Pasión Dávila, parlamentario del Bloque Magisterial. Foto: archivo Congreso
Pasión Dávila, parlamentario del Bloque Magisterial. Foto: archivo Congreso
Héctor Villalobos

De todo el ‘ramillete’ de congresistas con cuestionamientos que han sido confirmados para presidir las comisiones ordinarias hay un nombre que destaca. Y no lo hace precisamente por sus calificaciones académicas o profesionales o por su experiencia y sapiencia legislativa. Se trata de , representante de Pasco que llegó al Congreso por Perú Libre, luego pasó al Bloque Magisterial y quien se ha constituido desde el inicio de su gestión parlamentaria en uno de los más acérrimos defensores del golpista expresidente Pedro Castillo.

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Para quienes no lo conocen o no recuerdan de quién se trata, en diciembre del año pasado los peruanos fuimos testigos de una escena bochornosa, incluso para los estándares de lo que estamos acostumbrados a ver en el Congreso. En medio del debate de la sesión del pleno en la que se analizaba la situación jurídica de Castillo a pocos días de su intentona golpista, el parlamentario Juan Burgos recibió un sorpresivo y violento puñetazo en la espalda de un colega suyo, quien cruzó el recinto del hemiciclo para atacarlo. Cuando el agredido reaccionó y corrió detrás del agresor, este huyó cobardemente para evitar ser alcanzado. El pusilánime corredor era Pasión Dávila, quien esta semana ha sido designado por su bancada, el Bloque Magisterial, para ocupar la presidencia de la Comisión de Trabajo para el período 2023-2024.

El violento Pasión fue suspendido por 120 días por el Congreso debido a su agresiva acción. ¿Hizo algo productivo durante ese tiempo? Es poco probable. Lo único que se supo de él fue que visitó periódicamente en prisión a su encarcelado líder. Incluso lo hizo registrándose como congresista. Es decir, amparándose en sus funciones pese a que estaba suspendido de ellas.

A Pasión le apasionan los golpes. No solo los físicos, como el que propinó a su colega Burgos, sino los de Estado, como el que dio su amado expresidente. Durante su período de suspensión, también lo vimos viajar al extranjero difundiendo la mentirosa narrativa de que Castillo se encuentra detenido “ilegalmente” y es un “preso político”. “Ni un día lo dejaron gobernar. Hasta que el 7 de diciembre del 2022 lograron, en componenda con el Poder Judicial, los congresistas de la República, las Fuerzas Armadas, derrocar a nuestro hermano Pedro Castillo”, se le escuchó decir en un evento en Argentina en enero de este año. El parlamentario además preside un grupo denominado Comité para la Liberación de Pedro Castillo.

Esta semana, un grupo de periodistas en el Congreso le preguntó al operador de Castillo, ya reintegrado a sus ¿labores? parlamentarias, sobre su alevosa agresión. Lejos de dar muestras de arrepentimiento, defendió su salvajada y la calificó como una “acción positiva”. De acuerdo a su extraño razonamiento, el puñetazo fue “un acto simbólico” que sirvió para que sus colegas “reflexionen” pues ahora ya nadie se insulta en el Congreso.

Este es, en resumen, el violento personaje que será el próximo presidente de la Comisión de Trabajo. Según un informe de Martin Hidalgo publicado el sábado en El Comercio, Pasión no tiene un perfil profesional acorde con la temática de la comisión. Es educador por la Universidad Daniel Alcides Carrión [pobres alumnos]. Tampoco tiene experiencia parlamentaria en el sector. Conociendo sus antecedentes, es un hecho que la legislación laboral en nuestro país sufrirá varios golpes en los próximos 12 meses.

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