A resident receives her first dose of the AstraZeneca vaccine at a walk-in Covid-19 vaccination centre in the Bankstown suburb of Sydney on August 7, 2021, as Australia's state of New South Wales reported another record day of infections. (Photo by Saeed KHAN / AFP)
A resident receives her first dose of the AstraZeneca vaccine at a walk-in Covid-19 vaccination centre in the Bankstown suburb of Sydney on August 7, 2021, as Australia's state of New South Wales reported another record day of infections. (Photo by Saeed KHAN / AFP)
/ SAEED KHAN
Agencia Europa Press

Un error de dosificación cometido durante un ensayo de la vacuna contra el de AstraZeneca y la Universidad de Oxford (Reino Unido) ha dado lugar a un nuevo hallazgo de la dosificación en ratones, según un nuevo estudio de Northwestern Medicine (Estados Unidos).

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Durante el ensayo de AstraZeneca/Oxford, algunos participantes humanos recibieron erróneamente media dosis de su primera inyección, seguida de una dosis completa para la segunda. Paradójicamente, el ensayo demostró que los voluntarios que recibieron una dosis menor de la primera inyección estaban mejor protegidos contra la COVID-19 que los que recibieron dos dosis completas.

Sin embargo, no estaba claro si la mejora de la vacuna de dosis baja se debía a la dosis en sí misma o al hecho de que las personas que recibieron la dosis más baja también habían tenido un tiempo más largo entre la primera y la segunda inyección, lo que se conoce como un intervalo de refuerzo ampliado.

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Ahora, estos científicos han probado el efecto de una dosis inicial de la vacuna contra el SARS-CoV-2 en ratones y han descubierto que una primera dosis más baja, seguida de una dosis completa de refuerzo, mejoraba significativamente la potencia de la vacuna contra el SARS-CoV-2.

El estudio, publicado en la revista ‘Science Immunology’, concluyó que la inyección de refuerzo produjo más anticuerpos y células T en los ratones, lo que les permitió desarrollar respuestas inmunitarias mucho más robustas contra el SARS-CoV-2.

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Los ensayos clínicos de vacunas utilizan un método conocido como escalada de dosis, en el que una persona recibe una dosis menor y se refuerza con esa misma dosis menor; una segunda persona recibe una dosis mayor y se refuerza con esa misma dosis mayor, y así sucesivamente.

La idea es asegurarse de que la vacuna es segura, por lo que los científicos utilizan la escalada de dosis para determinar cuál es la dosis mínima de vacuna que se puede administrar a alguien sin dejar de obtener una buena respuesta inmunitaria.

En el estudio de Northwestern no se utilizó la vacuna de AstraZeneca/Oxford, sino una similar: una vacuna de adenovirus del serotipo 5 que es similar a las vacunas CanSino, desarrollada en China, y Sputnik V, desarrollada en Rusia. Ahora, nuevos estudios de este grupo de investigación están analizando este régimen de dosificación en las vacunas de ARNm.

¿Por qué funcionó mejor la dosis más baja?

En el ensayo, los participantes que recibieron la primera dosis completa recibieron un refuerzo alrededor de tres o cuatro semanas después de la primera inyección, mientras que los que recibieron la dosis más baja tuvieron un intervalo de refuerzo mucho más prolongado. El estudio de Northwestern reprodujo este intervalo de refuerzo ampliado en ratones, y también informó de que el aumento del intervalo de refuerzo mejora la respuesta inmunitaria.

“Un intervalo ampliado entre el cebado y el refuerzo permite que el sistema inmunitario descanse y madure de manera que la respuesta inmunitaria pueda expandirse con mayor solidez tras la vacunación de refuerzo. Cuanto más tiempo se espere antes de reforzar, mejor será esa respuesta inmunitaria secundaria”, explica uno de los responsables del estudio, Pablo Penaloza-MacMaster.

Sin embargo, esto puede ser un juego complicado, porque esperar más tiempo para reforzar la vacuna podría aumentar la susceptibilidad de contraer el virus. “En el caso de una pandemia, es un reto ético prolongar el intervalo de refuerzo porque es necesario que la gente esté totalmente protegida lo antes posible. Pero este enfoque puede tener sus ventajas en cuanto a la mejora de la durabilidad y la magnitud de las respuestas inmunitarias a largo plazo, lo que puede ser útil no solo para las vacunas contra el SARS-CoV-2, sino también para otras vacunas”, apunta el científico.

El equipo también observó efectos positivos similares al reducir las dosis de la vacuna con una vacuna experimental contra el VIH basada en un vector de adenovirus, lo que sugiere que estos hallazgos pueden ser generalizables a otras vacunas.

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