La presidenta Dina Boluarte no ha logrado recuperarse de los récords negativos históricos de popularidad alcanzados desde mitad de año, cerrando el 2024 con una aprobación de apenas 3%, la cifra más baja registrada también el mes anterior, según la última encuesta de Datum Internacional para El Comercio.
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En tanto, el rechazo a su gestión subió al 95%, diez puntos porcentuales más respecto a inicios de año y casi veinte desde que comenzó su gestión. Y el porcentaje de indecisos se reduce ahora a 2%, el más bajo y lo que refleja que la amplia mayoría de peruanos tiene una percepción definida y esta es negativa hacia Boluarte.
El descontento es transversal, pero es en el centro y sur del país en donde su aprobación llega ahora solo al 1% y 2%, respectivamente. Y, por edades, es de 1% entre quienes tienen 35 y 54 años. Son cifras inéditas, dentro del margen de error.
El estudio de Datum también recoge que hay un sentimiento de decepción sobre el manejo del país entre quienes desaprueban a Boluarte (33%), así como una molestia por la indiferencia hacia los problemas reales (20%) de la gente.
Su gabinete Ministerial que encabeza el premier Gustavo Adrianzén tampoco muestra mejoras en su aprobación, con un rechazo al titular del Ministerio del Interior (Mininter), Juan José Santiváñez, que inclusive escala cuatro puntos porcentuales y llega hasta el 80%.
Por otro lado, el presidente del Congreso, Eduardo Salhuana, registra también una reducción en su popularidad: pasó del 10% reportado en setiembre a solo 5%, mientras que su desaprobación subió significativamente hasta diez puntos porcentuales, llegando ahora al 82%.
Y en Lima, el alcalde Rafael López Aliaga logró subir cuatro puntos porcentuales respecto a octubre, por lo que el respaldo a su gestión se ubica ahora en 33%.
—Puntos de vista—
Para el analista político Enrique Castillo, la situación de la presidenta “es bastante delicada” y demuestra que ninguno de los recursos a los que ha apelado —incluso como el foro APEC y la inauguración del megapuerto de Chancay— no le han servido para mejorar su relación con la ciudadanía.
Por el contrario, agregó, su actitud y su accionar “cada vez más confrontacional y con más soberbia”, “la están alejando muchísimo más de la población”.
“Se cree ella efectivamente que está haciendo un buen gobierno, cuando todos sabemos que Chancay, el aeropuerto y tantas otras cosas no son de su gobierno, vienen de atrás. Ella cree que poniéndose más dura va a lograr el apoyo de la población, al contrario, la está distanciando más”, incidió Castillo.
El analista resaltó la gravedad de la situación debido a que, al ser tan rechazada y distante, cualquier acción que se genere para sacarla del cargo “no movería un solo pelo a la población y, por el contrario, generaría un apoyo casi unánime”. “Esta soledad es histórica y es brutal”, apuntó.
Así, con esas cifras, Castillo estima que el 2025 será un año “pésimo” para la jefa del Estado. “Cada vez va a tener menos apoyo del Congreso, cada vez va a estar más encerrada en palacio porque la población la va a rechazar a ella y a sus ministros. Y si no toma decisiones realmente radicales con su gabinete, lo que le espera es la distancia de los partidos y una campaña electoral que ya va a empezar”, subrayó.
Luis Benavente, director ejecutivo de Vox Populi, indicó Boluarte “no tiene capacidad de reacción, de respuesta ni de gestión de comunicación política”. Apuntó que no ha sabido capitalizar eventos como APEC, CADE e, incluso, el bicentenario de la batalla de Ayacucho, a la cual tampoco acudió.
“Son oportunidades que ella no sabe sacarle partido, se ve que falla ella y falla su equipo de asesores que tiene y no le veo capacidad de respuesta. Lo que tendría que hacer es dar un cambio drástico y hacer un nuevo equipo ministerial con figuras de distinto tinte político, independientes, técnicos, gente de mucho renombre y relanzar su gobierno”, subrayó. Aunque —apuntó— ya ha dado reiteradas muestras de no tener ese manejo político.
Continúa el deterioro del Gobierno y del Congreso. La aprobación a la gestión de Dina Boluarte se mantiene y el incremento de la desaprobación está dentro del margen de error. Cabe resaltar que estos resultados mantienen la misma tendencia que la registrada en noviembre, mes en el que el levantamiento se realizó antes de APEC y de la inauguración del puerto de Chancay, lo que indicaría que, aunque sean acciones muy valoradas, serían insuficientes para mejorar la percepción hacia la presidenta. Y, aunque esta encuesta sí recoge sus declaraciones en relación con la pena de muerte, no mide el impacto de las expresiones del ministro de Educación.
Por ello, lo importante es no perderse en la coyuntura y hacer un análisis más profundo. La popularidad está en estado crítico y la crisis es cada vez más profunda. Aunque pareciera que no se puede estar peor, la popularidad del ministro del Interior presenta una caída importante. Pero este problema no es solo del Ejecutivo, entre setiembre y diciembre de este año aumenta en 10 puntos el rechazo hacia la labor del presidente del Congreso.
Según encuestas en meses anteriores, la principal razón de desaprobación presidencial es la falta de capacidad para gobernar y resolver los problemas del país, lo que se agrava por las denuncias y frivolidades. Sin embargo, es necesario un análisis más de fondo, pues es importante entender los sentimientos asociados a esa desaprobación. No es lo mismo que un ciudadano desapruebe porque le parece que no se hacen bien las cosas que un ciudadano que siente rabia.
El sentimiento que predomina es la decepción, seguido de una desconfianza estructural (no se confía en nada de lo que se haga) y finalmente hay quienes sienten rabia profunda. Esta emoción es más fuerte entre las mujeres, las personas mayores de 55 años y en los niveles socioeconómicos más bajos. La falta de acción efectiva frente a este panorama no solo agrava la crisis de legitimidad, sino que también debilita las bases de la gobernabilidad, haciendo urgente una respuesta que reconecte con las necesidades y expectativas de la ciudadanía. Para revertir esta situación, no solo se requiere liderazgo, sino también resultados concretos y tangibles que demuestren un compromiso real con resolver los problemas del país.
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