Voltear los ojos: lo que este simple gesto significa realmente
Voltear los ojos: lo que este simple gesto significa realmente
Stefanie Pareja

 

Si tuviera que resumir mi adolescencia en un gesto sería una mirada al cielo con los ojos en blanco. Esta imagen es recurrente de mis trece años. Son pocas las fotos presentables que tengo de esa época: en la mayoría aparecen mis familiares sonrientes y abrazados mientras yo estoy con mis brazos cruzados mirando hacia arriba. Poco me faltaba para sostener un cartel que dijera: Harta. Fastidiada. No quiero estar aquí.

Lo curioso es que yo no entiendo a la adolescente de las fotografías. No recuerdo haberme sentido “harta” de estar entre mi familia. Al contrario, en medio de tanto ajetro hormonal, mi casa y los míos era el sitio perfecto para descansar y sentirme segura. Tampoco recuerdo a mi mamá como una persona irritante con la que peleaba siempre, pero hace unos meses cuando vi a mi prima adolescente voltear los ojos a su mamá, me acerqué y le dije a mi tía: "No te preocupes. Ella te quiere mucho". Mi tía, con su sabiduría maternal, me respondió: "Ya lo sé. Tú eras igual con tu mamá. Un ogro con ella, un amor conmigo". Hoy la historia se repite: mi prima, la que explota con su madre, es una bomba de ternura conmigo.

Por eso es que hace unos días, cuando leí un artículo sobre por qué las adolescentes voltean tanto los ojos, finalmente ese gesto adquirió sentido. , psicóloga y directora de un centro de investigación conductual de niñas en Ohio, comparte cinco razones por las que las chicas lanzan esa mirada. ¿Cinco? ¿Acaso no se trata solo de una muchachita rebelde y malcriada?

  1) El deseo de autonomía: la mayor urgencia de una adolescente es tomar sus propias decisiones. Así que, aunque la mamá le diga que no olvide llevar el bloqueador de sol a la playa, y la hija ya lo tenga en el bolso, es muy probable que esta voltee los ojos. Las dos concuerdan en que llevar protector solar es una buena idea, pero la hija quiere que sea solo su idea. Cree que ya no necesita que la cuiden.

  2) La vergüenza de sentirse vulnerables: si una adolescente se ha peleado con su mejor amiga y la mamá o figura de autoridad insiste en hablar del tema, es probable que reciba una respuesta con los ojos. No porque la joven piense que su mamá no tiene nada que aportar, sino porque está tratando de contener sus emociones. No quiere mostrarse triste, porque teme lucir débil.

3)  El miedo a la independencia: los adolescentes quieren autonomía, pero aún le temen a ese cambio. Esa lucha se traduce en gestos poco agradables. Si la mamá le pide a la hija que lave los platos, la joven obedecerá porque vive en su casa y bajo sus reglas, porque no se siente lista para irse, pero al voltear los ojos se asegura de enviar este mensaje: te obedezco porque yo elijo obedecerte.

4) La necesidad de establecer límites: en la adolescencia, empezamos a delimitar nuestro espacio y, de pronto, muchos asuntos se vuelven personales. Si los padres cruzan esa línea, las jóvenes se manifestarán, por ejemplo, con una mirada de hartazgo. Sucederá lo mismo si las reprenden como a niñas o les faltan el respeto.

 5)  La inmadurez: sí, voltear los ojos también es un gesto inmaduro. Un intento infantil de las chicas por molestar a la persona que pide algo de ellas, que no las entiende, que se mete demasiado en su vida. El dramatismo de una adolescente en un solo gesto. Respuestas como: “Esa mirada es desagradable. Espero que pronto encuentres mejores formas de expresarte” pueden ser más eficaces que los gritos o castigos desmedidos.

Tengo una hermana adolescente y comprendo que pocas cosas son más irritantes que una chica que voltea los ojos ante cualquier cosa que se le diga. Sin embargo, es necesario tratar de ver más allá de esos ojos casi en blanco que parecen desafiarnos. Tal vez no siempre se trate de una chica rebelde que quiere ofendernos, sino más bien de una persona sobrecogida de emociones que no sabe qué hacer con ellas. La adolescencia no se caracteriza por ser la etapa en la que mejor verbalizamos lo que sentimos. En mi caso, las muecas casi reemplazaron todas mis palabras. Y agradezco a mi mamá por conocerme tan bien y traducir cada uno de esos gestos. Por evitar pelear, (casi siempre) mantener la calma y enseñarme con paciencia a dasanudar todo lo que uno llega a sentir por dentro.

 

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