CALLAO, 11 DE FEBRERO DE 1985
EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, FERNANDO BELAUNDE TERRY, RECIBE AL PAPA JUAN PABLO II, EN EL GRUPO AEREO NUMERO DEL CALLAO. 
FOTO: EL COMERCIO
CALLAO, 11 DE FEBRERO DE 1985 EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA, FERNANDO BELAUNDE TERRY, RECIBE AL PAPA JUAN PABLO II, EN EL GRUPO AEREO NUMERO DEL CALLAO. FOTO: EL COMERCIO
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Redacción EC

Tras una espera de siglos, tal como lo mencionó el presidente Fernando Belaúnde al recibirlo, llegó ayer a Lima el Papa Juan Pablo II, enarbolando los conceptos de paz, fraternidad, solidaridad y nuevas formas de justicia entre todos los hombres, así como demandando un mayor robustecimiento de la fe.

Emotivos momentos vivió el pueblo católico del Perú que lo vio en el Grupo Aéreo N.° 8 —a donde llegó a las 7.10 de la noche—, y en las calles de Lima por donde pasó a bordo del “papamóvil”.

El calor humano que rodeó la llegada del pontífice fue acaso uno de los más sentidos en lo que va de este su sexto viaje por tierras americanas. Todo el pueblo católico del Perú se conmovió y sintió incrementar su catolicidad ante la visita del sucesor de Pedro y vicario de Cristo, su carisma personal y sus maneras tan sencillas y exentas de personalismos.

La aparición de la figura del pontífice en la puerta del avión de Alitalia, a las 7.14 de la noche, fue saludada con un feliz coro de voces, especialmente infantiles, mientras los templos de Lima hacían tañer sus campanas y en el aeródromo veintiún cañonazos atronaban el ambiente.

En su fuero íntimo, millones de católicos elevaban una oración en agradecimiento por la presencia física del representante de Cristo en la tierra.

El beso del suelo peruano, como signo de profunda estima hacia nuestro pueblo y de una manifiesta humildad, puso otra nota de emotividad.

Más de un millón de personas

Una vez cumplido el protocolo, incluyendo los himnos nacionales del Vaticano y el Perú, el saludo al pabellón nacional y los discursos, el jefe del Estado presentó a Su Santidad a las más altas autoridades del gobierno.

El papa, después de confundirse unos instantes con los dos centenares de niños presentes en el aeródromo, rompiendo las medidas de seguridad, abordó el “papamóvil” para dirigirse a la plaza de Armas acompañado por el cardenal Juan Landázuri Ricketts.

Su paso por las avenidas Perú, Dueñas y Colonial, fue enmarcado por una muchedumbre calculada en más de un millón de personas. Fueron momentos de un entusiasmo y colorido indescriptibles, así como de una auténtica expresión de fe católica.

En las plazas Dos de Mayo, los inmuebles lucían cartelones de saludo a Su Santidad. La plaza San Martín, virtualmente atiborrada de gente, saludó al santo padre, mientras este impartía bendiciones.

Los conceptos del papa y el presidente

En el Grupo N.° 8, el jefe del Estado peruano le dijo al papa: “La tierra que tan amorosamente habéis besado esperaba, desde siglo atrás, el honor de la visita del Sumo Pontífice. Os ha tocado la grata misión de darnos esta jornada que es de victoria de la fe”

Recordó que el Perú, en su pasado incaico, fue un país de profunda vida espiritual, donde se rendía culto a las virtudes de la honestidad, veracidad y laboriosidad. Dijo que regía la hermandad, donde los pueblos trabajaban juntos por el bien común “con una maravillosa intuición del precepto bíblico de amaos los unos a los otros”. Finalmente le dio la bienvenida a nombre del gobierno y el pueblo peruano.

El santo padre, a su vez, dio gracias a todo el Perú y su pueblo y le expresó su estima profunda. ¡Gracias! ¡Muchas gracias!, enfatizó.

Evocó a antiguas culturas peruanas

En su discurso de unos diez minutos, el papa evocó las antiguas culturas peruanas, sus santos y su tradicional religiosidad.

Pidió acrecentar la solidaridad entre los peruanos, crear nuevas fuerzas de justicia para superar los materialismos. Demandó, asimismo, el robustecimiento de la fe y una promoción de la causa de su paz, de la convivencia y el mutuo respeto y de las reivindicaciones del derecho de cada uno por las vías del diálogo y no de la violencia. Finalmente, bendijo a cada uno de los hijos del Perú.

Multitud lo aclamó en la Plaza de Armas

Una multitud que prorrumpió en aplausos apenas divisó a Juan Pablo II, recibió ayer el pontífice en la Plaza de Armas de Lima, convertida en majestuoso escenario donde confluyeron sacerdotes, religiosas de distintas órdenes, laicos, miembros de hermandades e incluso monjas de clausura que por primera vez salieron de sus conventos.

La llegada del santo padre a la principal plaza limeña, a las 8.55 de la noche, a bordo del “papamóvil”, desencadenó un entusiasmo desbordante. Las aclamaciones fueron incesantes, mientras se agitaban banderitas del Vaticano y del Perú. Muchos asistentes incluso derramaron lágrimas de alegría.

Juan Pablo II descendió del vehículo y se dirigió a la catedral ante cuyo altar mayor se postró en oración, venerando las reliquias de los santos peruanos santa Rosa de Lima y santo Toribio de Mogrovejo. Terminado este acto, el primado de la Iglesia Peruana, cardenal Juan Landázuri, le presentó a la jerarquía eclesiástica.

Al trasponer la puerta de la basílica Metropolitana para dirigirse al estrado y tomar asiento en el sillón especialmente confeccionado para la solemne paraliturgia que se desarrolló en el atrio, el santo padre fue intensamente ovacionado.

Pedido de fidelidad al clero

Desde allí Juan Pablo II, en un mensaje de cerca de 40 minutos dijo a su nutrido auditorio: “No permitáis cualquier intento de secularizar vuestra vida religiosa, ni de embarcarla en proyectos sociopolíticos que le deben ser ajenos, ni de olvidar la responsabilidad de testimoniar la vigencia del proyecto íntegramente cristiano ante la sociedad y el mundo de hoy. Sed fieles a vuestra misión”.

Instó a los religiosos congregados en la plaza de Armas a ser más “abiertos a Dios y no encerrados en falaces soluciones materialistas”, aun cuando se sientan muy agobiados por los difíciles momentos que pasan frente a la crisis de nuestra sociedad. “Es responsabilidad de todos, principalmente de los pastores, velar para que la iglesia no pierda su rostro auténtico”, enfatizó.

Su mensaje fue rubricado con la frase ¡Perú, amigo, el Papa está contigo! En respuesta a las aclamaciones de la multitud.

Previamente, el cardenal Juan Landázuri Ricketts, le hizo entrega de un cáliz de plata confeccionado al estilo de un kero, vaso ceremonial del antiguo Perú, y le manifestó que su presencia marca el comienzo de una nueva era de santidad, fraternidad, justicia, amor y paz.

En momentos como los de hoy se hace más imperativo su mensaje de esperanza para robustecer la fe de nuestro pueblo, expresó. “Por eso nuestros corazones se alegran, el Perú es vuestro”.

En una tribuna especialmente levantada a un costado de la Plaza de Armas, un coro mixto de 1,500 personas, con vistosos ponchos con los colores nacionales, formando una gigantesca bandera peruana, interpretó temas religiosos sumándosele la multitud con vivo entusiasmo.


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