Fue un aterrizaje forzoso. La artista Chaska Mori acaba de regresar al Perú después de vivir un período en el extranjero, tal vez seducida por las noticias del desarrollo económico que se vivía en estas tierras. Eran los inicios de esta década y aunque todo parecía haber mejorado, la realidad fue otra.
Ella había estado desarrollando una película documental en la que narraba una historia familiar propia. Silencios, abandonos y muertes trágicas eran las temáticas del proyecto del que ya había acumulado varias imágenes. Pero al llegar a Lima sus planes cambiaron por completo: en pleno ‘boom’ inmobiliario, Mori decidió comprarse un terreno en las afueras de Lima que, al poco tiempo, fue invadido por desconocidos.
“Eso me llevó a introducirme a lo más oscuro de la legalidad e ilegalidad del país, y más allá de lo terrible de esta experiencia, no me dejaba de sorprender todo lo que estaba viviendo y todas las personas con las que me encontraba. Era un universo con personajes. Todo el mundo representaba a algo o alguien: a la autoridad, al maleante, incluso yo representaba algo”.
La lucha duró casi cuatro años, entre idas y vueltas con tribunales, jueces y hasta apariciones en programas periodísticos de televisión que hacían eco de su pedido de justicia. Tenía las pruebas, pero nadie quería ensuciarse las manos. El desenlace, sin embargo, fue inesperado: la gran solución al pleito con los invasores estaba ligada a los secretos familiares que ella intentaba develar en su película.
Lo que siguió para Chaska fue unir cabos y amarrar ambas historias. Gracias a un trabajo en conjunto con el colectivo mexicano Lagartijas Tiradas al Sol, el material audiovisual se aunó al escénico hasta dar forma a “El apellido comienza conmigo”, obra de teatro documental que se estrena hoy y solo va por cuatro funciones en el teatro de la Universidad del Pacífico.
—El peso de la negación—
Desde el título, “El apellido comienza conmigo” ya hace referencia a la herencia de los padres. De hecho, la historia que Mori narra (y por tanto hereda) es la de su padre y abuelo, que en sus propias palabras es “la de un patriarcado trunco, donde un hombre no asume su paternidad y, sin embargo, le lega un apellido”. “Llevar el apellido de alguien que no conoces –anota–, que no asume su papel o te rechaza, deja una sensación de vulnerabilidad, de vacío, de soledad, si no de orfandad directamente”.
“Es una situación que se puede extrapolar a algo más amplio –agrega la artista–, como puede ser el Estado y a esas figuras que asumen la cabeza y tienen el mismo comportamiento de no asumir a la familia, de irse, abandonar, de despedirse por fax, de robar. Es como un espejo de lo que pasa en las familias”.
Más información
Lugar: teatro de la Universidad del Pacífico. Dirección: Jr. Sánchez Cerro 2121, Jesús María. Funciones: hoy, mañana, 10 y 11 de agosto, 8 p.m. Entradas: boletería.