Sintió que el aire le faltaba, que el pecho se le comprimía, y de repente un zumbido ensordecedor llenó sus oídos antes de que la oscuridad lo envolviera. En ese momento, como un destello fugaz, escenas de su niñez pasaron frente a sus ojos. Vio a su padre trabajando en su sastrería, mientras él, un niño pequeño, tiraba de la falda de su madre, rogándole que lo cargara y lo llevara frente al espejo. Luego, se vio tambaleando en sus primeros pasos, cayendo y levantándose, y a sus hermanos riéndose mientras lo encerraban en un baúl para asustarlo.
Esos recuerdos entrañables y vívidos fueron interrumpidos por la aparición de una figura desconocida, envuelta en una luz tan brillante que casi lo cegaba. Fue entonces cuando Pablo Villanueva ‘Melcochita’ (Lima, 1936) recuperó la conciencia. “Esa figura era mi alma. Si desaparecía, yo habría muerto”, refiere, convencido, el humorista.
El 28 de septiembre último, Melcochita fue internado de emergencia en el Hospital Edgardo Rebagliati tras sufrir serias complicaciones de salud provocadas por influenza H1N1, neumonía, hiperglucemia e hipertensión.
“Después de mi cumpleaños, el 17 de septiembre, grabé un videoclip de una canción urbana en Cieneguilla. Me quité la camisa y parece que el aire frío me afectó. Llegué a casa sintiéndome mal. Tenía una presentación programada para el 19 en Huánuco, pero no pude ir. Damián Ode me advirtió que, si iba, tal vez no regresaría. Ya tenía problemas para respirar”, recuerda.
Luego de siete días internado, finalmente fue dado de alta. Ahora se recupera en su departamento en Chorrillos, rodeado del cariño de su familia y del apoyo incondicional de sus fans, quienes, en los momentos más críticos en la salud del humorista, no dejaron de enviarle sus oraciones y buenos deseos.
“Pasé días muy difíciles, realmente duros, pero también fue conmovedor ver cómo la gente se preocupaba por mí. Oraban, me mandaban mensajes llenos de cariño, diciéndome que soy eterno, que viviré por siempre, que nunca me muera. Aunque también hubo quienes me dieron por muerto, llamaron a Monserrat (su esposa) para darle el pésame”, cuenta con una mezcla de asombro y reflexión sobre lo cerca que estuvo de la muerte
“Más de una vez he estado al borde, pero no le temo porque no le he hecho daño a nadie. Todos somos mortales, y cuando llegue la hora, simplemente hay que aceptarlo”, asegura con serenidad.
Comediante y sonero
Melcochita nació y creció en Manco Cápac, en La Victoria, donde desde pequeño ya mostraba su pasión por la música. Al llegar a la mayoría de edad formó, junto a sus hermanos, el grupo Son Cubillas. En 1969, su talento lo llevó a grabar las voces del tercer LP de la legendaria banda Los York’s, con quienes ya había colaborado en coros e instrumentos. Ese mismo año, también dejó su huella en la percusión del disco “Virgin” de Traffic Sound, una de las bandas pioneras del rock limeño.
“Fui el primero en ponerle conga al rock, me parece que fue en “‘Meshkalina’. Luego en Estados Unidos siguieron mis pasos”, recuerda con orgullo.
Como sonero y salsero ha participado y actuado junto a artistas como Johnny Pacheco, Willie Colón, Tito Puente, Celia Cruz, entre otros grandes.
A Pablo Villanueva Branda, pocos lo llaman por su verdadero nombre. Para la mayoría, es Melcochita, el apodo que le dio Augusto Ferrando a finales de los años 70. Desde entonces, el consagrado sonero y comediante no ha dejado de endulzar con su talento hasta las situaciones más amargas.
“Me gusta más la música que la comicidad, siempre ha sido así”, confiesa tras compartir un sueño que aún tiene pendiente. “Quiero hacer un espectáculo en el Gran Teatro Nacional o en el Teatro Municipal, para mostrar lo que hago en el extranjero. Aquí, en mi propio país, no me conocen como sonero, a pesar de que tengo 75 temas de salsa grabados”, asiente.
Apuesta peligrosa
La popularidad de Melcochita trascendió fronteras, llegó, incluso, a captar la atención del narcotraficante Pablo Escobar.
“Estaba cantando en el séptimo piso del hotel InterContinental de Cali, cuando cerca de la medianoche me subieron al noveno, a un salón lleno de cisnes de hielo, para interpretar ‘Pegaso’. Era el cumpleaños del nieto de Pablo Escobar. Mientras cantaba , el niño se subió al escenario para acompañarme en los coros. Cuando terminé, Escobar se acercó y me preguntó: ‘¿Qué tal canta mi nieto?’. Le dije que muy bien, que me había gustado, porque si le decía la verdad, ¡me disparaba!”, recuerda entre risas. “Me pagaron tres mil dólares por cantar 45 segundos”, añade.
Creatividad a flor de piel
Con un estilo que mezcla picardía y cariño, Melcochita ha creado innumerables apodos. Desde llamar ‘Barbie de Callejón de Huaylas’ a una mujer hermosa, hasta bautizar con nombres como ‘cebolla con ojos’, ’Barrabas de ambiente’ o ‘zanahoria con zapatillas’. Su habilidad para poner chapas no es algo que se pueda aprender en libros o en talleres, es un don con el que nació, asegura. “Eso no se estudia, eso nace. No existe un manual, ni podría crear uno para enseñar”, advierte.
Amistad incondicional
Villanueva Branda ha dejado huella en la televisión peruana. Formó parte de programas emblemáticos como “Tele cholo”, “La máquina de la risa”, “Risas y salsa”, “Astros de la risa”, “Recargados de la risa”, “Enemigos públicos”, El cártel del humor y “Sábado con Andrés”. En este último, fue parte del elenco de figuras de la secuencia cómica “Póker de Aces”, junto a Tulio Loza, Miguel Barraza y Néstor Quinteros.
“Andrés es un gran amigo, siempre lo he visto como una persona correcta. Hemos compartido escenario muchas veces, y la última vez fue en su programa, donde me contrató para “Póker de Aces”, una secuencia de humor. Recuerdo que nos pagaba nueve mil soles mensuales”, comenta.
Retorno a los escenarios
Ahora, más tranquilo y alejado de los sets de televisión, el comediante vive una etapa de mayor calma, aunque ansioso por reencontrarse con su público. Su esperado regreso a los escenarios será el próximo 1 de noviembre en el Centro de Convenciones Surco, con la participación de grandes artistas invitados, en el show denominado “Melcochita y sus amigos”.