El inicio de la presidencia de en Estados Unidos se ha sentido como una tormenta tropical en la agenda económica del mundo. Un vendaval de órdenes ejecutivas ha dejado claro que su intención es intentar cumplir todas sus promesas de campaña, incluyendo el fin de la ciudadanía por nacimiento y la salida del país de la Organización Mundial de la Salud y el Acuerdo de París.

En materia de comercio internacional, sin embargo, los mercados aún le dan el beneficio de la duda. La imposición de aranceles del 25% a Canadá y México no formó parte de estas órdenes ejecutivas y, según Trump, recién se concretaría el 1 de febrero, avivando la esperanza de que se pueda evitar una guerra comercial global que golpee a países exportadores como el Perú e incremente la inflación.

El optimismo de los mercados se mantiene pese a que Trump amenazó ayer a los líderes empresariales presentes en el Foro de Davos diciéndoles que, si no fabrican en Estados Unidos, tendrán que pagar aranceles y que quienes produzcan en ese país se beneficiarán de impuestos “entre los más bajos del mundo”.

El entusiasmo por esta nueva era de bajos impuestos y menor regulación se refleja en el nivel récord en el que cerró ayer el índice S&P 500 de la Bolsa de Nueva York y en la inédita presencia de las cabezas de las gigantescas tecnológicas en la ceremonia de toma de posesión presidencial el lunes.

Al parecer, los líderes de Facebook, Amazon, Google y Apple no quieren quedar mucho más alejados del poder que el hombre más rico del mundo, Elon Musk. Luego de gastar al menos US$250 millones en la campaña de Trump, Musk dirigirá el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés), un encargo que le da carta blanca para reducir la burocracia gubernamental pese al evidente conflicto de intereses que representan los contratos de sus empresas con el gobierno.

Este júbilo, sin embargo, contrasta con la preocupación de quienes ven en las políticas de Trump una apuesta cortoplacista que puede costarle mucho al país más poderoso del mundo en materia de corrupción, calidad regulatoria, sostenibilidad fiscal y medioambiental, así como en la protección de los derechos humanos y las libertades personales.

Lo que queda claro es que va a ser interesante ver cómo el gobierno de Donald Trump permite discernir entre las empresas que honestamente están comprometidas con un manejo social y ambientalmente responsable y aquellas que ven en este nuevo escenario una oportunidad para mostrar, sin ningún rubor, que lo único que les interesa es incrementar su capitalización bursátil.






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Alejandra Costa es Curadora de Economía de Comité

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