Cómo funciona un tsunami y por qué el terremoto de Rusia provocó olas a toda velocidad cruzando el Pacífico

Un potente terremoto de magnitud 8,8 remeció este 30 de julio en la costa de Rusia, en las zonas cercanas a la península rusa de Kamchatka, lo que provocó una inmediata alerta de tsunami en todo el océano Pacífico, afectando incluso a Perú.

Ha sido calificado como el terremoto más poderoso de la región en 73 años, y el posterior tsunami inundó partes de la localidad de Severo-Kurilsk, en las islas Kuriles, donde 2.000 pobladores fueron evacuados.

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En nuestro país, la alerta de tsunami motivó el cierre de los terminales pesqueros y las playas como las que se encuentran a lo largo de la Costa Verde, en Lima. Miles de personas recibieron la alerta en sus celulares por medio de un mensaje del Sismate.

La misma alerta se emitió en Ecuador, Chile, Costa Rica, la Polinesia Francesa, Guam, Hawái y Japón.

Pero qué es axactamente un tsunami, fue suficiente un terremoto para causar alerta en casi todos los países que tienen su litoral en el océano Pacífico, de qué depende su fuerza.

La palabra tiene un origen japonés, en la que “tsu” significa puerto y “nami” significa ola. Es decir, hace referencia a una serie de olas gigantescas que terminar por afectar zonas portuarias. Entre sus características está el retiro del agua del mar para luego presenciar una sucesión de olas de gran tamaño.

La Administración Nacional Oceanica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos señala que “los tsunamis son poco frecuentes, pero pueden representar una grave amenaza para la vida y la propiedad cuando ocurren”.

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Su comportamiento es peculiar pues en aguas profundas puede pasar desapercibido, pero a medida que se acerca a la costa aumenta su tamaño y su velocidad, en especial cuando el agua se vuelve menos profunda.

El origen de un tsunami puede ser muy diverso. Según el NOAA, el 80% de todos los tsunamis conocidos son provocados por terremotos, aunque no todo terremoto es capaz de generar un tsunami.

Para esto, el sismo debe ser los suficientemente fuerte y cercano del fondo oceánico para provocar el movimiento vertical. Este suele desencadenar un tsunami. A esto hay que agregar otros factores como la extensión del área donde se produce y el tiempo.

Estos fenómenos también se pueden producir por el delizamiento de tierra que ingresa al agua provocando su desplazamiento, o incluso cuando el deslizamiento de tierra se produce en el fondo marino. A diferencia del tsunami por terremoto, este caso puede tener un impacto más violento, pero de corto alcance.

Otro escenario contemplado es el impacto de un meteorito, las erupciones volcánicas o incluso el efecto de las tormentas, a lo que se conoce como meteotsunami. Se suelen producir en los grandes lagos, el Golfo de México, la Costa Atlántica y los mares Mediterráneo y Adriático.

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En el caso del tsunami de Kamchatka, es el terremoto el que provoca el llamado “empujón inicial” y genera ondas que viajan a gran velocidad (a unos 800 km/h, según informe del diario El País) en mar abierto. Pero es gracias a las ondas sísmicas que hoy las agencias pueden adelantarse al movimiento de las olas y predecir los lugares de impacto.

Un tsunami puede ser muy peligroso, pero todo depende de diferentes factores.

Por ejemplo, en el caso del tsunami producido por el terremoto de Kamchatka, el Sistema de alerta de tsunamis de Estados Unidos advirtió olas de hasta 3 metros para diferentes zonas del Pacífico. En Rusia, la zona de Severo-Kurilsk fue una de las más afectadas, informó la agencia AFP, donde el agua alcanzó una zona costera hasta 200 metros de la orilla. Varios inmuebles terminaron inundados.

Pero el efecto de un tsunami también puede ser mortal.

Fue el 26 de diciembre del 2004 cuando un terremoto de magnitud 9,1, en el océano Índico, provocó enormes olas que acabaron la vida de más de 220 mil personas, golpeando las costas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Maldivas, Somalia o Myanmar.

Según National Geographic, es calificado como el tsunami más devastador de la historia. Las olas viajaron a velocidades de 1.000 km/h y en zonas poco profundas alcanzaron una altura de hasta 30 metros. Además, su energía liberada se comparó a 5 megatones, más del doble de lo que significaron las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

El impacto puede ser más grave según la magnitud del movimiento telúrico, el desplazamiento del fondo marino y su profundidad, la forma de la franja costera, así como la presencia de barreras marinas, ya sean naturales o creadas por el hombre.