El candidato al Congreso Orestes Sánchez Luis, de Podemos Perú, participa del debate electoral del pasado domingo. (Foto: Alessandro Currarino/GEC).
El candidato al Congreso Orestes Sánchez Luis, de Podemos Perú, participa del debate electoral del pasado domingo. (Foto: Alessandro Currarino/GEC).
Patricia del Río

No sé si ustedes tienen la misma impresión, pero después de casi cuatro semanas de campaña, me atrevo a pronosticar que el próximo Congreso ‘express’ no será mejor que el que se cerró. Será más equilibrado, no habrá una fuerza mayoritaria que monopolice y manipule la agenda; pero no nos vamos a librar de la discusión hueca, la payasada mediática, la indignación de telenovela.

Y es que, en estas épocas extrañas que nos toca vivir hay una vocación por la trascendencia de lo intrascendente que agota. Un chico de 15 años puede ganar más plata de la que ganaron sus padres en toda su vida, subiendo videos ridículos a You Tube en los que se embute tres hot dogs en un minuto. Un actor o actriz tiene que estar activo en redes sociales y subir fotos y videos de su hijo, su perro, su gato y su outfit porque si no pierde atractivo para el mercado. Más importante que ser alguien en la vida por las cosas que has logrado, es ser ‘influencer’ con miles de amigos y seguidores virtuales a los que hay que seguir alimentándoles el morbo y la curiosidad para que dejen su ‘like’.

Hace un par de décadas, los políticos podían tener personalidades más o menos pintorescas; ser más o menos inteligentes o idiotas, pero uno podía notar cierto pudor en su comportamiento, cierta preocupación por no hacer el ridículo. Hoy, en cambio, la estupidez no es más producto de un lapsus, el hecho bochornoso no es el resultado de un descuido. Estamos ante varios partidos políticos (no todos) que quieren posicionarse como los reyes de la ‘showlítica’, y que a diferencia de Susy Díaz, que enseñaba el poto para llamar la atención sobre su candidatura, ellos han vuelto del poto el centro de su propuesta; han hecho de la vacuidad una promesa.

Postular como cabeza de lista a Antauro Humala, pregonar cataclismos y fines del mundo porque los niños reciben educación sexual en los colegios, hacer ‘spots’ de campaña denigratorios y que incitan a la violencia son los ingredientes de esta apuesta estrafalaria. Escuchar a ese señor que se hace llamar ‘Chibolín’ declararse un ser superior que viene a salvarnos a nosotros los terrícolas de nuestras desgracias no es una broma de mal gusto: es el clímax de esta política mamarrachenta que viene disfrazada de falsos cruzados de la moral y defensores de la patria.

Si bien los electores ya han demostrado que no le regalan así nomás su voto a cualquier improvisado, recordemos que en el pasado ha habido lo que podríamos llamar el voto “jódete”. Ese que se le otorga a un candidato que enerva al ‘establishment’ solo para fregar a los políticos de siempre. Y sí pues, lo que hoy nos parece gracioso o pintoresco no lo será siempre: una de las bromas de los creadores de “Los Simpson” era colocar a Donald Trump como presidente de Estados Unidos, hasta que la broma se volvió realidad; y no, ya no da risa.

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