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Análisis de cocaína y nuevas mezclas de fentanilo: una visita a un laboratorio de la DEA en Florida | EXCLUSIVO
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El sur de Florida tiene una ubicación estratégica para la lucha de Estados Unidos contra el crimen transnacional. Es considerada la principal puerta de entrada a Latinoamérica y una zona caliente para combatir el tráfico de drogas; el contrabando de personas, efectivo y armas; y la migración irregular. Entre el cúmulo de agencias y oficinas del gobierno involucradas en el radical plan de seguridad nacional que impulsa el presidente Donald Trump, los laboratorios que usa la ciencia forense ante el narcotráfico ocupan un papel cada vez más importante.
En el Laboratorio Suroeste de la Agencia de Control de Drogas (DEA) estadounidense, en la ciudad de Miami, los científicos trabajan para detectar nuevos componentes y el nivel de pureza de la droga que llega a su base. El acceso está restringido para el personal que no trabaja ahí, pero El Comercio llegó a sus instalaciones por invitación del Departamento de Estado en un viaje de prensa que también incluyó la visita a otras agencias oficiales en los estados de Missouri y Kansas.
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Antes de entrar en el laboratorio forense nos identificamos, firmamos un permiso y recibimos instrucciones. Solo se podrá grabar audio y video en las zonas autorizadas. Debemos usar lentes de seguridad en el laboratorio porque estaremos expuestos a algunos químicos. No podremos tocar la evidencia ni ninguna de las máquinas que estarán frente a nosotros.
Allen Catterton, director del Laboratorio Sureste de la DEA, es quien guía el recorrido. A poco de empezar a caminar por las instalaciones nos muestra una pantalla en la que van apareciendo rostros, nombres y edades de personas que murieron por sobredosis del opioide sintético que en este momento es el más letal en el país. “Los rostros del fentanilo”, se lee en la pantalla. “Aubrey, para siempre 22 años; Austin, para siempre 29; Bonnie, para siempre 58”.
En el lugar hay tres laboratorios. En uno de ellos un científico analiza dos kilos de cocaína incautados en la zona del Caribe. En las cajas de evidencia que estaban a su lado había 125 kilos en total. El experto, rodeado de pipetas, hisopos y frascos con químicos de varias tonalidades, toma una muestra de cocaína, la muele en un mortero y la coloca en una especie de bandeja de muchas cavidades y le coloca un químico que hace que cambie de color. Su objetivo es detectar si las sustancias sospechosas han sido alteradas y cuáles son las mezclas que los narcotraficantes usan en estos días para hacer las drogas más adictivas.

Este laboratorio analiza cocaína, fentanilo, heroína y metanfetamina. La principal tarea de sus científicos es brindar apoyo científico a los agentes especiales de la DEA y a otros miembros de las fuerzas del orden a través de información que pueda ayudar a identificar nuevas cadenas de distribución de drogas. Si saben las características de un tipo de droga detectada en el sur del país pueden rastrearla en otros lugares y llegar a los criminales que están detrás de su distribución.

“Cruzamos la información con laboratorios de otros países”, dice Allen Catterton, quien destaca que la principal función del laboratorio que dirige es el análisis de pruebas que se obtienen a través de investigaciones o incautaciones. “Por eso es importante colaborar con todos los países de Latinoamérica para frenar este problema”, añade.
Los más jóvenes en la mira
Y el problema es grande. Al salir del laboratorio, seguimos el recorrido, pasando máquinas enormes con tecnología para detectar componentes y nivel de pureza de la droga, y llegamos a una zona en la que están apiladas bolsas con drogas incautadas que pronto serán analizadas. Si no fuera porque algunas de las cajas dicen “evidencia de la DEA” escrita en ellas el contenido podría pasar como un montón de dulces y caramelos multicolores, lo que, explican los agentes, apunta a que los grupos criminales buscan consumidores cada vez más jóvenes.
Kilos de pastillas celestes, amarillas y rosadas son visibles a través de bolsas transparentes y rebosantes. También hay paquetes de golosinas populares entre los niños, con empaques sellados que dicen “Rice Krispyz”, “Trix” o “Reeses”. Pueden parecer gomitas, galletas o paletas, pero dentro tienen fentanilo, metanfetamina casi pura y cocaína.
Los representantes del laboratorio explican que la mezcla del fentanilo con otros opioides está elevando la letalidad causada por esta droga. Aunque hay varias combinaciones que les preocupan, las nitizinas son una tendencia emergente.
“Hemos observado en los análisis un aumento del fentanilo mezclado con ese opioide. El fentanilo es predominantemente la droga más fuerte, por lo que controlamos los niveles de pureza de las pastillas y los comprimidos. Pero las nitizinas son sin duda una de nuestras preocupaciones. Además, cada vez encontramos más xilosina. En cuanto a los derivados del fentanilo, el parfentanilo es algo que vigilamos mucho. Nosotros hacemos el análisis e identificamos lo que se cree que es, y damos pruebas científicas de lo que es. Ese es nuestro papel, y gran parte de la inteligencia y las herramientas de investigación se utilizan para eso”, comenta Catterton.

La cocaína, aún un gran problema
La droga que más recibe para analizar la división Miami de la DEA es la cocaína, seguida de la metanfetamina y el fentanilo. Aunque el número de decesos a nivel nacional por consumo de drogas ha bajado, el fentanilo causa más muertes, por lo que es considerada la mayor amenaza para el país.
En cuanto a la cocaína, el 90% de la que llega a Florida es de origen colombiano. México, Venezuela y los países caribeños son los países por los que ingresa.
Si bien no llega al nivel de Colombia, el Perú aún es mencionado como un país productor y de tránsito de la cocaína que ingresa a Estados Unidos, según la Evaluación Nacional de Amenaza de Drogas del 2025. El informe detalla además que los cárteles con sede en México obtienen envíos de cocaína procedentes de Sudamérica y la introducen de contrabando por mar, aire o tierra en México, América Central y el Caribe para su posterior traslado a Estados Unidos.
Lo complejo de las redes de narcotráfico hace que algunos laboratorios forenses en Estados Unidos trabajen en reserva. “Nosotros también respondemos a laboratorios clandestinos, laboratorios que se encuentran fuera de un entorno normal y que están ocultos, y les proporcionamos información con base científica para garantizar la seguridad y que todos los procesos se realicen correctamente fuera del entorno de un laboratorio”, explica Catterton.







