Como a un paciente en una Unidad de Cuidados Intensivos se monitorea las 24 horas del día, los siete días de la semana, todo el año, la actividad del volcán Cerro Machín.
Ubicado a 150 kilómetros al suroccidente de Bogotá, a 17 al oeste de Ibagué, a 30 al este de la ciudad de Armenia y muy cerca a la cabecera de Cajamarca (Tolima), es vigilado por los funcionarios del Servicio Geológico Colombiano (SGC) desde el observatorio con que cuenta la entidad en la ciudad de Manizales. Estas personas analizan constantemente la información que reciben sobre su estado.
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Aunque hacerlo, según detalla John Makario Londoño, director técnico de Geoamenazas del SGC, es mucho más complejo que monitorear a una persona, a la que, a través de diferentes técnicas diagnósticas, es posible observarla por dentro.Aunque para estudiar volcanes se puede contar con tomografías sísmicas, el experto explica que este es un proceso que toma mucho tiempo.
Por eso, los especialistas deben recurrir a otros datos, como los que les provee día a día la red de monitoreo sísmico —con más de diez estaciones instaladas alrededor de Cerro Machín—, sensores que monitorean cómo cambian sus gases, cámaras que siguen de cerca los cambios en su morfología, entre otros parámetros que les permiten hacer un diagnóstico sobre su estado. Los resultados cada semana se resumen en un boletín que le hacen llegar a las autoridades y a la comunidad en general.
Gracias a este monitoreo les es posible concluir que la actividad sísmica que en las semanas recientes han sentido los habitantes de las poblaciones cercanas a Cerro Machín es normal dentro de sus condiciones actuales.
.”Lo primero que hay que dejar claro es que el Machín no está ante un proceso de erupción inminente; eso es totalmente falso. Sí, es un volcán activo, es innegable, y es un volcán muy peligroso; hay que dejarlo claro. Pero está con una actividad propia de un volcán que está sufriendo cambios en su comportamiento, por eso está en nivel amarillo”, asegura el director técnico de Geoamenazas.
Precisamente, la característica más típica del volcán Cerro Machín es la sismicidad que produce, la cual se ocasiona producto de los esfuerzos que se generan al interior del volcán, donde la lava está tratando de subir. Londoño explica que el magma del Machín es muy profundo, los expertos estiman que está a más de 10 kilómetros de profundidad —aunque es posible que tenga una cámara más superficial a unos tres kilómetros—, pero ese material que trata de salir se enfrenta a una importante barrera, descrita por los expertos como una especie de “gran tapón”.
“Es un domo que tienen más o menos unos 8 kilómetros cúbicos, supremamente difícil de romper y de explotar”, asegura el experto. La interacción entre el magma y esa barrera generaría los temblores que han sentido los habitantes del área de influencia del volcán —que abarca centros poblados como Cajamarca, Anaime, el corregimiento de Toche y Tapias—, sismos algunos de magnitudes considerables como 4,6 o 4,3.
Como Pompeya
Para que Cerro Machín entre en un proceso de erupción, primero tienen que pasar varias cosas. El tapón —que es el cerro que podemos observar— se tiene que romper, y para que eso ocurra se deben presentar temblores más fuertes de los que ha registrado el SGC, además de empezar a evidenciar otro tipo de sismicidad por la actividad de esos fluidos, de la cual en estos momentos el volcán Cerro Machín no da señales y que para los especialistas del Servicio Geológico sería un indicador de que las cosas se complican.
”Por otro lado la deformación de la superficie del volcán es otro parámetro importante para determinar que se está hinchando. Hasta el momento no tenemos evidencia de una gran deformación; solo de una muy pequeña prolongada en el tiempo que es casi imperceptible”, explica Londoño.
Cambios en la geoquímica del volcán también tienen que ocurrir; esto se reflejará en sus fumarolas o en las fuentes termales. En los más de 30 años en los que se ha monitoreado el volcán, los expertos del SGC sí han notado cambios en esta materia, pero no drásticos como para hablar de una erupción.
