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El país de los tuertos
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En el país de los ciegos, ya se sabe, el tuerto es rey. ¿Pero qué ocurre en el país de los tuertos? ¿A qué tipo de individuo tienden a entronizar aquellos que observan el mundo cerrando un ojo? La pregunta resulta pertinente ahora que empiezan en la Plaza Bolívar los cabildeos para elegir a los candidatos que habrán de postular en menos de dos semanas a la presidencia del Congreso.

Semejante operación es siempre delicada; después de todo, se trata de seleccionar a quien conducirá por un año los destinos del llamado “primer poder del Estado”. En esta oportunidad, sin embargo, el asunto se presenta más espinoso que de costumbre, pues para nadie es un secreto que la situación de la señora Boluarte al frente del Ejecutivo es frágil y que cualquier ventisca ingrata podría arrastrarla lejos de Palacio por la vía de una vacancia. Por el momento, no parece existir en el hemiciclo un ánimo mayoritario para avanzar hacia esa figura, pero las coyunturas electorales convierten a los parlamentarios en seres tornadizos, y estamos por iniciar una que se anuncia particularmente agitada. Ante ese eventual escenario, como se sabe, quien sucedería en la presidencia a la actual mandataria sería el próximo titular del Legislativo, por lo que sería razonable que los llamados a hacer el ‘casting’ para el cargo en cuestión estudiasen con mil ojos a los aspirantes a ocuparlo. No daría la impresión, sin embargo, de que tal cosa esté sucediendo. Todo sugiere, más bien, que los patrones de los partidos que controlan las bancadas más nutridas de la representación nacional se han puesto un parche sobre uno de los dos luceros que les obsequió la providencia y se disponen a ejercer la responsabilidad que les toca con puntería opinable.
–Broche de oro (ilegal)–
Los partidos a los que nos referimos son Fuerza Popular, Alianza para el Progreso y Perú Libre, los socios principales de la Mesa Directiva que está por retirarse. Y también de la anterior. Preocupados por la posibilidad de lucir cercanos al Gobierno o la de atraer sobre sí el rechazo que genera el Congreso en la ciudadanía (algo que de todos modos ocurrirá), ninguno de ellos se muestra interesado en extraer de sus filas al postulante a la presidencia del Parlamento. Con esa idea en mente, se han puesto a revisar las nóminas de sus socios minoritarios; es decir, las de aquellas bancadas que hasta ahora vivían de los despojos que ellos les lanzaban cuando el banquete de la distribución del poder real había terminado. Y en ese afán, parecen haber puesto el ojo que mantienen abierto en la menesterosa hueste de Somos Perú. Han detectado allí, según indican los trascendidos, al legislador José Jerí, de escasa recordación entre quienes siguen los avatares de la política local, a no ser por el hecho de que tiene en curso una investigación fiscal como presunto perpetrador de una violación sexual. Un supuesto delito que, desde luego, sus acusadores tendrán que probar antes de demandar que caiga sobre él cualquier sanción.
Esa circunstancia, no obstante, no debería impedir a sus auspiciadores ver que un titular del Congreso con semejante sombra revoloteando sobre su cabeza constituiría una especie de broche de oro (ilegal) al ciclo que se abrió con la llegada a ese encumbrado puesto de personajes señalados por beneficiarse con las leyes que hacían aprobar en el pleno o por sus vínculos con la minería informal… Pero la isla que habitan quienes apetecen el poder es con frecuencia un país de tuertos, y los individuos que ellos eligen para reinar en su nombre tienden a ser un atado de virtudes invisibles.

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