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“La inseguridad puede impulsarte a ser mejor”: habla Iván Ayón, el tenor peruano de talla mundial
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A los 32 años, Iván Ayón Rivas sigue afinando algo más que su voz. Ajusta, también, su manera de estar en el mundo. Nacido en Piura y formado entre serenatas, conservatorios y escenarios europeos, el tenor peruano que conquistó el primer lugar del Concurso Operalia —creado por Plácido Domingo— vive hoy un momento de plenitud profesional. Pero al escucharlo hablar, uno entiende que su éxito no se mide solo en aplausos: también en la calma con que aprendió a convivir entre lo bueno y lo malo.
“Hay una soledad muy particular al dejar de cantar. Cuando terminas una función y llegas al hotel, sientes el vacío. Has dado tanto, has abierto tanto el corazón, que quedas vacío por dentro. Aunque estés acompañado, el alma sigue en otro lugar. Pero es una soledad buena, necesaria. Te recuerda que eres humano”, menciona el artista.
Nos recibe en el Teatro Municipal de Lima. Nos cuenta experiencias paranormales —apariciones, sombras en el escenario, una niña caminando por los palcos. La jerga norteña lo sigue acompañando, así como una ligera entonación italiana en sus palabras. Aunque de Italia recuerda a uno de sus maestros con cariño, también llegan a él memorias de sus días más difíciles.
“Pasaba delante de los restaurantes sin un solo duro. Veía a la gente comer y me sentía mal. Ahora, cada vez que el hueco del estómago me reclama hambre, vienen a mí esos recuerdos. Se me nubla la memoria y siento que no me encuentro a mí, sino al hambre de aquellos días”, confiesa Ayón Rivas.
El momento clave
Antes de volcarse de lleno a la ópera, pensó en mudarse a México para dedicarse al mariachi profesionalmente. Creció rodeado de guitarras, trompetas y voces de mariachi; su padre era músico, y desde los cuatro años él ya cantaba con público. Antes de llegar a la ópera, pensó en dedicarse por completo a la música mexicana. En 2013, incluso, planeó mudarse a México, hasta que una maestra —María Luisa Aguirre— lo convenció de tomar otro rumbo: el del canto lírico.
En sus días no escucha ópera, no es su género predilecto, en su lugar se concentra en buscar canciones que muestren el gran espectro vocal de los intérpretes — a quienes diferencia con rigor de los cantantes—, aunque durante estos últimos tiempos una idea más apremiante mantiene su atención: “Estoy en un momento complicado de mi carrera. Si no cumplo con las expectativas en este punto, puedo ser fácilmente olvidado”
Aún con esa idea rondando, así como un síndrome del impostor que lo acompaña, Ayón Rivas se mantiene sereno en el escenario. Con muchos años lidiando consigo mismo, aprendió a mirar ese temor como un motor. “La inseguridad puede impulsarte a ser mejor”. Mientras tanto, su calendario no se detiene. En los próximos meses, se presentará en The Royal Opera House de Londres, en Zúrich y otros grandes escenarios donde interpretará roles clásicos que domina tras años de perfeccionamiento.
Entre giras y aeropuertos, Ayón Rivas siempre vuelve al Perú. Lo hace para respirar sin la presión de una carrera internacional: llama a los amigos de estudios, visita a los profesores que lo marcaron y, junto a su padre, maneja por la ciudad sin rumbo, observando cómo los lugares de su niñez cambiaron. El ruido del tráfico, los vendedores ambulantes, el olor del cebiche al mediodía: todo parece devolverle una calma que ningún teatro europeo puede ofrecerle. “Soy una persona normal”, insiste. “Pero para cantar hay que haber vivido mucho. El artista no interpreta con la cabeza, sino con lo aprendido. Interpretar es recordar. Y yo sigo recordando”, concluye.
Lugar: Teatro Municipal de Lima
Fecha: 22 de octubre
Horario: 8:00 p.m.
Entradas disponibles en Ticketmaster.











