En pocas semanas habrán transcurrido tres años desde que un funcionario de la Municipalidad de Lima popularizara la frase “No se cayó, se desplomó” en su intento por negar el hecho de que un puente construido por esa comuna colapsó tras el embate del fenómeno de El Niño, en el 2017. Indignó, motivó la creación de varios memes y fue el centro de diversas discusiones durante varios días, pero con el tiempo el tema fue pasando al olvido.
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Aunque también hemos dejado de lado la existencia de las rutas prehispánicas que mantuvieron comunicado al Tahuantinsuyo, estas construcciones han sobrevivido al paso del tiempo, a diferencia de muchas otras que en la actualidad se jactan de haber sido elaboradas bajo los más altos estándares de calidad. Ante este escenario, es más que válida la pregunta: ¿acaso la tecnología del siglo XXI no ha logrado superar a la que usaron nuestros antepasados?
POSIBLES ORÍGENES
Un primer acercamiento a aquella respuesta se puede encontrar en el libro del geógrafo Bernardo Nieuwland Venero, autor de “El Camino Inca de Lima” (Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres). Este texto no solo se enfoca en describir la ruta construida entre Xauxa (Jauja) y Pachacámac, una de los cientos de vías que conforman lo que conocemos como Qhapaq Ñan, sino que también explora las diversas técnicas de construcción empleadas en diversos tramos, así como las motivaciones sociales, políticas y religiosas que propiciaron la elaboración de este camino.
“Las primeras pistas aparecen en el ‘Manuscrito de Huarochirí’ –texto escrito en quechua a finales del siglo XVI–, donde entre sus historias encontramos la encomienda del dios Pariacaca a su hijo Huatiacuri de ofrecerle los cocales de las zonas de Chontay, Sisicaya, Cochahuayco, entre otros que en la actualidad han variado de nombre”, dice el autor. Dichas zonas de cultivo, que todavía existen en la actualidad, se encuentran junto al camino descrito en el libro, el mismo que une los santuarios ofrecidos a la deidad mencionada y al dios Pachacámac, cuyo templo se encuentra al sur de nuestra capital.
“Las crónicas de Cieza de León mencionan que Hatun Xauxa –hoy Jauja– era la segunda ciudad más grande e impresionante del Tahuantinsuyo. Era una zona muy codiciada no solo por su productividad, sino también porque contaba con miles de colpas, estructuras de piedra ubicadas en las alturas que servían como refrigeradoras de la época. En la actualidad se conservan alrededor de dos mil de estas en los cerros que bordean Jauja”, señala Nieuwland. Según el autor, este hecho habría sido una de las principales motivaciones que generaron que se pusiera especial atención en la construcción de esta vía.
PASO A PASO
El libro se encuentra dividido en 11 capítulos en los que tramo a tramo se va describiendo la travesía por estos caminos. Con la ayuda de información que sería de gran utilidad para cualquier aventurero, el autor también describe en detalle lo diferentes que son las construcciones en cada trecho. Uno de los ejemplos más resaltantes es el camino construido entre lo que hoy son las comunidades de Nieve Nieve y Chontay, en la afueras de Lima, las cuales estuvieron incomunicadas luego de que uno de los huaicos a consecuencia del fenómeno de El Niño, en el 2017, arrasara el puente que utilizaban. “Durante aquellos días, los pobladores usaron el Camino Inca que ha resistido el embate de diversos fenómenos”, dice el autor.
Las imágenes presentadas en el libro muestran un camino construido sobre un muro de contención elaborado a partir de piedras muy pequeñas que fueron ubicadas de tal forma que encajaran una con otra. “Es importante señalar que estas edificaciones fueron construidas pensando en personas y animales de carga y no en enormes vehículos como los que contamos ahora; sin embargo, uno puede constatar que cada tramo ha sido pensado de manera distinta, pues nuestros antepasados fueron adaptando los métodos a partir de la vegetación y la presencia de diversos minerales que aparecían en cada tramo”, agrega el autor a este Diario.
LA HISTORIA DE SIEMPRE
La lectura del libro está acompañada por mapas que trazan el camino recorrido por el autor y el estado en que se encuentra. Muchos puntos forman parte de la actual Carretera Central, algunos han desaparecido, mientras que otros todavía ostentan su importancia como en el santuario de Pachacámac. Ahí el visitante puede toparse con un tramo resguardado por paredes altas que conservan trazos que los antiguos viajantes elaboraron.
“A diferencia de la zona de Lurín, donde el camino se nota que ha sido muy bien armado, en el Rímac uno encuentra que casi todo está destruido. Uno creería que es por intervención actual, pero yo pienso que los ichmas del valle del Lurín tuvieron mejores gobernantes. Tenían una mejor administración. Así como ahora, nos topamos con la marca que es capaz de dejar la política”, sentencia el autor.
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