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Los países del Caribe que apoyan a Estados Unidos frente a Venezuela (y los aliados que Maduro perdió)
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El masivo despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe, uno de los más poderosos de las últimas décadas, cuenta con el apoyo de varios países caribeños, algunos de ellos históricamente cercanos a Venezuela, que de manera abierta o silenciosa se han sumado a Washington.
Bajo el argumento de fortalecer la seguridad regional y combatir el crimen transnacional, estos gobiernos han facilitado el acceso a puertos, espacio aéreo, bases logísticas y cooperación operativa, en un movimiento que, para el régimen de Nicolás Maduro, no es otra cosa que un cerco progresivo para provocar su caída. Así, el mapa de alianzas en el Caribe, antes marcado por la influencia energética y política de Venezuela a cambio de respaldo, hoy se reconfigura en favor de la administración de Donald Trump.
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Desde agosto de este año Estados Unidos ha desplegado más de una decena de buques de guerra, un submarino, un portaaviones y miles de marines en el Caribe, como parte de su estrategia de presión sobre el régimen de Maduro, a quien acusa de ser el cabecilla del Cártel de los Soles, una supuesta mafia que según Washington inunda de droga al país norteamericano.
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La fuerza militar estadounidense ha llevado a cabo 21 ataques contra embarcaciones sospechosas de transportar droga en el Caribe y el Pacífico, en los que han muerto 83 personas.

Los países claves para las operaciones de Estados Unidos en este momento son Trinidad y Tobago, República Dominicana, Panamá y Guyana.
Trinidad y Tobago, de aliado de Maduro a respaldar a EE.UU.
La pérdida más sensible de un aliado para Maduro ha sido Trinidad y Tobago, cuyo gobierno hoy apoya de manera explícita el despliegue militar estadounidense y ha aceptado incluso que fuerzas de ese país usen su territorio.
En este punto, cabe precisar que la distancia geográfica más corta entre Venezuela y Trinidad y Tobago es de 11 km, separados por el Estrecho de Bocas del Dragón.

Esta semana, la primera ministra de Trinidad y Tobago, Kamla Persad-Bissessar, confirmó que marines de Estados Unidos instalaron un radar de alta tecnología el el Aeropuerto Internacional ANR Robinson para, dijo, ayudar a combatir el movimiento de petróleo venezolano sancionado y el tráfico de drogas.

Antes, a fines de octubre, Trinidad y Tobago había recibido al buque de guerra estadounidense USS Gravely. Y del 16 al 21 de noviembre las fuerzas militares trinitarias y estadounidenses realizaron ejercicios conjuntos.
Desde el 2015 Venezuela y Trinidad y Tobago tenían firmado un acuerdo de gas para desarrollar un yacimiento compartido en la frontera marítima, incluyendo el proyecto Campo Dragón. Sin embargo, debido a su colaboración con Washington, Caracas suspendió el acuerdo y ha declarado persona non grata a la primera ministra Persad-Bissessar.
Venezuela denuncia que Trinidad y Tobago se está convirtiendo en una plataforma para operaciones militares de EE.UU. en el Caribe.
En agosto, cuando empezó el despliegue militar de Estados Unidos, Persad-Bissessar manifestó en un comunicado que este movimiento de fuerzas era “para destruir a los cárteles terroristas de la droga y cuenta con el apoyo total del gobierno de Trinidad y Tobago”.
“Las únicas personas que deberían preocuparse por la actividad militar de EE.UU. son aquellas que participan en o facilitan actividades delictivas. Los ciudadanos respetuosos de la ley no tienen nada que temer”, agregó.
República Dominicana, Panamá y Guyana

En el caso de República Dominicana, ha permitido que Estados Unidos utilice instalaciones como aeropuertos y bases para sus actuales operaciones en el Caribe.
Tradicionalmente Venezuela y República Dominicana han tenido relaciones diplomáticas y vínculos de cooperación. Sin embargo, ello se rompió cuando Santo Domingo reconoció en el 2019 al opositor Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela, rechazando al régimen de Maduro.
Luego, en julio del 2024, tras la reelección fraudulenta de Maduro, hubo una ruptura diplomática formal.
En respuesta, el gobierno de Maduro anunció la suspensión de todos los servicios consulares en la República Dominicana y calificó las declaraciones de las autoridades dominicanas como una “injerencia en los asuntos internos”.

