Miami Beach se encuentra bajo una triple amenaza.
Así lo considera su alcalde, el demócrata Dan Gelber, para quien esa triple amenaza la conforman la cantidad de visitantes que llegan por el spring break (las vacaciones de primavera tan populares entre los jóvenes estadounidenses), las multitudes en las calles y la pandemia de covid-19.
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Expertos en salud también han hecho sonar las alarmas ante las imágenes de playas y bares repletos de jóvenes que festejan sin mascarilla y sin guardar la distancia social, como si ya no hubiera pandemia.
Temen que dentro de unas semanas haya un nuevo repunte de los contagios, que estaban a la baja en Florida, y advierten del riesgo de que aparezcan y se propaguen nuevas variantes del virus que pueden ser altamente transmisibles.
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“Estamos muy preocupados”, le dice a BBC Mundo el doctor José Gonzales, especialista en enfermedades infeccionas de la Universidad de Miami.
“Hay que insistir en la necesidad de observar las medidas de precaución, como el uso de mascarilla y mantener la distancia”.
A la alarma por la situación sanitaria se le suma la alerta por los actos de violencia que han llevado a más de 100 arrestos y la incautación de armas de fuego en los últimos días y que han hecho que se incremente el número de policías en las calles, en particular en el turístico barrio de South Beach.
Para los residentes de Miami Beach, la historia de caos y descontrol que se vive estos días es repetitiva, con escenas que bien podrían corresponder a las de otros años.
Para los visitantes, especialmente para quienes residen en lugares fríos, el sur de Florida sigue siendo un destino ideal y de fácil acceso gracias a los billetes de avión a bajo precio.
“Solo venimos aquí a pasar un buen rato, no queremos problemas”, comenta Shafal, un joven del Bronx neoyorquino que acaba de llegar a la ciudad.
Y para el gobierno local, que reconoce que la economía de la ciudad está estrechamente ligada al turismo y la hospitalidad, la situación se presenta como un rompecabezas en el que hay que encajar y responder a las necesidades de todos.
Como antes de la pandemia
El período de llegada de springbreakers a Florida se extiende desde finales de febrero hasta mediados de abril.
Son varias semanas en las que los viajeros vienen y van.
Pero estos días es cuando más se nota la afluencia de visitantes, no solo en las playas sino en las calles y restaurantes tanto de South Beach como de otras zonas más al norte.
El pasado sábado, por ejemplo, los atascos en la zona de North Beach, las filas en los supermercados y la cantidad de personas en las terrazas y el interior de los locales eran prácticamente iguales a los de antes de la llegada del coronavirus.
Para los dueños del Juice&Coffee Bar, en North Beach, esto no son más que buenas noticias.
“Entendemos la preocupación de las autoridades”, nos cuentan, “pero en la hostelería hemos pasado un año muy malo y ahora empezamos a ver la luz”.
“Nosotros exigimos a nuestros clientes que lleven mascarilla y seguimos todas las recomendaciones sanitarias. Pero la economía también es muy importante”.
La apuesta del gobernador
Precisamente la economía fue la gran apuesta del gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, que el 25 de septiembre reabrió el estado y levantó las restricciones sanitarias.
DeSantis les prohibió a los gobiernos de las ciudades y condados del estado la imposición de multas por no llevar mascarilla o no respetar el distanciamiento social, algo que Miami Beach había estado haciendo.
Meses después de aquella controvertida decisión, el gobernador remite a los datos económicos del estado para defender que hizo lo correcto:
- el desempleo está por debajo del 5% (en abril de 2020 ascendió a más del 13%)
- los restaurantes y bares funcionan casi al mismo nivel que antes del coronavirus
- la ocupación hotelera es un 20% menor de lo habitual, una cifra que apunta a la recuperación de uno de los sectores más afectados por los cierres de los primeros meses de pandemia
Todo esto, presume DeSantis, mientras la tasa de contagios y muertes por coronavirus se mantiene por debajo de la de otros estados que han aplicado medidas restrictivas.