De acuerdo con el director técnico de Geoamenazas del SGC, uno de los indicadores más evidentes de un estallido violento del Machín será que el tapón volará muy lejos, pero antes dará indicios como que se empezará a fracturar por los lados, dejando salir fumarolas bordeándolo y se deformará generando cambios importantes en su morfología.
Y es que estamos hablando de un volcán clasificado como explosivo. A diferencia de las estructuras geológicas que vemos en Hawái -como el Kilauea o el Mauna Loa, por ejemplo-, donde la lava brillante corre lentamente, en el caso de volcanes como el Cerro Machín, el magma en una erupción es como cemento caliente que se pulveriza, con un gran potencial para hacer daño, porque pueden viajar a grandes distancias de la fuente, a cientos o miles de kilómetros y llegar incluso a darle la vuelta al mundo, como ocurrió con la erupción del Pinatubo en Filipinas.
“Son violentas porque al estallar el magma en pequeños fragmentos generan unos productos muy peligrosos para la vida humana. El principal de ellos es lo que denominamos las corrientes de densidad piroclástica o flujos piroclásticos, que es como si usted tuviera cemento muy caliente, a más de 400 °C y viajando a más de 100 kilómetros, deslizándose por las laderas del volcán”, explica Londoño.
Estos eventos los compara el experto con los de Pompeya y la erupción del Vesubio el 24 de agosto del 79 d.C. “El Machín es uno de esos volcanes que son demasiado explosivos; se demoran mucho para hacer erupciones, pero cuando la hacen es de unas características que son muy violentas”, asegura el geólogo y geofísico, quien añade que se debe a las características propias de este tipo de estructuras, las cuales cuentan con una cámara magmática que tarda centenares de años en llenarse.
Seguir preparándose
Los geólogos han identificado para este volcán ciclos eruptivos de unos 800 o 900 años —que aunque no son tan violentos como la erupción gigante de la que se tiene registro hace 3.600 años, también consiguieron hacer bastante daño en el territorio—. Como la última explosión que se ha identificado del Machín ya cumplió con las estimaciones de los científicos, y ocurrió ya hace casi nueve siglos, los expertos están muy atentos a lo que pueda pasar en este nuevo ciclo, aunque aclaran que no se trata de una ciencia exacta en la que se puedan hacer predicciones.
Hoy los expertos trabajan en la actualización del mapa de riesgos que se elaboró de este volcán en 2002, el cual esperan tener listo hacia junio de este año. Sin embargo, la información ya conocida sigue vigente; en ella se identifican varios escenarios de peligro a partir de la erupción gigante de hace 3.600 años. “Se espera que el volcán inicie con erupciones relativamente pequeñas, que van a afectar a la población que está más cerca, como el corregimiento de Toche o el municipio de Cajamarca”, explica Londoño.
A medida que el proceso eruptivo se desarrolle, las columnas de vapor, ceniza y gases pueden alcanzar los 30 metros de altura y el viento empezará a jugar un papel importante en su dispersión. Las modelaciones señalan que pueden llegar a casi todo el Quindío —en los nuevos cálculos se está estimando si pueden llegar también hasta Ibagué—. Otro escenario a considerar ante este tipo de emergencia son los flujos de lodo, los cuales pueden alcanzar hasta 100 kilómetros de distancia, hasta algunos municipios de Cundinamarca, atravesando por poblaciones del Tolima, como Espinal.
Por su gran alcance, los expertos también han calculado el efecto que una erupción de este volcán podría tener sobre la infraestructura vial. “La Línea podría verse seriamente afectada en el sector que va de Cajamarca a Ibagué”, una vía vital para la economía del país.
Aunque hoy los monitoreos del SGC no muestran que debamos preocuparnos por una erupción inminente, la atención que en los últimos días ha atraído la actividad sísmica de Cerro Machín es para los geólogos el momento oportuno para que las comunidades y autoridades actualicen sus planes de emergencia y se preparen. El riesgo siempre estará presente en volcanes con una historia tan violenta como este y más aún con poblaciones que viven cerca de él.