Todo empezó con las sobras de un humilde quiosco escolar del Fe y Alegría Nº01, hace 25 años en Lima Norte. Así, con lo poco que tenía a la mano, —unos cuantos productos restantes, una vitrina pequeña y una puerta de madera— Lis Flor Bravo Encarnación convirtió la cochera de su casa en el punto de partida de una historia de esfuerzo y propósito: darle educación a sus tres hijos. Hoy, tras años de dedicación y una estrecha relación con , “Bodega Lis” es uno de los comercios más conocidos en su barrio de San Martín de Porres. Esta es su historia.

Quería que mis hijos estudien, que hagan carrera”, recuerda la ancashina. Y lo logró. Ahora su mirada está puesta en modernizar su , digitalizarla y delegar, aunque sus clientes siguen prefiriendo verla directamente a ella.

Su camino no ha sido fácil. Le tocó acompañar a su padre en una dura enfermedad, cuidar a su hermana en una etapa crítica y enfrentar estafas en los inicios de su negocio. Pero nada la detuvo. Para Lis, emprender es también una forma de empoderarse.

La gran transformación de “Bodega Lis” se dio poco antes de la pandemia, cuando un asesor de ventas de le presentó el agua Loa. “Tenían promociones increíbles. Con un paquete de agua me daban dos de bonificación. Empecé a venderlo cerca del colegio y funcionó”, cuenta contenta.

Gracias a las promociones, precios competitivos, el buen margen de ganancia y el acompañamiento constante de asesores, Lis fue ampliando su stock de productos ISM: agua Loa, Kola Real, Kris, las nuevas aguas saborizadas, entre otros. “A medida que iba pasando el tiempo, los productos de ISM han ido incrementándose. Los niños acá, los buscan bastante y yo misma los recomiendo”, destaca la dueña del negocio refiriéndose a los alumnos del colegio que está a espaldas de su bodega.

Actualmente, Lis forma parte de la Asociación de Bodegueros del Perú, lleva más de 10 años participando activamente y hasta fue elegida Miss Bodeguera 2024, con un vestido de reciclaje hecho por ella misma usando etiquetas de una conocida marca de cerveza.

Por otro lado, con el programa de ISM, Lis ha visto su negocio transformarse. Y aunque sueña con delegar, sabe que su presencia sigue siendo parte esencial de la experiencia. “Los clientes me buscan a mí”, dice con orgullo.

Lis no solo construyó una bodega, construyó un legado. Su historia demuestra que, con esfuerzo, visión y aliados como ISM, es posible transformar lo pequeño en algo grande. Hoy, su tienda no solo abastece a su barrio, también inspira a otras mujeres a emprender sin miedo, a capacitarse y a creer en lo que son capaces de lograr.

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