Las fiestas QR por dentro: menores de edad, alcohol y descontrol | CRÓNICA

Los organizadores alquilan inmuebles lujosos, especialmente en La Molina. El Comercio se infiltró en la fiesta Oasis, organizada ‘Soirees group’ y ‘RAIA group’ el último sábado. Ambos también realizaron el evento al que Franco Castelo (18) asistió con tres amigos menores de edad hace un mes y fue agredido salvajemente tras retirarse de la fiesta.

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RAIA y Soirees publicaron el anuncio de Oasis en sus cuentas de Instagram el 26 y 27 de junio, respectivamente. Las publicaciones solo anuncian la fecha del evento y el costo de los dos tipos de entrada: S/.40 para VIP y S/. 30. La ubicación se mantuvo en secreto.

Enviamos un mensaje a la cuenta de Soirees para consultar por una entrada VIP. Nos dieron el número para realizar el pago a través de Yape y el nombre de la titular de la cuenta: Enma Díaz, líder de Soirees, la organizadora de la fiesta. Una vez realizada la transferencia de S/.40, nos pidieron la constancia de la operación y solicitaron un correo electrónico para enviarnos la entrada QR.

La entrada que recibimos por correo incluía un código QR e indicaba que el evento se realizaría en Monterrico, Surco, sin precisar la dirección exacta. Así de sencillo fue conseguir un pase para la fiesta.

La cuenta de Soirees nos pidió que agreguemos el número de Enma para comunicarnos por WhatsApp e ingresar al chat grupal del evento. El viernes, la organizadora envío un mensaje al grupo para anunciar nuevas promociones de venta de entradas, reiteró que la fiesta se realizaría en Monterrico y aseguró que la ubicación exacta sería revelada el sábado a las 3 p.m.

Sin embargo, Enma nos preguntó si queríamos asistir a una fiesta en La Molina invitando a dos personas más. Le preguntamos si podía asistir un menor de edad y afirmó que no habría problema.

Finalmente, el sábado a las 4 p.m., Enma nos compartió la dirección real de la fiesta: Jirón Paseo de los Eucaliptos 700 en la urbanización Camino Real, La Molina. Las historias en Instagram y mensajes por el chat grupal del evento anunciando que se realizaría en Monterrico trataron de encubrir su ubicación exacta.

Llegamos a las 11 p.m. al Jirón Paseo de los Eucaliptos. A cada minuto, un nuevo vehículo dejaba a grupos de tres a cinco chicos, quienes caminaban hasta la enrejada calle Fontanar, donde estaba la puerta de acceso al evento. Su aspecto delataba que muchos eran menores de edad. Algunos llegaban con botellas y latas en mano.

Ingresar fue tan sencillo como adquirir las entradas: una señora frente a la puerta nos pidió que enseñemos el código QR y nos dejó pasar. No hubo necesidad de mostrarle nuestro documento de identidad ni revisó los objetos que llevábamos.

Aproximadamente, 200 personas entre jóvenes y menores de edad se encontraban en la vivienda. Botellas y latas en mano, se divertían sin ser conscientes de la falta que cometían ni del riesgo que enfrentaban en un local sin autorización, donde tampoco existía medidas ni protocolos de seguridad ante cualquier emergencia.

—¡Hay poco trago en la barra! ¡No queda ni para los VIP’s! Los chibolos se están acabando todo.

—Avísale a Óscar que al frente hay una tienda para nos compre unos Four [Loko] antes que entre. Acá ya le pagamos.

Cuando ingresamos, solo quedaban dos botellas de ron en la barra, lo que motivaba las quejas de muchos asistentes debido a la poca cantidad de alcohol. Por ello, mediante audios y llamadas telefónicas pedían a sus amigos en camino al evento que compren bebidas alcohólicas. El olor a marihuana en el ambiente aumentaba conforme el paso de los minutos.

Salimos del evento a las 11:30 p.m. “¡Si se van, no hay reingreso!”, advirtió la señora, que continuaba como única vigilante del acceso a la vivienda. Un vehículo de serenazgo de La Molina pasó por el Jirón Paseo de los Eucaliptos, pero no se acercó al local pese al alto volumen de la música de la fiesta.

Llamamos al serenazgo de La Molina para explicar todo lo que ocurría en el evento. La mujer que nos contestó respondió que los serenos solo realizarían una labor disuasiva, es decir, solo podían pedirles que bajen el volumen. “La unidad de fiscalización se encarga de intervenir a las fiestas”, manifestó.

A las 11:53 p.m., llamamos al número del área de fiscalización del municipio del distrito.

Esperamos cerca de la casa hasta la 1 a.m. del 16 de julio, pero ningún vehículo ni personal de serenazgo o de la Policía Nacional se acercó a la vivienda.

Horas después, la municipalidad de La Molina nos informó que a aproximadamente a la 1:15 a.m. miembros de la unidad de fiscalización del distrito y de la comisaría PNP de santa Felicia acudieron al lugar, verificaron la presencia de menores y consumo de alcohol en el interior, y retiraron a todos los asistentes. Además, anunciaron que colocarán una sanción a los propietarios del inmueble.

Esta vez, no hubo heridos ni muertes que lamentar, pero llama la atención la facilidad para la organización y acceso de menores de edad a estos eventos, además del desconocimiento y la tardía reacción de las autoridades para enterarse y fiscalizar las fiestas QR.