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¿Tendremos una segunda vuelta boliviana? Una crónica de Fernando Vivas
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Mientras acá nos preparamos para la guerra entre la derecha y la izquierda escupiéndose en la cara; en La Paz se hizo la paz. El país que ‘iba camino a ser fallido’ como dijo Dina con absoluta impertinencia en su mensaje del 28, deja un saldo electoral que promete estabilidad con recetas sensatas para revertir su crisis económica. Evo Morales, inhabilitado para postular, perdió con su campaña del voto nulo, y parte de su electorado se fue al centrista Rodrigo Paz, que con el 32% de la votación, se la verá con el derechista Jorge ‘Tuto’ Quiroga que alcanzó el 27%. Rodrigo (57 años) es hijo del expresidente Jaime Paz Zamora (1989-1993), con similar perfil a su padre, concebido en la centro izquierda con tendencia a acodarse hacia la centro derecha. Es un ‘insider’ de la élite política tradicional, actual senador por el Partido Demócrata Cristiano y ex alcalde de Tarija.
‘Tuto’ (65 años) fue vicepresidente de Hugo Banzer, que falleció en pleno mandato. Así llegó a la presidencia por un año. Luego aspiró al plato completo en varias oportunidades, sin suerte. Si se cumple la reiterada oferta de Samuel Doria, que quedó tercero, de apoyar a Paz y más votos huérfanos masistas se inclinan hacia este; Quiroga ya perdió ¿Podríamos tener un escenario así de, digamos, ‘cool’?
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En principio, si dejáramos a nuestros precandidatos a un lado y solo apuntamos la autoidentificación ideológica del electorado, sí es posible tener una segunda vuelta a la boliviana. Según encuesta de Datum del pasado abril, el 28% se autopercibe más con la derecha’, el 24% más con el centro y solo el 11% más con la izquierda. Estos datos se mueven con cierta lentitud, de modo que, podemos especular que la derecha seguirá de moda en abril del 2026 cuando votemos en primera vuelta.
Conversé con Urpi Torrado, CEO de Datum. “En primer lugar, no sería algo excepcional que pasen dos candidatos de perfil no opuesto. Sucedió en el 2016 con Keiko y PPK. O sea, hay un antecedente, pero lo que pasó en el 2021 fue tan extremo, tan polarizante, que nos lo hace olvidar. Puedo decir que, en términos generales, hay un contexto favorable para el centro y la derecha. Pero no hay suficiente información para concluir más”, me dice Urpi evitando especular quienes podrían ser nuestros Rodrigo Paz y ‘Tuto’ Quiroga. Hay muchos factores que podrían cancelar o distorsionar esa presunción. Veámoslos.

Lima y los otros
Las perfiles de los candidatos pueden ser tan atractivos que se imponen más allá de su identificación ideológica. No digo personalidad sino perfil; pues el carisma, mérito, talento, capacidad oratoria o cualquier virtud laboriosamente adquirida y ejercida en beneficio de una posición de izquierda o derecha; suele resultar secundaria ante el lugar de origen, la condición étnica, el nivel socioeconómico u oficio. Fue el caso de Pedro Castillo, cero virtudes y un fenómeno de representación que le permitió encarnar un polo en un momento determinado. En su caso pesaron las polarizaciones antifujimorismo/fujimorismo y regiones/Lima tanto o más que la polarización izquierda/derecha.
Los politólogos Rodrigo Barrenechea y Daniel Encinas han escrito recientemente el ensayo “Cleavages without parties: Populism and its voters in Perú” (“Clivajes sin partidos: populismo y su electorado en el Perú”). Allí sostienen que lo común es que los clivajes o polarizaciones estén encarnadas por partidos, pero en Perú pueden prescindir de ellos y adquirir efímeros rostros. Valga ese apunte porque ante tanto partido y candidato nuevo es muy probable que eso es lo que nos espere. Pero lo más importante es que Rodrigo y Daniel destacan que la polarización o clivaje crucial que nos estremeció en el 2021, aquel de Lima versus regiones o Lima versus ‘Perú Profundo’, puede volver a estremecernos en el 2026. Lo que ellos llaman la ‘geografía del voto’ está correlacionada al grado de integración al mercado y a la identidad racial del electorado. A más identidad andina y menos integración al mercado, mayor respaldo a un candidato populista radical enfrentado a un candidato que encarne la política y el Estado, centralizado en Lima. Apuesto a que varios partidos y sus estrategas ya tienen esa polarización en mente.
Los autores señalan, además, que persiste un electorado populista en busca de candidato; razón adicional que haría pensar que nos conducimos a una polaridad con discursos encendidos y odiosos, alejándonos del espejo boliviano. Le pregunté a Barrenechea si podemos descartar la alternativa boliviana o la mantenemos como una seria posibilidad: “Una segunda vuelta sin izquierda es posible, por supuesto. Con la fragmentación que tenemos, todo es posible” me respondió y me recordó, igual que Urpi Torrado, que ya sucedió en el 2016. Aquella vez, ante dos candidatos limeños de derecha, la izquierda antifujimorista apoyó a PPK y atrajo para él una gran ventaja en regiones que ya en el pasado se habían comportado ‘anti limeñas’ y lo volvieron a hacer en el 2021. Por ejemplo, en Puno, corazón actual del radicalismo antiboluarte aymara y quechua, el ‘gringo’ PPK obtuvo 62% de los votos frente al 37% de Keiko.
