La autora española escribió 4.000 novelas y millares de relatos; vendió 400 millones de libros. (Foto: EFE).
Corín Tellado
Czar Gutiérrez

La mató el corazón. A la escritora que más había auscultado sus estrías, se le acabó el pulso un 11 de abril del 2009 en su casa de Gijón. Tenía 82 años y dejaba unos números monstruosos: cinco mil títulos escritos, ochocientos registros con IBSN, 4.700 libros catalogados en la Biblioteca Nacional de España y cuatrocientos millones de ejemplares vendidos en 63 años de duelo con el teclado. Porque María del Socorro Tellado López (a) 'Socorrín' no solo mataba papeles sino máquinas de escribir. "No me duran más de dos años", decía. "Escribo 40 folios diarios y trabajo diez horas".

Así desde que tenía 19 años, cuando publicó su primer relato, hasta sus últimos días, dictándole a su nuera porque ella estaba mal del corazón. Y casi ciega. Pero su imaginación era un incesante motor: 200 páginas por semana. Y una fortuna de 600 millones de euros, dinero más que suficiente para alimentar de por vida a ejércitos enteros de intelectuales despectivos con su obra. "Era una fabuladora nata, sin una gran formación pero con una intuición romántica que iba al compás de los tiempos. Una literatura menor y popular, sin pretensiones intelectuales, dirigida a un público humilde y poco informado", declaró Vargas Llosa cuando murió, al tiempo de reconocer que no la había leído.

ALTA PUREZA
​Previsiblemente, años antes Tellado había dicho que el peruano era "un aprendiz que va por buen camino". Y de García Márquez, "ese no me convence". Actuaba en defensa propia, sin duda, tratándose de un ícono ubicado exactamente en las antípodas de la llamada "alta cultura". Esto es, un sistema narrativo tan formuleico que lo propio era aquilatarlo en su exacta dimensión, atendiendo a las leyes inmutables de la novela rosa: la protagonista es joven, delgada, universitaria, de clase alta. Es sincera, dulce, callada, inocente, bondadosa, ingenua y pura. Transita entre la universidad y el hogar, donde atiende al marido banquero, industrial o naviero. Que siempre es guapo, alto, rico, inteligente y está muy enamorado de ella, depositaria del eterno femenino y custodia del tesoro moral.

Ocurre también que la censura franquista obligó a la autora a refugiarse en el eufemismo, especialmente para lo sexual. La cama era 'el lecho', el sexo era 'la entrega', gemir era 'respirar ampliamente'. Estaba prohibido describir acciones pecaminosas y prendas como el calzoncillo. Un censor prohibió una novela donde la protagonista hacía gimnasia en la mañana: "la mujer española al levantarse de la cama, reza". Los divorcios estaban prohibidos, así como los amoríos de curas y militares. Pese a lo cual Tellado se permitía pequeñas subverciones femeninas: llevar el pelo corto, fumar, manejar auto.

Por su admirable capacidad de simulación, Cabrera Infante, corrector de "Vanidades" en La Habana, le llamó "la pornógrafa inocente". Pero, en general, su cerebro era una fábrica de sueños cuya función modeladora atendía los códigos simbólicos de la sociedad de su época, esa hagiografía que se rubricaba siempre con el matrimonio. Por eso allí terminan esos textos, cuando comienza la vida 'verdadera'. Así, el lector podía respirar tranquilo de principio a fin, seguro de que ningún atributo de la femineidad entraría en cuestión: el amor verdadero era el ancla para atravesar mares procelosos y llegar al oasis de un hogar sin nubes.

VOLVERÉ Y SERÉ MILLONES
​Pero la verdadera subversión de Corín Tellado estaba en ella misma: mujer separada, independiente y dueña de un éxito tan arrollador que hizo prescindible la tutela de un marido, que cuando estuvo ni siquiera fue funcional. La reina de corazones se casó de negro y nunca conoció el amor. Madre soltera y con dos hijos, se manejó con aplomo en un mundo editorial gobernado por hombres. Bruguera la tuvo presa durante 17 años escribiendo en exclusividad. Cuando se desligó, cedió a la presión audiovisual incursionando en cine, televisión y en un formato precursoramente multimedia donde nunca encajó: la fotonovela.

Nadie escribe como ella, pero sus replicantes administran el imperio Harlequín Ibérica, que tiene 50 millones de lectores cautivos y vende 160 millones de libros al año en Latinoamérica. La Asociación de Autoras Románticas de España (ADARDE) preserva su legado. Diversificando la trama, Isabel Allende tomó una posta que cultivan españolas como Emma Cohen y Consuelo Mariño. Pero las estrellas del género son dos y gobiernan los charts del New York Times y el Publisher Weekly: Norah Roberts, que superó los 400 millones, y Danielle Steel, con estratosféricos mil millones vendidos. Aunque lo más interesante es la mutación del género hacia la la Chick-lit anglosajona, ficción postfeminista con clásicos tipo "El diario de Bridget Jones", "Sexo en la ciudad" y "El diablo viste de Prada".

Pero quien señaló el camino fue Corín, ametrallando con su famosa Olivetti desde las 5 de la madrugada. Con un café y un paquete de cigarrillos mentolados. En 1979 adoptó el seudónimo de Ada Miller para publicar 26 novelas eróticas de bolsillo. Atacó la novela larga con su trilogía sobre España en tránsito a la democracia. "He sacrificado mi vida a la literatura. Me hice daño a mí misma. Pero dejaré de escribir cuando mi cabeza caiga sobre la máquina, yo no me rindo", dijo. Y lo cumplió. Por eso la historia dice que, en cuestión de millones, solo Cervantes y La Biblia pudieron superarla.

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