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Trump busca presionar a Putin y evalúa entregar misiles Tomahawk a Ucrania: ¿podría cambiar el curso de la guerra?
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En su campaña electoral del 2024, uno de los lemas centrales de Donald Trump fue acabar —rápidamente— con los conflictos en Gaza y Ucrania. En el primer caso, aunque le tomó más tiempo de lo previsto, logró un frágil alto el fuego; en el segundo, los avances han sido limitados. Pero el republicano ha reiterado que centrará sus esfuerzos en poner fin a la guerra.
Por un lado, considera proporcionar armamento de largo alcance a Kiev y, por otro, busca presionar a Moscú para que se siente a negociar. Como parte de ese objetivo, los mandatarios de Estados Unidos y Ucrania se reunirán este viernes 17 en Washington, en lo que será su cuarto encuentro en lo que va del año. El tema principal será la entrega de misiles de largo alcance Tomahawk, según un informe de la agencia AFP.
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Con un alcance de unos 1.600 kilómetros, el Tomahawk permitiría a Ucrania atacar mucho más profundamente en territorio ruso. De acuerdo con el citado medio, Zelensky prevé reunirse también con representantes de la industria de defensa y discutir “cuándo serían realmente posibles las entregas”.
En vísperas del encuentro, el presidente ruso, Vladimir Putin, sostuvo una conversación telefónica con Trump en la que reiteró su oposición al envío de estos misiles. Según Yuri Ushakov, asesor del Kremlin, el mandatario ruso afirmó que “los Tomahawk no cambiarán la situación en el campo de batalla, pero dañarán considerablemente las relaciones entre nuestros países, sin mencionar las perspectivas de una solución pacífica”.
Ushakov agregó que Putin acusó a Kiev de utilizar “métodos terroristas” y de atacar infraestructura civil y energética, lo que —dijo— obliga a Rusia a responder.

Durante la conversación, el líder ruso expresó además su respaldo a la propuesta de Trump de celebrar una cumbre en Budapest, capital de Hungría, país que ha abogado por el diálogo entre Moscú y Washington. “Acordaron que los representantes de los dos países comenzarán inmediatamente los preparativos de la cumbre”, indicó Ushakov, citado por EFE.
El Kremlin ya había advertido previamente que el suministro de Tomahawk supondría un “nuevo nivel de escalada”. Moscú sostiene que, además del riesgo para su seguridad nacional —los misiles pueden alcanzar la capital rusa—, el ejército ucraniano requeriría asistencia occidental directa para utilizarlos.
Dmitri Peskov, portavoz presidencial, aseguró que Ucrania “no podría continuar atacando la infraestructura energética rusa sin la participación de los servicios secretos occidentales”. Según el Financial Times, la administración Trump ha venido colaborando desde julio con Kiev en los ataques contra refinerías y fábricas militares rusas mediante apoyo de inteligencia y planificación.
Impulso tras los avances en Gaza
Motivado por el reciente acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás, Trump ha mostrado renovada confianza en poder avanzar hacia el fin de la invasión rusa, luego de admitir meses atrás sentirse decepcionado de Putin. Hoy, el presidente estadounidense asegura estar dispuesto a aumentar la presión sobre Moscú si el Kremlin se niega a negociar.
Durante un discurso ante el Parlamento israelí esta semana, Trump afirmó que la tregua en Gaza “sentará las bases” para una mayor normalización entre Israel y sus vecinos, pero dejó claro que su prioridad en política exterior es resolver el conflicto en Europa.
“Primero tenemos que resolver lo de Rusia”, dijo Trump, dirigiéndose a su enviado especial Steve Witkoff, su principal interlocutor con Putin. “Si no te importa, Steve, centrémonos en Rusia primero”.
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“El tema de Gaza le ha dado un impulso a Trump; quiere aprovecharlo para reforzar su imagen como negociador”, comenta a El Comercio Ricardo Falla, internacionalista de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM).
Sin embargo, el experto advierte que la situación es “totalmente diferente”, pues mientras Hamás es un actor marginal en la política internacional, Rusia es la mayor potencia nuclear del mundo. “El elemento de negociación es otro”, señala.

Falla añade un factor interno: el creciente nivel de desaprobación de Trump en su país. “Está enfrentado con seis gobernadores. Tiene problemas con la justicia norteamericana por sus decisiones”, sostiene.
“Necesita mostrar éxitos internacionales”, añade.
A su juicio, el republicano jugará la carta de gran negociador frente a Rusia, en un escenario donde, “en la práctica, la guerra enfrenta a la OTAN y a la Federación Rusa en territorio ucraniano; Ucrania es el espacio donde se libra”.
¿Cambio real en el campo de batalla?
Para Mark Montgomery, analista de la Fundación para la Defensa de las Democracias, vender Tomahawk a Ucrania sería una medida de gran impacto político, aunque su implementación podría tomar años.
Según la agencia AP, Montgomery considera que, a corto plazo, sería más útil reforzar los arsenales ucranianos con misiles de Ataque de Rango Extendido (ERAM) y el sistema táctico ATACMS, cuya venta —hasta 3.350 unidades— ya fue aprobada a inicios de año. “Proporcionar Tomahawk es tanto una decisión política como militar”, explicó.
“El ERAM tiene un alcance más corto, pero podría presionar a Rusia operativamente, afectando su logística, mando y control, y la dispersión de sus fuerzas cerca del frente”.

El analista consultado por este Diario opina que las cabezas políticas más sensatas de Rusia podrían tomar con cautela la amenaza de los misiles, “porque pueden llegar a Rusia profunda”. Aunque advierte: “la presencia de los Tomahawk podría legitimar a Rusia a recurrir a misiles de largo alcance Oreshnik frente a los aliados de la OTAN”.
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El riesgo es una escalada. Putin ha señalado que cualquier arma utilizada por la OTAN sobre su territorio será vista como un ataque directo.
“No sé si Ucrania se vería tentada de usar Tomahawk contra objetivos de Rusia profunda. Si lo hace, sería otro nivel de escalada global”, dice Falla.
“Sería más útil que Ucrania cuente con sistemas antimisiles y defensa antiaérea”, acota.
Sanciones y agotamiento
En paralelo, Trump ha intensificado su presión sobre los miembros de la OTAN y otros aliados para que dejen de comprar petróleo ruso, principal sostén de la maquinaria bélica del Kremlin.
El Congreso estadounidense, sin embargo, evalúa medidas más severas: una legislación en el Senado busca imponer aranceles elevados a los países que adquieran petróleo, gas o uranio de Rusia, con el fin de debilitar su economía.

El miércoles trascendió que India —uno de los mayores compradores de crudo ruso desde el 2022— habría acordado dejar de importar petróleo de Moscú, en un movimiento que podría reforzar la estrategia de presión económica impulsada por Washington.
Aun así, la economía rusa ha demostrado ser relativamente autosuficiente gracias a sus recursos naturales, industriales y tecnológicos, y cuenta con el apoyo de China.
“Lo único que puede hacer Occidente es congelar activos y agotarlo en una guerra de más tiempo, ya que una confrontación directa podría desencadenar una guerra nuclear”, expresa Falla.
“Rusia es una sociedad que puede entrar en agotamiento. Y cuando eso ocurre, la desesperación puede ocupar el lugar de la razón; incluso el liderazgo de Putin podría verse presionado internamente”, concluye.










