Lima. Verano de 1997. La ‘U’ no era solo la ‘U’: era el club gobernado por Alfredo González Salazar en el que ya se gestaban dos procesos igual de históricos: el inolvidable tricampeonato y la deuda de más de 100 millones de dólares, ambos, dos hitos que modificarían para siempre su historia. En su casa de Villa El Salvador, muy parecida a la que se ha visto en Foquita: el 10 de la calle, Jefferson Farfán miraba en la TV cómo sus tíos Roberto y Luis jugaban en Primera de ese equipo y se reconocían el orgullo de la familia. Jefferson era hincha de Alianza, jugaba en las inferiores de Municipal pero el club que le sonaba más cercano era la ‘U’. A los 13 años, esos tres equipos resumían sus afectos. Muni le daba sustento al sueño, la ‘U’ pagaba los almuerzos y Alianza era la cima, el insomnio. El futuro. Pero claro, la Foca y Cuto eran su vínculo directo, su espejo. Al año siguiente iban a salir campeones con Universitario de Deportes.
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