“Veo más una ola llevada por el pueblo, que una buena organización” me dice Jorge Paredes Terry a propósito del fenómeno Pedro Castillo. No mira las cosas como opinólogo, sino con ojo de buen cubero. Ha estado en la fundación de muchos movimientos y los ha abrazado hasta que todo se le volvía en contra. Entonces, hacía su carta de renuncia y se iba tranquilamente, o daba un portazo, con bronca y denuncia, como se lo hizo a Ollanta Humala. Pero eso lo recordaremos más adelante.
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Paredes Terry es de un áspero pragmatismo, como mandan los tiempos; tan áspero que incluye el ‘know how’ para resolver conflictos y también para armarlos. Su autodefinición no tiene muchas vueltas ideológicas: “Soy patriótico y nacionalista, enemigo de un comunismo estatista y de un capitalismo salvaje”. Sabe mucho de todos los bandos y tiene en la cabeza una tipología de actores e interacciones, al punto que, en nuestro país Galápagos de la descomposición de partidos, lo veo como un experimento de terciarización de la política.
¿Cómo así? En cada elección tiene una aventura apasionada y distinta, a la que brinda su experiencia para armarle respaldo social con gremios diversos. En el 2016 se ligó a Vladimir Cerrón y fue su candidato a primer vicepresidente en la plancha de Perú Libertario (hoy Perú Libre), pero varias de sus candidaturas regionales fueron tachadas y Cerrón abortó la campaña. Lo más valioso que sacó de esa aventura fue que conoció a la gente que ahora le ha abierto las puertas hacia Castillo. Pero no nos adelantemos.
Durante el gobierno de Vizcarra lo vimos aparecer en la foto, justo donde reventaba el cohete, negociando con el primer ministro Salvador del Solar, una solución para el conflicto entre la comunidad de Fuerabamba, el Estado y la minera MMG, propietaria de Las Bambas. La toma de la carretera que trasladaba el mineral tuvo a la gobernabilidad en vilo por unas semanas. Mientras Jorge asesoraba a los comuneros, estaba afianzando el Frente Patriótico con Antauro Humala. Ese era su prospecto para el 2021. Pero, antes, para el congreso complementario, “se apareció José Vega y le puso el partido [UPP]. También Virgilio Acuña entró con su plata, le pagó una reparación. Eran los que querían ser candidatos a costa de Antauro”.
Paredes hizo su carta y se fue del antaurismo. Tiempo atrás había coincidido con Hernando de Soto en un programa de Canal N y este le había mostrado su interés en conversar. Ya lanzado De Soto para el 2021, el encuentro se produjo y Jorge se ofreció a trabajar su idea del ‘Pacto Social’, que no es otra cosa que conseguir el apoyo declarativo, a cambio de compromisos de política económica y social, de un conglomerado de gremios de transportistas, ambulantes, pescadores, emolienteros, imprenteros, pequeños mineros y un irresistible abanico popular.
Pactos y sustos
Paredes me cuenta cómo le explicó el plan del ‘pacto social’ a De Soto: “Al principio lo veía temeroso, pero le dije que sería un brazo político de su campaña, un tercer estado”. Por cierto, fue él quien convenció a De Soto de que podría mediar en la última huelga de transportistas, aunque los gremios que pudo convocar no eran exactamente los mismos que lideraban el paro. Al pacto, hay que manejarlo con pinzas.
La víspera del fin de la primera vuelta, Paredes peleó con De Soto por un enojoso asunto de la organización del equipo de personeros. De Soto ha dado a entender que Paredes lo traicionó, pero este se defiende con dramatismo: “Te juro por mi madre y mi padre, que están muertos; que nunca pasé un informe, fui leal hasta el último momento, topo jamás”.
Jorge no se fue solo donde el puntero de las encuestas, llevó la idea y los contactos del pacto social consigo. “Con Keiko ni a la esquina” dice, y no sorprende en absoluto su elección por Castillo. Me cuenta que ya hubo una reunión con gente del ‘pacto social’ en el club Apurímac (vecino del local de Perú Libre y usado por la campaña de Castillo para muchos propósitos) donde se han hecho acuerdos preliminares. Le pido un documento que los muestre pero me dice que no lo hay. Mmm... Pero así es la política, mucha promesa y floro, y también un saldo de realidad. Me resumió así el pensamiento de lo que muchos de los dirigentes dijeron a los castillistas: “No vamos a permitir que toquen nuestros ahorros, no vamos a permitir que toquen nuestros capitales, no vamos a permitir que toquen nuestras propiedades”.
