
Países pequeños y medianos como los nuestros nos encontramos, de pronto, más vulnerables al abuso y la prepotencia caprichosa.
El inicio del gobierno de Donald Trump respecto de América Latina ha sido desastroso. No hay nada constructivo en sus primeras declaraciones y acciones. Todas han sido amenazas y medidas agresivas.
Ciertamente, esa actitud puede ser vista, como se ha dicho, como una táctica para negociar, pero no se puede descartar que el magnate inmobiliario cumpla o busque cumplir sus amenazas. Ello puede ocurrir en lo que se refiere al anuncio de la imposición de aranceles del 25% a las exportaciones de México a Estados Unidos. Y lo mismo puede señalarse respecto de la pretensión insolente de retomar el control del canal de Panamá.
Trump es proteccionista, aunque su amigo Javier Milei pretenda hacernos creer lo contrario, y esa postura nos puede generar dificultades.
Por otro lado, la expulsión masiva de inmigrantes ilegales, si se lleva a cabo en las dimensiones anunciadas, tendrá consecuencias económicas y sociales. Varios países de la región dependen fuertemente de las remesas de los inmigrantes a sus familiares como fuente de divisas y podrían verse desestabilizados. Lo que es peor es que se tilde de “criminales” a millones de latinoamericanos que solo están buscando un mejor futuro para ellos y sus familias, y que, en su enorme mayoría, son personas honestas y trabajadoras. No es necesario difamar para hacer cumplir las normas migratorias.
Más allá, el manifiesto desdén del inquilino de la Casa Blanca por el derecho internacional y el multilateralismo es una pésima noticia para los países latinoamericanos que encuentran protección y beneficio en ellos. Que el líder de la primera potencia mundial eche por tierra los principios que gobiernan, en parte, el mundo tras la Segunda Guerra Mundial significa que se abre la puerta a la ley de la selva. Países pequeños y medianos como los nuestros nos encontramos, de pronto, más vulnerables al abuso y la prepotencia caprichosa.
Habrá que ver si el secretario de Estado, Marco Rubio, de origen cubano, puede balancear las pésimas señales enviadas por su jefe.
Si Trump lleva a Estados Unidos a un nuevo aislacionismo, el mundo comenzaría a parecerse más al anterior a 1945: más pobre, fragmentado y violento.
Cabría decir primero que Donald Trump dedicaría menos atención a Latinoamérica que a otras regiones del mundo, porque es relativamente menos importante y exitosa. Los países emergentes del Asia del Este y el Pacífico representaban en 1960 el 2,6% del PBI mundial y en el 2023 llegaron al 21,7%. Latinoamérica era en 1960 el 6,6%, y para el 2023 había pasado al… 6,4%.
En segundo lugar, Trump ha hecho varias amenazas, pero aún es pronto para saber si solo las hace para obtener concesiones, o si en verdad piensa llevarlas a cabo.
Si lo hiciera, hay dos países que sí podrían recibir bastante atención, aunque desfavorable. El primero es Panamá, que, dice Trump, debería “devolverles” el canal. El segundo es México, porque su política migratoria más estricta dejaría a cientos de miles de extranjeros varados allí. Además, Trump ha dicho que le impondrá un arancel de 25% y que enviaría fuerzas especiales allí –sin autorización de México– para luchar contra los cárteles de drogas.
En cuanto a los países latinoamericanos en general, Trump podría deportar a cientos de miles de inmigrantes de la región que perderían sus trabajos y, con ellos, sus familiares se quedarían sin las remesas que ahora les envían; y subir los aranceles a las exportaciones de la región.
Otras políticas podrían impactarla aún peor. Trump ha planteado rebajas masivas de impuestos. Esto subiría mucho el déficit fiscal y las tasas de interés de Estados Unidos, lo que aumentaría los costos de financiamiento en la región, golpeando en especial a los países con una fuerte deuda externa. También causaría una significativa salida de capitales.
Finalmente, desde 1945, Estados Unidos ha sido el principal sostén del orden internacional, caracterizado por el libre comercio y la cooperación. Este orden dista de ser perfecto, pero, si Trump lleva a Estados Unidos a un nuevo aislacionismo (“América Primero”), el mundo comenzaría a parecerse más al anterior a 1945: más pobre, fragmentado y violento. Lo que tampoco ayudaría a Latinoamérica.

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