Editorial El Comercio

Dos días atrás, el presidente del Consejo de Ministros, , ofreció otra muestra de lo trastocadas que están sus prioridades. Desde Cusco, adonde había llegado para tratar –estérilmente, por cierto– de levantar un paro que según el Centro de Estudios Empresariales de la Cámara de Comercio del Cusco generará para la región, el titular del Gabinete volvió a enfrascarse en sus cruzadas personales.

En primer lugar, insistió con el bulo – por historiadores y periodistas– de que un Adolf Hitler inspirado en el ejemplo italiano de Benito Mussolini decidió encargar la construcción de autopistas y aeropuertos en su país hasta convertirlo en la primera potencia económica del mundo. Y que nunca quiso homenajearlo cuando lo usó como ejemplo semanas atrás para subrayar la importancia de la infraestructura en el desarrollo de un país.

En lugar de aceptar que se equivocó y que cayó en las redes de una leyenda nazi muy bien tejida y difundida durante décadas por sus legatarios, el primer ministro Torres ratificó sus dichos y aseguró que quienes lo denostaron por su desgraciada referencia que atribuyó a la mala calidad educativa peruana.

En el mismo evento, además, el ministro Torres aprovechó para repetir otra de sus tesis favoritas: que la prensa nacional, y especialmente este Diario al que suele atribuirle cada vez que puede el rótulo de “golpista”, lo señalan porque “estamos afectando sus intereses”.

Como ocurre cada vez que el jefe del Gabinete carga contra la prensa, sin embargo, nunca lo hace sobre la base de una respuesta clara a las decenas de cuestionamientos que inundan el Gobierno del que él forma parte desde el día uno, sino aludiendo a supuestas ojerizas en su contra gestadas supuestamente porque esta administración está perjudicando los resultados económicos de los medios de comunicación.

Lo cierto es que no ha sido este Diario el que, por ejemplo, ha puesto en los sucesivos Consejos de Ministros en los que el señor Torres ha permanecido siempre tan convenientemente callado a apologetas de Sendero Luminoso, maltratadores de mujeres, denunciados por asesinato, promotores del “agua arracimada” y un largo etcétera. Tampoco ha sido la prensa la que decretó un toque de queda en Lima y el Callao evidentemente inconstitucional y por el que los ciudadanos todavía no hemos recibido mayores explicaciones, ni la que ha dictado órdenes de prisión preventiva contra los sobrinos y el exsecretario del presidente que extrañamente consiguieron pasar a la clandestinidad antes de que las autoridades fueran por ellos.

Pero el problema aquí no es solo que el ministro Torres se gaste el crédito persiguiendo molinos, sino que lo haga en lugar de atender aquellos problemas que sí necesitan su atención urgente.

Como mencionamos al inicio, es apenas el último misil que ha recibido un sector al que la pandemia golpeó de manera particular y al que la incapacidad de este Gobierno continúa pegando: el turismo. La crisis de pasaportes, la huelga de controladores aéreos la semana pasada y los bloqueos de caminos por las manifestaciones en todo el país fueron pésimamente gestionados por las autoridades, afectando a muchísimos ciudadanos para los que viajar . Y lo mismo se podría decir del sector minero y del 20% de la producción de cobre en el Perú que se encuentra en riesgo por la incapacidad del Ejecutivo para atender las protestas que impiden las operaciones en las minas y Cuajone.

Para el señor Torres, no obstante, las nefastas consecuencias que podrían sufrir la minería y el turismo parecen menos importantes que seguir devanándose en sus rencillas personales contra la prensa y la historia, o defendiendo las indefendibles sombras que rodean a este Gobierno y a quien lo lidera. Como es evidente en este punto, un presidente del Consejo de Ministros que no ve los problemas donde están o que no hace nada por atenderlos es porque se ha convertido, él mismo, en un problema para el país.

Editorial de El Comercio

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