“Archivo expiatorio” - Luis Jochamowitz. (Foto: Difusión)
“Archivo expiatorio” - Luis Jochamowitz. (Foto: Difusión)
José Carlos Yrigoyen

Afirmaba Thomas Carlyle que la biografía de los grandes hombres es la historia de las naciones. (Lima, 1953), uno de nuestros más destacados periodistas y cronistas, discrepa cordialmente del filósofo escocés. O al menos eso se infiere tras la lectura de “Archivo expiatorio”, recopilación de sus columnas publicadas en “Caretas” bajo el mismo nombre.

Son textos escritos con inteligencia y amenidad, caracterizados por una investigación que no descansa hasta rescatar el dato sorprendente o revelador que ocultan las pequeñas historias de pequeños hombres. En eso reside lo mejor de esta cosecha. Su retrato de Pedro Cordero y Velarde –demente callejero que, ataviado con levita y sombrero de copa, se proclamaba el verdadero presidente del Perú– consigue ser irónico, conmovedor y respetuoso a la vez, además de erigirse como fábula acerca de la locura purificadora que irrumpe y vence en el baluarte de la suciedad política.

Otra hazaña de Jochamowitz es sacarle brillo a un personaje tan opaco como el padre Salomón Bolo, ardoroso sacerdote comunista de los años sesenta y frustrado candidato vicepresidencial. Sin dorar sus connotados defectos y falencias, lo transforma en un ser abnegado y quijotesco que libraba sus batallas a través de larguísimas cartas, enviadas durante décadas a distintos semanarios y en las que se peleaba con todo el mundo, incluyendo las revistas que toleraban publicarlo. Asimismo, delinea con seguro trazo la huidiza figura de Friedrich Schwend, nuestro nazi particular aposentado a lo largo de treinta años en una casona de la Carretera Central. El mérito de Jochamowitz no es traer de vuelta a esos fantasmas que se ha tragado el tiempo, sino reflejar, por medio de la rigurosa auscultación de sus mínimas existencias, la historia grande del Perú contemporáneo, sometida al peculiar prisma de estas breves estampas.

El “Archivo expiatorio” no solamente se dedica a repasar la vida y obra de estos seres que rozan el anonimato. También desentrañan el lado B de nuestros representantes más conspicuos de la política y la cultura. Es ahí donde el aguzado olfato periodístico de Jochamowitz demuestra su puntería y extrae del insondable pozo de las hemerotecas multitud de encuentros y desencuentros que nos regalan una mirada distinta a la faceta privada de Haya de la Torre, a la inquieta juventud de Manuel Ulloa o a los años en que Marco Aurelio Denegri era acusado de pornógrafo. Quizá en algunos casos estos perfiles llueven sobre mojado (como el que aborda el golpe de Estado de 1962 o el del accidentado segundo matrimonio católico del presidente Prado); en otros, sin embargo, se impone la capacidad para el hallazgo feliz en el rincón más insospechado de la noticia. Así regresa a nosotros la entrevista que un joven y todavía inédito José Watanabe realiza al antipoeta Nicanor Parra en su visita a Lima en 1966. El bisoño estudiante peruano y el último vanguardista latinoamericano se enfrascan en una conversación que hace de la poesía motivo excluyente y desacralizado, permitiéndole a Parra confesiones surrealistas como esta: “yo soy una ameba gigante que se nutre de todo lo que encuentra a su paso”. Pura luz, en suma.

Jochamowitz se enfrenta en estas columnas a la tentación del costumbrismo, al regodeo en la anécdota por sí misma, al paternalismo de quien examina a los segregados por la grandeza o la cínica autopsia del caído en desgracia. Casi siempre sale airoso. Sus aliados son una prosa elegante y resuelta, la reflexión incisiva que acompaña sus descubrimientos y, especialmente, el punto de vista que integra con naturalidad estos fragmentos diversos al horizonte de la Historia, esa con mayúsculas, la que detrás de su solemne talante ofrece una risueña sorpresa donde menos esperamos.

DATO

4/5

Autor: Luis Jochamowitz.

Editorial: Planeta.

Año: 2019.

Páginas: 240.

Relación con el autor: conocidos.

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