El último día del 2019, la oficina de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en China se fijó en una declaración aparecida en el sitio web de la Comisión Municipal de Salud de la ciudad de Wuhan informando de una neumonía viral detectada en varios pacientes y trasladó la información a instancias superiores.
Al día siguiente, la OMS pidió al Gobierno chino información y empezó activar las alarmas. Dos días después recibió confirmación de los casos observados y de su causa desconocida, una información que difundió en todos sus detalles el 5 de enero a través de un sistema al que tienen acceso sus 194 países miembros.
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Esos intercambios fueron el inicio de lo que muy rápidamente se convertiría en la pandemia de COVID-19, enfermedad causada por un coronavirus cuyo origen y forma de transmisión al ser humano todavía son objeto de hipótesis.
Lo que se afirma al respecto en realidad son especulaciones, incluida la que dice que el virus fue fabricado en el Instituto de Virología de Wuhan, de donde habría escapado o, peor, habría sido liberado intencionalmente, lo que ha sido descartado por los científicos que han estudiado el tema.
Uno de ellos es David Robertson, responsable de bioinformática en el Centro de Investigación de Virus del Centro Glasgow (Reino Unido), quien ha explicado que “si el virus hubiese sido fabricado, esto se vería en su genoma”. “Además, si se quisiera crear un coronavirus que puede ser transmitido por humanos, seguramente se empezaría con el primer SARS que hubo, pero el SARS-CoV-2 no se parece a nada que hayamos visto antes”, sostiene.
Robertson añade que el coronavirus causante de la COVID-19 es cercano a un coronavirus beta que se investigaba en el Instituto de Wuhan, pero con el que comparte “solo el 96 por ciento de su secuencia genética, lo que los hace tan similares como los seres humanos y los chimpancés. Esto apunta a un ancestro común más que a uno que ha salido del otro”.
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”Toda la evidencia sugiere que el virus tiene un origen animal natural y que no sido manipulado ni construido”, comenta el portavoz de la OMS, Tarik Jasarevic.
Donde empezó todo
Para echar luz sobre dónde y cómo se originó todo, un equipo formado por diez científicos de distintos países y creado por la OMS efectuará en enero una misión de investigación epidemiológica en China.
“Entender cómo empezó la epidemia es esencial para prevenir la introducción de nuevos virus en el futuro. Potencialmente también podría ayudar al desarrollo de tratamientos y vacunas”, señala el documento que detalla los términos de referencia de la misión y que fue aprobado por ambas partes a finales de julio.
A pesar de ello concretar la misión ha sido más difícil de lo esperado por razones que la OMS prefiere no exponer en detalle para asegurarse la colaboración de China, sin la cual entender dónde empezó la pandemia sería imposible.
Durante meses se ha sospechado que el mercado de Wuhan, en el que se vendían animales salvajes vivos, fue el lugar de donde partió el nuevo coronavirus, pero tras largas reflexiones los expertos ahora reconocen que hay dudas y recuerdan que “donde inicialmente se detecta una epidemia no refleja necesariamente donde comenzó”.
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Se cree que el virus puede haber estado circulando silenciosamente, probablemente ya desde octubre del año pasado, en China y que el mercado de Wuhan fue un amplificador.
El lugar del primer foco
El mercado de Huanan, donde se cree que comenzó a propagarse el COVID-19, sigue hoy sellado, desinfectado y celosamente vigilado por guardias de seguridad, pero con establecimientos abiertos en su segunda planta en los que, un año después, los dependientes tratan de rehacer sus vidas.
Las dos naves que componían el mercado, separadas por la calle Nueva China de Wuhan, en pleno centro del gigante asiático, permanecen desde hace meses cerradas al exterior con barreras de color azul que ahora han sido adornadas con cuadros de pintura tradicional china.
Poco después de que se informara de los primeros casos del entonces llamado “brote misterioso de neumonía”, el mercado cerró sus puertas el primero de enero de 2020, tras detectarse la propagación de contagios en vendedores y clientes.
Investigadores enfundados en monos blancos de protección, gafas, guantes y mascarillas fueron, durante meses, los únicos autorizados a entrar al recinto para desinfectarlo y recolectar muestras. Hoy en Huanan no queda rastro de ellos ni de los comerciantes ni los clientes que acudían al piso de abajo para visitar el “mercado húmedo”, donde en China es habitual encontrar al aire libre desde frutas y verduras hasta carne fresca, mariscos, hierbas y especias.
Solo quedan activos los establecimientos de su segunda planta, que reabrieron el pasado junio. Se trata de una amplia galería que ampara un centenar de ópticas.
Uno de los dependientes, que no quiere dar su nombre por la “sensibilidad” del asunto, recuerda brevemente que cuando el mercado cerró, los comercios del piso de arriba continuaron abiertos. “Nos preguntábamos demasiadas cosas. Algunos intentaban ver qué pasaba abajo, pero estaba todo ya demasiado restringido”, explica.
Pocos días después, el 11 de enero, recibieron una notificación en la que se ordenaba el cierre del resto de tiendas al tiempo que aumentaba el número de contagiados y hospitalizados. Ese mismo día se anunció la primera muerte en Wuhan, un hombre de 61 años que había estado, precisamente, en el mercado de Huanan.
Ahora, la prioridad del dependiente es rehacer su vida y salvar su negocio, aunque apenas hay clientes que se atrevan a visitar la galería. También cree que, aunque el brote se propagase a través del mercado, el origen del virus podría estar en otra parte: “No se sabe nada... ¿por qué se da por hecho? El virus podría haber estado circulando antes, ¿no?”, pregunta, antes de que los guardias de seguridad interrumpan abruptamente la conversación y acaben por expulsar a los reporteros del lugar.
El rol de los animales
Las investigaciones apuntan como punto de partida los murciélagos, de los cuales hay 1.400 especies y que pueden ser potencialmente infectados por 3.200 coronavirus, lo que ya indica la dificultad de llegar al origen exacto de la pandemia.
Sin embargo, es muy probable que haya existido un intermediario entre el murciélago y el ser humano, y si hace meses se apuntaba con insistencia al pangolín, ahora también hay dudas al respecto, sobre todo tras comprobarse que el coronavirus puede infectar a animales que tienen cercanía con el ser humano, incluyendo algunos de compañía (gatos o perros) y otros criados para la reproducción (visones). “Todavía es muy pronto para descartar la transmisión directa entre el murciélago y el humano”, en opinión de Robertson.
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