Esa autoconfianza supone uno de los principales riesgos, opina Gonzales.
“Sabemos que los números están bajando en Florida”, admite, “pero la presencia de todas estas personas sin mascarilla y sin guardar distancia es una forma de buscarse problemas”.
“El hecho de tener a toda esta gente junta aumenta la posibilidad de que el virus vuelva a expandirse y aumenten los casos”.
Todavía es demasiado pronto para saber si se da ese incremento, algo que iremos conociendo en las próximas semanas.
El experto recuerda que el peligro no está solo en Florida: todos estos visitantes volverán a sus lugares de residencia habitual donde pueden contagiar a familiares y amigos.
Derecho a la diversión
Los jóvenes que llenan estos días las calles de Miami Beach, muchos de ellos recién llegados con sus maletas y mirando con atención los teléfonos celulares para saber dónde tienen que ir, no quieren que se les señale como responsables de una posible nueva oleada.
“Son mis vacaciones y vengo a emborracharme y divertirme”, dice un emocionado Shafal mientras espera en un banco junto a un amigo a que llegue la hora de entrar en el apartamento de AirBnB que han reservado.
“No me preocupa el coronavirus, para nada. Estaré aquí cuatro días”, exclama bailando.
Unos metros más allá, dos jóvenes Lisa y Kate, de Minnesota, miran con entusiasmo un partido de voleibol en la playa.
Aclaran, casi ofendidas, que ellas no están aquí “de spring break”, quizá conscientes de la atención mediática que hay sobre este fenómeno.
Más allá del calificativo que se le dé, lo cierto es que están en Miami Beach, de vacaciones, por una semana, y tampoco están preocupadas por la pandemia.
Es media mañana y todavía no se ven las imágenes que han circulado por redes sociales de multitudes en bares o en las calles impidiendo la circulación del tráfico y saltando sobre autos de la policía.
Toque de queda
Los bares son lugares particularmente peligrosos, advierten los expertos. No solo suelen estar demasiado llenos, sino que a menudo hay mucho ruido en ellos, por lo que las personas tienen que gritar y eso aumenta la propagación del virus.
Lo que no saben muchos de los visitantes es que sigue en vigor el toque de queda por el que todos los locales cierran a medianoche.
“No sean tontos. No vengan acá si creen que este es un lugar en el que todo vale. Los arrestaremos y eso arruinará su estancia aquí”, declaró el alcalde de Miami Beach.
Para algunos residentes, la situación está llegando a tal límite que demandan que se adopten medidas radicales de inmediato, aunque eso perjudique al turismo.
“Que corra la voz de que todo cierra a las 12”, subraya Phil, un residente de South Beach que nos dice que esta es la primera vez, en 14 años, que se está planteando marcharse de Miami.
“La narrativa nacional es que Florida está abierto y que todo es posible. Algunos se sorprenden al saber que hay un toque de queda a las 12. No pueden festejar hasta las 4 de la madrugada como antes. ¿Que afecta a nuestra economía del turismo por un par de años? Que así sea. ¿Que afecta a nuestra reputación? Que así sea”, defiende indignado.
Para Colleen, otra vecina del área, hay que asumir que los visitantes van a llegar “pase lo que pase”.
“La mayoría viene solo a divertirse, hay unos pocos alborotadores. Pero les hemos hecho estar en la calle, en parte es culpa nuestra”, opina, en alusión al cierre de los locales.
Ante este argumento de que la llegada de viajeros es inevitable, el especialista en enfermedades infeccionas de la Universidad de Miami reitera la importancia de no relajar las medidas de precaución, aunque no sean obligatorias por ley.
“Sé que no hay restricciones en restaurantes y otros lugares, pero tenemos que ser conscientes, llevar mascarilla, mantener la distancia de dos o tres metros y evitar las multitudes”, concluye.
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