En cuanto a Panamá, hasta mediados del 2024 tenía relaciones diplomáticas y comerciales relativamente normales con Venezuela. Había vínculos consulares, cooperación comercial y vuelos entre ambos países.
Sin embargo, tras la cuestionada reelección de Maduro, el 29 de julio del 2024 Panamá suspendió las relaciones diplomáticas con Venezuela y retiró su cuerpo diplomático en Caracas. Pese a ello, el comercio bilateral no se interrumpió de inmediato.
En el 2025, Panamá y Venezuela reactivaron sus servicios consulares. Sin embargo, Panamá aclaró que no penaba restaurar conexiones diplomáticas plenas.
En ese contexto, recientemente Panamá ha autorizado la realización de ejercicios militares de Estados Unidos en su territorio, bajo acuerdos de cooperación bilateral.
El gobierno del presidente José Raúl Mulino ha dicho públicamente que esos ejercicios no están dirigidos contra Venezuela.
De todas maneras, la autorización para operaciones de EE.UU. en suelo panameño implica que la nación canalera participa, de hecho, en la red logística que Estados Unidos articula en el Caribe.
En el caso de Guyana, país que mantiene una disputa territorial con Venezuela, se encuentra cooperando con Estados Unidos en temas de seguridad y narcotráfico, ha respaldado las operaciones en el Caribe y ha ofrecido acceso a sus puertos para que las embarcaciones estadounidenses puedan atracar.
¿Cómo EE.UU. teje su red de alianzas?

Según el especialista en defensa e inteligencia Andrés Gómez de la Torre, la estrategia de acercamiento político-militar de Estados Unidos con países clave del Caribe busca consolidar una red de apoyo logístico y diplomático frente al régimen de Maduro. Agregó que esta ofensiva responde a una “estrategia de tenaza” diseñada para crear condiciones favorables para eventuales operaciones en el espacio aéreo, marítimo o incluso dentro del territorio venezolano.
El experto subraya que este acercamiento responde al interés de Washington por asegurar infraestructura estratégica, como aeropuertos y puertos, que podrían funcionar como plataformas logísticas —una suerte de “portaaviones terrestre”— en un escenario de mayor escalamiento del conflicto.
Las recientes visitas al Caribe de altos funcionarios estadounidenses, incluyendo autoridades del Pentágono y del Comando Sur, forman parte de esta ofensiva diplomática que combina gestos políticos con acuerdos de cooperación en seguridad, sostiene.
Gómez de la Torre apunta que una señal de la creciente presión en el Caribe es también la aproximación de Estados Unidos a Surinam, país que visitado por el jefe del Comando Sur, Alvin Holsey. Si bien no existe un pronunciamiento formal de apoyo a un eventual cerco contra Venezuela, su inclusión en la agenda de seguridad estadounidense refuerza la percepción de un aislamiento progresivo de Caracas en su entorno inmediato, agrega.

Por su parte, el embajador Juan Álvarez Vita destaca a El Comercio que el alineamiento progresivo de varios países del Caribe en torno a Estados Unidos responde a una combinación de intereses geoestratégicos, presión militar y reconfiguración de alianzas energéticas en la región.
“Militarmente, Estados Unidos está acorralando a Venezuela. Lo lógico es que los Estados busquen alianzas con quien tiene mayor capacidad de presión y control en la región”, manifiesta.
“Trinidad y Tobago ha permitido la instalación de un potente radar, oficialmente para combatir el narcotráfico y vigilar el cumplimiento del embargo petrolero sobre Venezuela. Eso, sin duda, le genera consecuencias económicas, y Estados Unidos tendrá que compensarlo, probablemente facilitando suministro de petróleo”, explica el diplomático.
Para el embajador, este bloque alineado a Estados Unidos no solo tiene un valor militar, sino también político y diplomático, especialmente si el caso venezolano llega a instancias multilaterales como la OEA.
“Trinidad y Tobago puede ser un país pequeño, pero tiene un voto en la OEA. Y Estados Unidos va a necesitar esos votos si decide llevar el escenario venezolano al plano institucional”, sostiene.
Álvarez Vita dice que Washington estaría apostando por nuevas formas de presión: restricciones aéreas, controles marítimos, silenciamiento de comunicaciones y bloqueo económico. “Es una guerra con armas nuevas. La creciente alianza con Trinidad y Tobago, dada su ubicación, es prácticamente como poner un pie dentro de Venezuela”.
Ante la hipótesis de una intervención directa de Estados Unidos en Venezuela, el diplomático no cree que el riesgo de perder apoyos sea un freno determinante para Washington. “Estados Unidos ha actuado unilateralmente antes, como en Granada en 1983 o Panamá en 1989. Su prioridad son sus intereses políticos y económicos, incluso por encima del derecho internacional”, recuerda.
“El panorama que estamos viendo es el de un cerco que se cierra por tierra, aire y mar. Venezuela tiene prácticamente todas las de perder, a menos que se produzca un giro significativo en el equilibrio internacional”, concluye.










