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Fundador de Linkin Park revela cómo lidió con el duelo tras la muerte de Chester Bennington | EXCLUSIVA
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Podría decirse que Linkin Park tuvo dos vidas. La primera comenzó a fines de los noventa, cuando un grupo de jóvenes californianos —Shinoda, Bennington, Hahn, Bourdon, Delson y Farrell— mezcló guitarras industriales y versos introspectivos hasta crear un sonido que marcaría a toda una generación. La segunda nació tras la muerte de Chester Bennington en 2017, cuando la banda se preparaba para iniciar un nuevo proyecto.
Durante los años siguientes, el grupo se desvaneció del panorama musical. Cada miembro siguió su propio rumbo, mientras el público asumía que la historia había terminado. Sin embargo, el lazo que los unía persistió. Con el tiempo, la amistad y la curiosidad por reencontrarse derivaron en largas sesiones sin pretensiones, de las que surgiría “From Zero”, su primer álbum en casi una década.

“No hablábamos mucho. Intentamos escribir algo de música o hacer una sesión en estudio, pero luego pasabamos meses sin hablarnos —revela Shinoda—. Todo cambió cuando por fin decidimos juntarnos, y al conocer a Emily y a Colin, fue cuando volvimos a disfrutar de lo que hacíamos como banda”.
La incorporación de Emily Armstrong como nueva vocalista los impulsó, pero también provocó reacciones de todo tipo. Las comparaciones con otras voces femeninas del género —de Amy Lee a Hayley Williams— no tardaron en llegar, aunque Armstrong encontró por mérito propio su camino.
“En todos los shows, cuando pregunto quién está viendo a Linkin Park por primera vez, alrededor de dos tercios, a veces tres cuartos del público, levanta la mano. La mayoría de asistentes nos ve en vivo por primera vez. Así que está bien si alguien no se siente cómodo o simplemente no le gusta. No pasa nada”, comenta Shinoda.

Una banda conectada
Tras la muerte de Bennington, Mike Shinoda se refugió en el único escenario donde aún podía improvisar sin expectativas: internet. En lugar de volver de inmediato a los estudios, encendió una cámara y comenzó a transmitir desde Twitch. Allí encontró una forma de procesar el duelo. Más que conciertos, ofrecía sesiones improvisadas en las que los fans observaban cómo nacían melodías desde la vulnerabilidad.
“Después de que Chester falleció, teníamos una gira programada, pero no pudimos hacerla. Estaba lidiando con muchas emociones y con el duelo —cuenta Shinoda—. Hice un álbum llamado Post-Traumatic y quise salir a tocar esas canciones para desahogarme, pero resultó agotador. Entré a Twitch solo para jugar un poco con música. Encendí una cámara y los dejé mirar, esa fue mi rutina para lidiar con el dolor".

Aquellas transmisiones le devolvieron una audiencia inesperada: jóvenes que nunca habían comprado un CD ni visto a la banda en vivo. Ese puente digital se amplió cuando Shinoda colaboró con Riot Games, creadores de la serie de Netflix, Arcane. La participación del músico en la banda sonora y en eventos de eSports situó a Linkin Park dentro del ecosistema audiovisual donde se mueve la generación que los redescubre.
Sin embargo, el fenómeno más insólito llegó desde las redes sociales. La canción “In the End”, lanzada en 2001, resurgió como himno de una cultura digital que la usa como fondo de toda clase de enfrentamientos: desde hinchas de Alianza Lima enfrentándose a evangélicos en el estadio de Matute, hasta peleas en series de animadas. Los clips incluso llegan a superar en visualizaciones a algunos videos oficiales de la banda en YouTube. No obstante, Linkin Park aún no está del todo al tanto de esos particulares videos. “¿Videos de peleas? No los vi —ríe Shinoda—. O tal vez sí, pero no lo recuerdo.”
Ese es, quizás, el signo de los tiempos: la música de Linkin Park dejó de pertenecer a un formato o a una época. Su sonido —mezcla de rabia contenida y melancolía melódica— se filtró en la cultura digital como una emoción compartida. No importa si suena en un estadio o en un video viral: sigue siendo catarsis para sus fans, y, tras su regreso, también lo es para ellos mismos.