Rodrigo me aclara que “una segunda vuelta sin izquierda no quiere decir que nuestros clivajes no se vayan a activar”. O sea, las polarizaciones están a flor de piel, a punto de excitarse apenas caliente la campaña. Si la izquierda no lograra pasar a segunda vuelta encarnando un polo anti sistema, lo hará el centro o la propia derecha contra una derecha más tradicional. El politólogo pone el ejemplo boliviano sin el MAS: “Paz fue votado en el occidente [La Paz], Quiroga y Doria en el oriente [Santa Cruz], la clásica división política boliviana”. O sea, de todos modos las polarizaciones entran a tallar, haya o no candidatos extremistas. “Volviendo al Perú, la pregunta es si los clivajes se activarán con opciones más o menos radicales. Al sacar a Vizcarra de carrera, una opción no radical con aceptación en el sur peruano; se han incrementado las chances de una opción radical”, añade Rodrigo. O sea, sin Vizcarra o algún otro candidato de centro que atraiga votos del ‘Perú profundo’, nos alejaríamos de la opción boliviana.

Barrenechea prefiere abstenerse de mencionar a posibles equivalentes de un Rodrigo Paz o de un Vizcarra habilitado que pudieran trenzarse en segunda vuelta con la derecha identificada con Lima. Pongamos de ejemplo, como ejercicio, a Alfonso López Chau, líder del novel partido Ahora Nación. A diferencia del cincuentón Paz, es un ‘outsider’ setentón sin experiencia en la gestión pública, más allá de haber sido rector de la UNI. Ha figurado modestamente en algunas encuestas de intención de voto (2% en Ipsos de agosto y 3.2% en CPI de julio). Es limeño chalaco pero con la ‘pequeña épica’ de haber abierto el campus de la UNI para que acampen los manifestantes puneños que protestaron contra Boluarte en el verano del 2023, lo que facilitaría su eventual identificación con las regiones. Sus bases estudiantiles radicalizadas lo empujaban a una alianza con la izquierda radical de Nuevo Perú, pero prefirió quedarse en un autoproclamado centro que se percibe más hacia la izquierda que hacia la derecha. Esa fue una de las razones que frustró una alianza con Rafael Belaúnde de Libertad Popular, el nieto liberal de Fernando Belaúnde que patea más hacia la centro derecha.
Apenas empezamos a conocer a López Chau y otros precandidatos como para confirmar si sus dichos, gestos, apoyos y esbozos de programa los ubican en puntos determinados de los ejes polarizantes. Pero podemos decir, por ejemplo, que López Chau está mas cerca del centro y de Rodrigo Paz que el antropólogo puneño Vicente Alanoca, el precandidato que Nuevo Perú y su lideresa Verónika Mendoza, han elegido con la obvia apuesta de que sea el candidato radical de las regiones frente a un limeño de derecha. En el cálculo de NP, Alanoca es un Pedro Castillo con doctorado y predicamento. Irónicamente, Alanoca dijo hace unas semanas que el Perú puede inspirarse en el modelo boliviano (Red Regional de Medios, 18/6/25). Se refería al cancelado modelo del MAS, porque lo que se viene en la segunda vuelta del vecino lo excluye completamente.
Si tuviéramos una segunda vuelta a la boliviana, sin izquierda, ¿quiénes podrían encarnar la derecha a secas? Tenemos nombres más conocidos que en la izquierda y con mayor intención de voto registrada en las tempranas encuestas. Ahora bien, los dos primeros de los sondeos, son insiders polarizantes. Keiko Fujimori, aunque ella misma no tenga el temperamento de un Javier Milei, para citar al máximo referente regional de la derecha invitado al próximo CADE, sí genera opuestos radicales, como Castillo.
Rafael López Aliaga, quien por primera vez lidera la intención de voto en la última encuesta de Ipsos con 10%, ejerce el discurso polarizante. Además, la distribución de su electorado confirma el clivaje crucial Lima/regiones subrayado por Rodrigo y Daniel. En la encuesta citada es el precandidato con mayor disparidad geográfica. Tiene 18% en Lima y apenas 5% en regiones. Por supuesto, si confirma su candidatura y renuncia a la alcaldía metropolitana hará lo posible por despercudirse de ese sesgo. Y si llegara a una segunda vuelta, su rival, sea de centro, de izquierda o de la misma derecha, aprovechará esa disparidad para forzarse como el candidato de las regiones.
Nuestra fragmentación será mayor que la boliviana (8 candidatos) y que la ecuatoriana (16 candidatos), solo para citar a dos vecinos con elecciones en las últimas temporadas. En Ecuador, notablemente, el voto en primera vuelta se concentró en dos candidatos y el ganador, Daniel Noboa, ya era presidente de transición. Milagro de continuidad. Con nuestros 43 partidos hábiles para el 2026, la mayoría de reciente inscripción, si solo la mitad de ellos presentaran candidatos, tendríamos más de 20 candidatos, lo que nos torna más impredecibles electoralmente que cualquier vecino. Solo para dar una nota de color, vean en la última encuesta de Ipsos asomar con 2% a Arturo Fernández, precandidato del flamante partido Un Camino Diferente, ex alcalde de Moche y vacado alcalde de Trujillo, cuya pequeña épica es haber mandado a hacer y rehacer en Moche, tras ser destruida en varias oportunidades, la escultura de un huaco con un pene gigantesco. No es para reír. Imaginen que un ‘populismo genital’ pudiera llegar a la segunda vuelta, imaginen que el típico dibujo obsceno de un voto nulo se convierta en símbolo oculto de una alternativa para marcar en la cédula. Mejor nos vemos en el espejo boliviano