Aunque en su lenguaje no hay muletillas marxistas leninistas ni del otro lado, Paredes es un hombre de izquierda y, hasta ahora, el rango de sus aventuras ha ido desde De Soto hasta, ah caramba, el Movadef. Ese es el único episodio cuya evocación, a insistencia mía, lo pone evasivo y culposo. A todas sus otras camisetas las revindica, incluyendo la antaurista. Para responderme, me cuenta su vida. Tiene 47 años y nació en la provincia de Pataz, en La Libertad, de riqueza minera y pobreza estructural. “Ante esa fotografía del país, con minas poderosas y gente que tenía que migrar para trabajar, nació mi indignación, nació mi bronca con el sistema”. Cada palabra está bien escogida, pues la mina más conocida de la zona se llama Poderosa.
“En la plaza de armas de Tayabamba [capital de Pataz] los vi asesinar, mataron a un amigo de mi hermano” dice de Sendero Luminoso. Estudié educación en Tayabamba, pasó un tiempo en Trujillo y migró a la zona de Tingo María. Allí fue profesor rural, como Castillo, y conoció la politización del magisterio. Pero su activismo se abocó a otro gremio, el de los cocaleros, y fue uno de los fundadores del Partido Nacionalista, en el Alto Huallaga. “Yo invité al nacionalismo a Nancy Oregón y Elsa Malpartida”, se jacta.
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Quedó pendiente su historia con el Movadef a fines del 2016. “Tenían interés en conocer el Movadef, su presencia en las universidades era muy fuerte. Me invitaron a conversar con Manuel Fajardo y Alfredo Crespo, el abogado de Abimael, vi que no tenían ningún interés en tomar las armas. Estuvo en la formación del Fudepp [Frente de Unidad de Defensa del Pueblo Peruano, donde el Movadef sumó a otras organizaciones y personalidades]”. Se puede adivinar como acaba la historia: hubo cosas que no le gustaron, hizo su carta de renuncia y se fue.
Paredes quiso relanzar su propio movimiento Patria Para Todos, con un nuevo nombre, Frente Patriótico Radical Antisistema. Pero el esfuerzo no cuajó, a Jorge le va mejor tercerizándose. En ese momento hizo algo aún más promisorio para ubicarse en el espectro político: asesorar a Gregorio Rojas, el líder de la comunidad de Fuerabamba. Había estudiado una maestría de Gestión de Organizaciones en San Marcos en convenio con la Universidad de Bordeaux, pero mucho más había aprendido en la calle y el campo. Y en el Congreso.
El Congreso sirve
A Paredes lo conocimos todos cuando saltó a las portadas en el 2015 denunciando que el gobierno lo reglaba y pidiendo la renuncia de Ollanta Humala. ¿Por qué la bronca, en pleno poder, con el partido que ayudó a consolidar? Se había enrolado como asesor del despacho congresal de Daniel Abugattás. Cuando este fue presidente del Congreso en el 2011, Jorge pasó a encargarse de la oficina de enlace parlamentario con los gobierno regionales y locales.
Mediar en pedidos y visitas de gobernadores y alcaldes que encarnaban todos los problemas del país fue el mejor posgrado imaginable para Paredes Terry. Recuerda, emocionado, que le planteó a Abugattás traer a los alcaldes de los 300 distritos más pobres del Perú y diagnosticar sus problemas comunes. Tras ese evento, Jorge formuló el programa Gestores, que consistía en enrolar jóvenes técnicos para que hicieran sus prácticas asesorando a esos municipios vulnerables. Habló con empresas como el BCP y Backus y comprometió sus auspicios. Todo sonaba demasiado bien, digno de un visionario, y así le sonó a Abugattás, pero Jorge da su versión de por qué se frustró el programa: “Nadine vio que con eso Daniel podía crecer y ser primer ministro, y dijo ni hablar, se tumbó el programa”.
En esa oficina de enlace, Paredes había conocido la tríada de la política peruana con o sin partidos que, para esto, lo mismo da: intermediar entre las necesidades apremiantes de autoridades locales, el hambre de respaldos políticos de los congresistas y la capacidad de gestión del Ejecutivo. Fue el mejor posgrado imaginable para este hombre transversal o atravesado, un organizador talentoso y sin partido, que se terceriza y financia con asesorías a gremios y campañas; y en cada una pone esa pasión irracional, a veces conciliadora, a veces puñalera, de la política de nuestros tiempos.
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