Aún estamos a dos años de los comicios del 2026, pero una señal de que ya nos encontramos en terreno electoral son las denuncias contra congresistas que han empezado a usar la semana de representación para realizar labores proselitistas, específicamente para promover la creación de nuevas organizaciones políticas.
En las dos últimas semanas, hemos registrado cinco denuncias. “Punto final” (Latina) reveló el caso de Darwin Espinoza, acusado de usar recursos públicos para la inscripción de un movimiento regional. Mientras que “Panorama” (Panamericana) difundió los casos de Flor Pablo, Pasión Dávila, Alfredo Pariona e Isabel Cortez.
El uso de la semana de representación para fines proselitistas no es algo reciente. En el 2014 publiqué en El Comercio un informe en el que revelamos cómo los congresistas de Fuerza Popular utilizaban los pasajes pagados por el Congreso para viajar a realizar actividades con su líder, Keiko Fujimori. En marzo del 2013 y del 2014, fecha del aniversario de Fuerza Popular, los congresistas fujimoristas viajaron a mítines con pasajes del Parlamento. Pese a que el caso llegó hasta la Comisión de Ética, este grupo decidió no sancionarlos. Lo más probable es que en este período la impunidad se repita.
Los argumentos de los congresistas acusados siguen siendo los mismos: asistieron a sus actividades proselitistas después de sus actividades oficiales. En su cuenta oficial de X, la legisladora Flor Pablo se justificó en esa línea: “Asistí en la noche, luego de cumplir todas mis actividades”. Resulta difícil creer que los congresistas no coordinan con anticipación sus actividades, por lo que toda agenda política en semana de representación es con conocimiento de causa. Por ello, es sencillo pensar que algunos buscan encajar sus actividades proselitistas con la semana de representación, con el fin de aprovechar los recursos extras otorgados por sus cargos legislativos.
Esta situación irregular se ha visto propiciada por la interpretación que indica que los congresistas pueden viajar a cualquier región, y no especialmente a la circunscripción por la que fueron elegidos. Si bien la Constitución establece que los parlamentarios representan a la nación, la denominada semana de representación fue concebida para que tengan un espacio exclusivo de conexión con la región que los eligió. Esto último responde a que, en un mes, las tres primeras semanas las dedican a sesionar desde Lima, y la cuarta debería estar dedicada para que cada legislador viaje a la localidad a la que representa.
El gran problema surge por la falta de reglamentación en los lineamientos que los parlamentarios deben seguir durante la semana de representación. En la actualidad, todo se limita a la presentación de un informe sobre las actividades que realizan durante esos siete días. La mayoría presenta informes que más parecen portafolios de fotografías en las que los congresistas aparecen más con autoridades que con ciudadanos. Quizás esto último se invierta ahora, pero solo será un espejismo electoral. Lo más probable es que, a partir de julio, también veamos a congresistas utilizando la semana de representación para sus actividades de campaña, ya sea que postulen a la reelección como senadores o que quieran dar el salto subnacional.