En el Perú, la crisis de la política y de los partidos induce a desplegar un esfuerzo por entenderla, más allá de pugnas, rencillas e intrigas cotidianas. En esta búsqueda, resulta particularmente útil la publicación de “El otro desborde. Ensayos sobre la metamorfosis peruana”, el más reciente libro de Danilo Martuccelli (Lima, 2024), quien antes sorprendiera con “Lima y sus arenas. Poderes sociales y jerarquías culturales” (Lima, 2015).
Una tesis fundamental de Martuccelli en “El otro desborde” es que no solo están en crisis los partidos políticos, sino también –y desde antes– los grandes relatos articuladores que los sustentaban. Esto lleva a pensar en la carencia de aparatos orgánicos y de equipos dirigentes eficientes que los lideren, pero, más aún y sobre todo, en la falta de propuestas de interpretación política –sintéticas, integrales y articuladoras– de la historia del país, de sus tradiciones y, en especial, de los desafíos del presente.
Para Martuccelli, las grandes matrices narrativas del país han implosionado, sobre todo las que primaron durante el siglo pasado: “La hegemonía criolla, el clasismo, la retórica del pueblo, el retorno del inca y la utopía andina, la revolución, en parte la democracia, la tesis de la modernización, las nociones de izquierda y derecha, la sociedad dual, incluso [el] inacabado relato nacional en torno al proyecto de todas las sangres”.
No es cualquier cosa: la implosión de las grandes matrices narrativas se habría producido en simultáneo con la crisis de los grandes horizontes ideológicos y los partidos surgidos de estos, llámense socialdemocracia, socialcristianismo, marxismo… En la sociedad peruana se suman la desorientación a causa de la violencia interna, los costos generados por el COVID-19, los múltiples desbordes –con la informalidad como el más importante– y la modificación de las relaciones sociales, ya no (tan) estamentales ni (tan) serviles como antaño.
Para Martuccelli, “detrás de la inconsistente narrativa hegemónica neoliberal, el Perú se llenó de relatos dispares sin que ninguno haya logrado revertir realmente el sentimiento de implosión”. Entre estos relatos menciona, entre otros y además de los “desbordes” y el “emprendedurismo”, “la reinvención de una tradición republicana; la expansión del consumo; [y] el arraigo del mérito y de las nuevas clases medias”.
Junto con los que alude Martuccelli, cabe reconocer entre los múltiples “relatos dispares” una mixtura de autoritarismo de extrema derecha con neoliberalismo; un constitucionalismo democrático de centro y centroderecha; una propuesta regionalista, con base sobre todo en el sur, que cobija propuestas como el reconocimiento de su dignidad y plena ciudadanía, así como movimientos identitarios; una nueva propuesta refundacional vinculada a una asamblea constituyente; y aquel relato de quienes, sin atreverse a formalizar una propuesta, defienden un desarrollo vía la informalidad y la ilegalidad.
Como parte de su crisis y de la falta de relatos consistentes, la sociedad política peruana está enfrascada en foros institucionales y discusiones en las redes, con primacía de afirmaciones duras, intercambios de “a favor” o “en contra” sin búsqueda de consenso, sin filtros ni autoexigencia argumental. La consistencia ha pasado a tener una importancia secundaria, al mismo tiempo que numerosas voces, sobre todo aquellas que blanden propuestas autoritarias, han descubierto el impacto del alarido replicado y la confrontación destemplada. Gestos contundentes en un estilo estereotipado, que sostienen discursos sin densidad y, muchas veces, sin verdad.
El desafío está planteado para políticos e intelectuales de las diferentes regiones y de todos los ámbitos del espectro político. Convocar, mediante nuevas matrices narrativas, implica recoger diferencias y conflictos, darles sentido y plantear perspectivas. Ojalá más de uno sea capaz de hacerlo.