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Sandra Galdos: “El Rastrillo es mucho más que una feria. Es el motor que nos permite acoger a menores en estado de abandono”
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Detrás de cada prenda, de cada obra, de cada plato servido en El Rastrillo, hay una historia que no busca solo recaudar fondos, sino devolver esperanza. Desde hace 31 años, la feria benéfica organizada por la Asociación de Hogares Nuevo Futuro Perú se ha convertido en un símbolo de unión, compromiso y amor en acción. Este año, el evento —que combina arte, gastronomía y moda— regresa al Puericultorio Pérez Araníbar, en Magdalena del Mar, con una propuesta renovada y un mismo propósito: mejorar la vida de niños y niñas en situación de abandono.
“El Rastrillo es mucho más que una feria. Es el motor que nos permite sostener cinco hogares donde acogemos a bebés y niños en estado de abandono, y tres programas de prevención al abandono infantil”, explica Sandra Galdos, miembro del Consejo Directivo de la asociación desde hace seis años y colaboradora de la feria desde 16.
“Cada año movemos corazones, y eso es lo que nos impulsa a seguir. No hay nada más gratificante que saber que, detrás de cada venta, hay un niño que recibe atención, alimento y cariño”, añade.
Inauguración con alma
El evento se divide en dos grandes momentos. El desfile inaugural, el miércoles 22, marcará el inicio con una puesta en escena que combina moda y performance. Dirigida por Vania Masías, la presentación contará con una coreografía por marca, con bailarines y modelos escolares entrenadas por Giuliana Weston.
“Queremos que la moda se sienta como arte, como energía viva que transforma”, comenta Sandra. La dirección artística estará a cargo de Christian Duarte y Ani Álvarez Calderón, quien además celebra más de veinte años de colaboración con el proyecto. “Este año quisimos ir más allá del desfile, crear una experiencia sensorial donde cada diseño cuente una historia de cambio”, afirma.
Esa misma noche, los asistentes podrán ser los primeros en ingresar al famoso Cuarto de Ofertas —donde se venden productos donados por marcas y amigos con descuentos de hasta el 40%— y a la Galería de Arte CompArte, que este año se amplía con pinturas, grabados, esculturas y fotografías. “Es un espacio hermoso donde convergen artistas, empresas y voluntarios con un mismo objetivo: ayudar”, dice Galdos.
Cuatro días para compartir
Del 23 al 26 de octubre, la feria abrirá sus puertas al público con más de 150 stands, un Cuarto Vintage de prendas de segunda mano, una amplia oferta gastronómica y un Bar Terraza con cocteles de autor. También habrá una zona infantil, shows en vivo y actividades familiares.
“Es un evento donde todos pueden disfrutar —familias, jóvenes, empresas— y al mismo tiempo colaborar con una causa real. Todo lo que se consume deja una donación que va directamente a los hogares”, explica Sandra.
El viernes 24 habrá un almuerzo ejecutivo solidario, mientras que el sábado y domingo la feria ofrecerá presentaciones musicales, almuerzos criollos y espacios de encuentro. “Queremos que cada persona que venga sienta que está siendo parte de algo más grande”, dice.
Amor que se multiplica
Los Hogares Nuevo Futuro acogen actualmente a más de 60 niños y niñas derivados por el Ministerio de la Mujer. “Algunos fueron abandonados, otros retirados de sus familias por situaciones de violencia o negligencia”, explica Galdos.
“Nosotros trabajamos bajo el modelo de madre y padre sustituto, porque creemos en la importancia del vínculo. Cuando esos niños son adoptados, no sienten el cambio como una ruptura, sino como una continuación del amor recibido”.
Pero el trabajo de la asociación no se limita a la acogida: también busca prevenir. A través de programas en colegios de zonas vulnerables, Nuevo Futuro trabaja con familias, docentes y adolescentes para romper el ciclo del abandono. Al frente de esta labor está Cristina Matossian de Pardo, presidenta de la institución y motor incansable del proyecto, quien trajo la idea desde España y dirige Nuevo Futuro desde el primer día.
“Decidimos no solo abrir más hogares, sino ir a la raíz del problema. Si fortalecemos a los padres y educamos a los jóvenes, reducimos los casos de abandono. Ese impacto es enorme”, comenta Sandra con orgullo.
Hecho con amor
“El secreto de que El Rastrillo siga creciendo es que todo se hace con amor y transparencia”, afirma. “Somos un equipo de voluntarias. No hay productoras ni agencias detrás; cada detalle lo vemos nosotras: los colores, la decoración, la experiencia. Y creo que la gente lo siente. Vienen, nos abrazan, vuelven cada año porque perciben ese cariño genuino”.
Para Galdos, este compromiso va más allá del voluntariado. “Tengo tres hijos, trabajo, una vida llena, pero El Rastrillo es mi respiro, mi cable a tierra. Es el espacio donde recuerdo que siempre hay alguien que necesita más que uno. Y una vez que ves esa necesidad, ya no puedes mirar a otro lado”.
Treinta y un años después, El Rastrillo sigue siendo una feria que ilumina no por sus luces, sino por su propósito. Lo que comenzó como una pequeña iniciativa hoy es una red de esperanza que une arte, solidaridad y comunidad.
“Ayudar también es una forma de arte”, dice Sandra Galdos. “Y aquí, todos somos artistas de un mismo lienzo: el de cambiar vidas”, finaliza.








