En la última década, las se han convertido en un espacio de conexión, expresión y creatividad, pero también en un terreno donde las críticas, los juicios y el ‘hate’ pueden desencadenar profundas heridas emocionales. La presión por mantener una presencia constante, la comparación con otros y los ataques anónimos han normalizado un ambiente de violencia digital que afecta la de millones de personas, especialmente de aquellos que hacen de estas plataformas su trabajo.

Para como Luis Fernando Delgado (Street Pepper), Diana Ibarra (Dolce Placard) y Daniela Núñez, las redes sociales no solo son un medio para compartir sus pasiones y conectar con su audiencia, sino también un espacio que los ha obligado a confrontar su salud mental. Desde ataques hacia su imagen o su vida personal hasta la viralización de contenido polémico, cada uno ha tenido que aprender a gestionar las consecuencias emocionales de estar constantemente bajo la lupa del internet.

En este contexto, el análisis de la relación entre redes sociales y salud mental se vuelve más relevante que nunca. ¿Cómo enfrentan estos la violencia digital? ¿Qué herramientas han utilizado para cuidar su bienestar en un entorno tan hostil? Y, sobre todo, ¿qué podemos aprender de sus experiencias para construir una interacción más consciente y empática en el mundo digital?

DETRÁS DE LA PANTALLA

Luis Fernando Delgado, conocido en redes como Street Pepper, comenzó su trayectoria en el mundo digital hace doce años. En aquellos días, escribía un blog de moda masculina y asistía a eventos con su cámara profesional en mano. Las redes sociales eran un espacio completamente distinto: no existían los teléfonos inteligentes ni los haters. “Antes, recibir un comentario negativo era algo rarísimo, quizás uno al mes, si acaso. Ahora parece algo normalizado”, reflexiona.

De manera similar, Diana Ibarra, conocida como Dolce Placard, inició su camino digital más de una década atrás, en un entorno mucho menos hostil. Comenzó con un blog y más tarde dio el salto a YouTube, buscando conectar más profundamente con su audiencia. “En esos tiempos, si a alguien no le interesaba tu contenido, simplemente no lo seguía. Había una dinámica más respetuosa”, recuerda. Sin embargo, con la evolución de las plataformas, el ambiente se volvió más agresivo y desechable, marcando un antes y un después en las experiencias de estos creadores.

En los últimos años, Luis Fernando ha experimentado el cyber de cerca. Recuerda algunos episodios fuertes, aunque muchas de las críticas llegan sin agenda previa y apuntan a un tema en concreto: su orientación sexual. “He recibido comentarios negativos por ser un hombre gay que habla de moda. Me han escrito cosas como ‘Así no se visten los hombres’, ‘Promocionas ropa para gays’, incluso cuando bajé mucho de peso se metieron con mi cuerpo y me llegaron a decir que tenía sida”.

Luis Fernando cuenta con una comunidad de más de 220 mil seguidores en todas sus plataformas. (Foto: Redes sociales).
Luis Fernando cuenta con una comunidad de más de 220 mil seguidores en todas sus plataformas. (Foto: Redes sociales).

El influencer de moda abrió sus redes sociales en sus veintes, cuando ya era un adulto con una relación estable junto a Álvaro Reverditto, a quien conoció trabajando en Starbucks y con quien se casó en Argentina en el 2016. Sin embargo, ni su vida personal consolidada logró que esos comentarios pasaran desapercibidos en su mente. Llevándolo, incluso, a buscar ayuda psicológica.

“Me han diagnosticado ansiedad crónica y depresión moderada y tomo pastillas hace varios años. He tenido episodios de hate muy marcados por comentarios que he hecho y que la gente ha malinterpretado. También han hablado de mi cuerpo. Incluso, me han atacado por ser gay. Todo esto ha sido un detonante para que empezara mi ansiedad con las redes sociales”, cuenta. “Sé que muchas personas piensan que es una tontería, pero el bullying en redes es algo muy fuerte. Y me estreso porque es mi trabajo y es lo que amo hacer. A mí me afectó muchísimo y me ha tomado tiempo aprender a lidiar con esto”, continúa.

Diana, por su parte, también enfrentó críticas relacionadas con su cuerpo y su identidad. Desde joven, lidió con un trastorno de conducta alimentaria (TCA) y, aunque ha trabajado en amar su cuerpo, ha tenido que enfrentar la violencia cibernética de manera directa. Las personas han criticado desde su forma de vestir hasta su peso corporal. Muchas veces, las críticas han ido más allá de una simple opinión convirtiéndose en ataques personales. “Hay una gran diferencia entre decir ‘este video no es mi estilo’ y decir ‘te ves estúpida, ¿no te das cuenta de que la ropa te queda fatal?, odio tu contenido’. Cuando tu opinión comienza a violentar a otras personas, ya no es una opinión, es un ataque”, afirma.

