hollywood, “Videofilia” es una especie de inmersión chocante en un torrente de imágenes descarnadas, interrumpidas, fragmentarias, almacenadas y rehechas por los propios personajes, siempre a medio camino entre el sonambulismo y la histeria.
Sin embargo, Molero sabe, también, que esa escritura del subdesarrollo no solo está marcada por los predios latinoamericanos –que son los suyos–, sino también por el píxel. Su sintaxis está hecha de una impureza que también es la digital. Una secuencia, especie de sesión chamánica en las alturas de una huaca, da fe de ello. El rostro de Luz se carcome por una textura digital invasora, chorros pictóricos-virtuales que también son los de su mente agotada, desesperada, sumida en el vértigo de la disgregación, de la implosión pulsional.
La excelente “Reminiscencias” (2010), anterior trabajo de Molero, fue una película sobre la memoria y la construcción de una biografía personal a través de las imágenes de video guardadas por su familia. Un filme sobre la creación de sí mismo como entidad espiritual. “Videofilia”, por el contrario, es el lado oscuro de “Reminiscencias”. Como si Proust hubiera devenido en Sade, Molero, de la mano de Luz y Junior, lleva al extremo ese nihilismo glandular, esa hipnosis esclavizante asumida como nueva utopía de lo bajo.
Esta es una versión extendida de “Videofilia”. Con varios minutos adicionales y sin que haya podido ver la primera versión –ganadora del primer premio en Róterdam–, la percibo por momentos algo redundante respecto a algunas de sus ideas. Sin embargo, poco importa. Sus hallazgos hacen que este filme sea, en sí mismo, un verdadero reto cinematográfico. Su búsqueda por llevar al límite los poderes de la imagen y la reflexión sobre esos poderes no debe pasar desapercibida.
LA FICHA
“Videofilia y otros síndromes virales”
Género: Drama.
País y año: Perú, 2015.
Director: Daniel Molero.
Actores: Muki Sabogal, Ter Om, Tilsa Otta, Manuel Siles.