
La muerte violenta de Paul Flores, el vocalista de Armonía 10 más conocido como el ‘Russo’, ha conmocionado a propios y extraños, llevándonos a pensar que el asunto del crimen organizado en el país ya rebasó sus límites y tocó fondo.
Hay quienes, incluso, comparan el poder que el crimen y los extorsionadores detentan con el que en su día destruía al país a través del siniestro terrorismo. Esa conmoción se ha expresado en el dolor y sendos pronunciamientos públicos de artistas, músicos y gente vinculada al mundo de la cumbia, quienes han convocado a una marcha pacífica para este viernes 21 de marzo.
¿Cómo interpretar esta convocatoria? Más allá de si la movilización pacífica termina siendo multitudinaria, lo que es una verdad más grande que una catedral es descubrir que la criminalidad que nos rodea nos atemoriza a todos y ya no lo podemos soslayar.
¿Qué pasa cuando la gente tiene miedo? ¿Qué efecto puede tener el miedo en la población?
A propósito, charlaba recientemente vía WhatsApp con un politólogo noruego que ponía en la mesa la idea de la antipolítica para explicar eso que los politólogos llaman desafección ciudadana, distancia entre los gobernantes y gobernados o, simplemente, aburrimiento del establishment institucional.
La antipolítica no nace del vacío y es una rémora que le quita agilidad a la participación democrática que busca conscientemente aislarse de los llamados políticos profesionales. Con más razón, si se trata de solucionar dramas nacionales como ya lo es, una criminalidad que nos aguarda en cada esquina de la calle. Por eso es que no se espera nada de ellos, ni soluciones ni nada.
La “casta política”, como la llaman algunos, ha perdido la capacidad de representación. Hay poder en los pasillos del Congreso, pero ahora también se ha trasladado a las tarimas de conciertos y a las redes sociales donde el dolor de los cumbiamberos conecta con nuevas maneras de sentirse parte de algo colectivo.
¿Será la muerte del ‘Russo’ la gota que derramará el vaso de la paciencia popular? Mientras los políticos tradicionales ofrecen discursos vacíos sobre seguridad ciudadana, los artistas de cumbia pretenden canalizar el enorme sentimiento de frustración que seguramente representa a más de uno mediante una marcha que no hay que dejar pasar por agua tibia, y que, más bien, requiere de un enganche potente con lo que se está cocinando en el país, más allá de lo evidente.
Este viernes, Lima podría ser testigo de un fenómeno único: la antipolítica con sabor a cumbia. Las orquestas marcharán, pero no será solo por el ‘Russo’. Será por todos los peruanos que ya no confían en las instituciones tradicionales y encuentran en la cultura popular un espacio de verdadera representación.
La antipolítica no es el problema; es el síntoma de una democracia que necesita reconectarse con los ciudadanos a través de liderazgos honestamente preocupados por la gente. Se trataría de encontrar líderes que solo tengan al Perú como opción y no otra cosa, como, por ejemplo, el bolsillo propio.