“Que yo decida crear contenido y compartir parte de mi vida no significa que tú tengas el derecho de venir a violentarme, porque una cosa es decir tu opinión y otra es violentar a las personas”, señala. Diana describe cómo las personas justifican sus agresiones bajo la premisa de que, al estar en el ojo público, ella debe aceptar cualquier tipo de comentario, pero rechaza esta lógica.

Diana comparte con sus seguidores su pasión por la moda así como sus tips de belleza y empoderamiento. (Foto: Hugo Pérez/ GRUPO EL COMERCIO).
Diana comparte con sus seguidores su pasión por la moda así como sus tips de belleza y empoderamiento. (Foto: Hugo Pérez/ GRUPO EL COMERCIO).

Según el Mag. Héctor Lazo, psicólogo de Clínica Sanna San Borja, el impacto emocional de estas situaciones no se limita al estrés momentáneo. El experto apunta que el uso constante de redes sociales por parte de los influencers o creadores de contenido, los somete a niveles de presión poco comunes en otros trabajos, lo que genera un gran impacto en su salud mental.La exposición constante, la necesidad de proyectar una imagen perfecta y el temor al rechazo por parte de su audiencia provocan altos niveles de ansiedad y estrés crónico. Esta dinámica puede derivar en problemas más graves como la depresión y trastornos de autoestima”, explica.

Incluso, indica que “el estrés afecta no solo a nivel emocional, sino también físico. Puede manifestarse en dolores musculares, problemas gastrointestinales, caída del cabello o incluso insomnio”. Además, señala que estos síntomas suelen ser el resultado de una sobrecarga que excede los recursos emocionales de la persona, llevándola a un estado de agotamiento conocido como burnout. Reconocer señales tempranas como irritabilidad, cambios de ánimo y fatiga es clave para evitar que estas condiciones empeoren y afecten su bienestar integral.

LAS TEMIDAS POLÉMICAS

Daniela Nuñez también recurrrió al psicólogo cuando se vio enfrentada a la crítica de millones de personas. En doce años de carrera, la influencer de moda jamás había experimentado una polémica en redes sociales. Este año vivió dos. “Ha sido duro, no te puedo mentir. La he pasado muy mal”, dice refiriéndose al polémico video que se volvió viral hace unos meses.

Este año, Daniela protagonizó una de las bodas más idílicas del país. Contrajo matrimonio con el fotógrafo, Renzo Cipolla, en una ceremonia de ensueño en Cusco que duró tres días y para la que usó cinco vestidos de novia. Semanas después del gran día, un video donde aparece bailando con un desconocido en una discoteca, se volvió viral en Tik Tok generando millones de críticas. En el clip, se leen comentarios como “Respétate”, “Eres una infiel”, “Que decepción”, o “No vales un sol”.

El video fue grabado durante el viaje de despedida de soltera de una de sus amiga más cercanas. “Cuando vi el video comencé a temblar. Casi se me cae el celular. Me dieron naúseas, no entendía nada. Mis amigas tampoco entendían”, recuerda. “Por un lado, no entendíamos por qué bailar con alguien estaba mal o era considerado infidelidad. Y por otro, el video estaba sacado de contexto, cortado y súper editado”, continúa.

“Mi primera reacción fue llamar y pedirle disculpas a Renzo y a mi suegra. No por el acto, porque no hice nada, sino por exponerlos de esa manera. No me di cuenta que bailar con una persona desconocida podía traer estas consecuencias. Para mí bailar con una persona no tiene nada de malo, está dentro de mis acuerdos de relación (...)”, cuenta. “Las personas opinaron de algo que no estaban seguros y se metieron con mi lealtad, con mi relación y hasta con mi valor como persona. Me dijeron de todo y cuando Renzo me dio su apoyo, se fueron contra él”.

Daniela Nuñez y Renzo Cipolla se casaron en Cusco tras nueve años de relación. (Fotos: OmarandTeresa).
Daniela Nuñez y Renzo Cipolla se casaron en Cusco tras nueve años de relación. (Fotos: OmarandTeresa).

La polémica traspasó los cientos de videos y millones de comentarios en Tik Tok; y llegó hasta la televisión apareciendo en programas como “Magaly Tv La Firme” así como en distintos medios escritos. Al sentir que no podía controlar la situación, Daniela decidió contactar a un psicólogo. “He tenido mis altos y bajos: lloraba, sentía cólera, luego quería olvidarme de todo y después, volvía a llorar. Esta situación me desencadenó ansiedad y depresión. Durante un mes me levanté a diario asustada a mirar el celular para ver si había algo nuevo”, revela. “He visto video donde se burlan de mí, dicen cosas asquerosas y me llaman con calificativos hirientes. Me han hecho mucho bullying”.

Ante situaciones de ansiedad o estrés intenso, el Mag. Lazo recomienda reflexionar sobre las críticas recibidas, evaluando si son reales o imaginarias, y recordar que el odio afecta más a quien lo emite que a quien lo recibe. Además, sugiere incorporar hábitos saludables como realizar actividades relajantes, mantenerse activo físicamente, alimentarse adecuadamente y consultar con un profesional de la salud mental para encontrar apoyo en el manejo del estrés.

