Estamos a poco más de un mes de que se celebren en todo el país elecciones regionales y municipales, y la gran mayoría de ciudadanos no parece notarlo.
No es que no sepan de la inminencia del proceso electoral, sino que el hastío y la desconfianza general que los peruanos hemos desarrollado hacia la política produce una especie de mecanismo de defensa que bloquea el interés que antes suscitaban los comicios de este tipo. La escasa atención que todavía generan en el común de la gente los vaivenes de la procura y la administración del poder es consumida casi por completo por las investigaciones fiscales que se le siguen al presidente Pedro Castillo y su entorno más cercano.
Lo que se definirá el próximo 2 de octubre, sin embargo, es fundamental, pues para nadie es un secreto que parte de la penosa situación que vivimos a lo largo y ancho del territorio nacional es resultado de pésimas gestiones locales y regionales, así como de la corrupción que campea en ellas. Por eso, en este Diario venimos insistiendo desde hace semanas en poner al alcance de la ciudadanía informes sobre los candidatos y propuestas que competirán en las ánforas dentro de poco, y lo seguiremos haciendo. Esperemos que con buenos resultados.
La historia reciente enseña que probablemente los electores solo cobren plena conciencia de su condición de tales cuando falten dos semanas para la votación y que entonces endosen su respaldo a quienes menos resistencias les provoquen, acaso por tratarse de postulantes poco conocidos. El problema es que esa misma historia enseña también que casi invariablemente esa resignación se convierte pronto en desencanto, y el desencanto rápidamente en indignación. Y eso es producto del haber ido a votar a ciegas, pero con una ceguera, valgan verdades, autoinfligida.
Pongamos por ejemplo lo que sucede actualmente con respecto a la decisión de quién será alcalde o alcaldesa de Lima, la plaza política que más electores reúne en el país. ¿Sabe usted cuántos candidatos para llegar al sillón de Nicolás de Ribera hay? ¿Conoce las propuestas de los que van adelante en los sondeos? ¿Está enterado de la historia personal de cada uno de ellos? ¿Tiene idea de a qué partidos representan?
Si las respuestas a esas interrogantes son negativas, es casi seguro que se esté encaminando usted a un nuevo trance de frustración y arrepentimiento. “¿Cómo pude votar por fulano o mengana?” es un clamor que se escucha frecuentemente en boca de electores irritados, de votantes que se sienten –y de hecho han sido– engañados. Pero la verdad es que parte de la responsabilidad de ese engaño recae en ellos mismos, pues al no haberse informado a tiempo sobre los depositarios de su respaldo precipitaron el escenario que luego deploran.
Esa circunstancia, no obstante, tiene solución. El domingo por la noche se produjo un debate en la televisión entre dos de los tres postulantes a la alcaldía que encabezan las encuestas. Acudieron a la cita Rafael López Aliaga (Renovación Popular) y George Forsyth (Somos Perú). No asistió Daniel Urresti (Podemos Perú), quien, a pesar de haber sido invitado, prefirió simular que no tenía noticia de ello y aprovechar la ocasión para cargar en Twitter contra lo que calificó como “prensa basura”: su manera de aludir a aquellos medios que muestran ángulos de su perfil político que, se diría, no le gusta ver divulgados.
Los dos aspirantes al referido cargo edilicio que sí concurrieron al debate, en cambio, expusieron sus propuestas en forma civilizada y sin caer en los ataques personales, lo que ya es un avance. Ocasiones como esa se van a multiplicar sin duda en las próximas semanas, en la capital y en el interior del país. Y lo sensato sería no desperdiciarlas.
Ahora que todavía estamos a tiempo, lo que toca es prestar atención y registrar lo que los candidatos dicen y no dicen, lo que proponen y lo que ignoran, y tomar luego nuestra decisión en función a esas consideraciones. Hagámoslo ya, antes de que, una vez más, debamos arrepentirnos.