Paola Villar S.

Mientras realiza su primera visita oficial a la segunda economía más grande del mundo, la presidenta ha publicado un artículo en el medio estatal “China Daily” en el que resalta, entre otros aspectos, la cercana inauguración del y el impacto que esta obra tendrá en la conectividad marítima entre y las naciones de Pero lo que más llamó mi atención sobre la mención al nuevo puerto fue la esperanza que comparte Boluarte de que esta megaobra impulse “el inicio de la construcción de un polo de desarrollo tecnológico e industrial” en la ciudad de Chancay, ubicada a tan solo tres horas de tomando como ejemplo el desarrollo que concretó en Shenzhen. En el mismo texto, la presidenta hace un llamado a empresas chinas para que sean socios del “en este gran proyecto”, que hasta el momento es apenas una declaración en un papel.

Antes de hablar sobre el desarrollo que merece Chancay, es necesario entender que poner a Shenzhen como un ejemplo de lo que podría concretarse en dicha zona no es poca cosa (y ojalá la presidenta también lo comprenda así): esta ciudad china pasó de tener 30 mil habitantes en 1979 a más de 17 millones de habitantes al 2022, tras ser declarada zona económica especial en el país asiático, y es un ejemplo de desarrollo urbano contemporáneo en el plano global, solo comparada con otras ciudades como Es considerada el ‘Silicon Valley’ chino, ostenta un per cápita que supera los US$27.000 y, a la fecha, se mantiene como la ciudad con el más rápido crecimiento económico en China. Un escenario que ningún país sudamericano ha podido replicar en espacios de alto potencial.

¿Podría el Perú lograr que Chancay sea el siguiente Shenzhen? Con voluntad política (un componente vital que luce bastante lejano en la actualidad) y planeamiento adecuado (que rara vez se ve desde el Estado), valdría la pena soñar. Pero las palabras de Boluarte se pierden en la nebulosa cuando nos enfocamos en la situación presente que enfrenta Chancay, y que la presidenta y su gobierno parecen ignorar: a poco más de tres meses de que se inaugure la megaobra de US$1.300 millones, Chancay ya está desbordada, asediada por un fuerte incremento en el valor económico de sus terrenos, y no existe ningún plan que evite que la infraestructura de la ciudad colapse en el corto plazo. En un informe publicado a inicios de abril en estas páginas, la periodista nos revelaba que la población de Chancay puede llegar a quintuplicarse, pasando de 70 mil a 350 mil habitantes en los siguientes años; un escenario caótico para el que Chancay no está preparada. A ello se suma el importante flujo vial que se incrementaría cuando el puerto empiece a operar, para lo cual tampoco se han tomado acciones concretas. El alcalde de Chancay, Juan Álvarez Andrade, señalaba hace unos meses a este que el gobierno central los había dejado solos, sin posibilidades de enfrentar la creciente y sin planes concretos de expansión.

El megapuerto de Chancay colocará al Perú en una posición única en la región, y solo parecería lógico que el Ejecutivo le preste más atención a su debido desarrollo. Pero en un escenario como el expuesto, aspirar a que Chancay sea Shenzhen parece mucha ficción para nuestra triste realidad.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Paola Villar S. es Productora editorial y periodista