Los creadores coinciden en que la terapia ha sido un espacio fundamental para sobrellevar estos momentos de crisis. Por su parte, a Diana la ha ayudado procesar sus emociones y encontrar herramientas que le permitan manejar el impacto del hate. “Sin la terapia, no sé cómo habría podido manejar todo esto. Es un espacio donde puedo ser completamente yo, sin filtros ni miedo al juicio, y eso ha sido crucial para mi sanación”, explica. Uno de sus pilares en el manejo del hate ha sido reconocer que los ataques rara vez tienen que ver con ella y más con las inseguridades de quienes los emiten. “Al inicio me tomaba todo muy personal. Si alguien decía algo hiriente, sentía que había algo mal en mí. Ahora entiendo que esos comentarios hablan más de las personas que los hacen y de lo que están proyectando”, reflexiona.

Por su lado, Daniela siente que la terapia le ha permitido recuperar su poder. “Cuando esto pasó estaba tan tocada y vulnerable, que no tenía ni las fuerzas ni las ganas de luchar con nadie. Ahora ya me siento mejor y respondo sarcásticamente las críticas para que no me duelan. Y si es algo muy feo, expongo al usuario para invitarlo a que se vaya y así limpiar mi plataforma. Porque en estos meses mucha gente me empezó a seguir solo para insultarme”, señala.

En el caso de Luis Fernando, las técnicas para combatir la ansiedad lo han ayudado a olvidarse de lo que sucede en la pantalla. “Me concentro en sonidos, también me sirve identificar objetos con la vista. O cuando me da crisis de ansiedad, me meto a la ducha. Música, olores, mis perros. Son formas de conectar con la realidad”. Estas herramientas lo han llevado a manejar mejor las críticas y comentarios negativos en redes sociales, intentando que no afecten su estabilidad emocional y permitiéndole continuar con su trabajo digital.

A pesar que las redes sociales han sido un espacio de críticas y desafíos emocionales para estos creadores, no dejan de resaltar el lado positivo. Señalan que estas plataformas también se han convertido en una herramienta poderosa para construir una comunidad de apoyo que está presente no solo en los momentos de éxito, sino en las crisis. “Me di cuenta de que no estaba sola. Hay muchas personas pasando por lo mismo, y al compartir mi historia, no solo encontré apoyo, sino que también pude ayudar a otros a sentirse menos solos”, cuenta Diana. “Aunque en estos meses recibí muchos insultos, también me llegaron mensajes positivos de mis seguidoras. Algunas me enviaron correos de apoyo, no lo podía creer”, comenta Daniela.

¿QUÉ DICE LA LEY?

En la legislación peruana, el término “cyber bullying” no está definido explícitamente. Sin embargo, Fátima Toche, abogada especializada en derecho digital, explica que esto se debe a que el cyber bullying es considerado una forma de acoso. “El Código Penal regula el delito de acoso y hostigamiento, aplicable tanto a menores como a adultos”, señala la experta.

El artículo 151-A del Código Penal tipifica el delito de acoso, estableciendo que: “El que, de forma reiterada, continua o habitual, y por cualquier medio, vigila, persigue, hostiga, asedia o busca establecer contacto o cercanía con una persona sin su consentimiento, de modo que pueda alterar el normal desarrollo de su vida cotidiana” será sancionado con una pena privativa de libertad de entre uno y cuatro años, según corresponda.

Aunque la normativa parece clara, Toche subraya que los mayores desafíos surgen en su aplicación, especialmente en casos de acoso digital. “El principal problema es identificar a los responsables, ya que muchas personas no usan su identidad real en redes sociales. Además, la magnitud de estos casos suele involucrar a cientos o miles de cuentas, lo que complica aún más el proceso. Aunque nada impide denunciar a cada cuenta, representa un desgaste emocional y económico que, en la mayoría de los casos, no llega a buen puerto”, detalla.

La abogada también señala que la raíz del problema no es la legislación, sino la falta de recursos para ejecutarla. “Hoy en día, las leyes están bien estructuradas; el desafío es la persecución efectiva de estos delitos”, señala. Entre las principales dificultades menciona la limitada capacidad operativa de la policía, las carencias en las unidades especializadas en delitos de alta tecnología y fiscalías de ciberdelincuencia, así como la atención deficiente en las comisarías. Además, destaca que en muchos casos los procesos de denuncia no reciben la importancia ni el seguimiento que merecen.

En países como Estados Unidos, Canadá o Reino Unido, el panorama es mucho más avanzado. “Allá cuentan con campañas sólidas de prevención y concientización sobre estos temas, además de unidades especializadas en la investigación del ciberespacio”, señala la experta. También destaca la inversión en tecnología y en agentes encubiertos que operan dentro de las redes sociales para identificar este tipo de delitos. “Otro punto clave es la estrecha relación entre las autoridades y las compañías de redes sociales. Al estar domiciliados allá, la comunicación es más directa”, añade.

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