¿Qué le dice uno al Papa cuando lo tiene al frente? ¿Se lo trata de Su Santidad? ¿Se le hace una reverencia? ¿Bendición o selfie? Preguntas inútiles que se resolvieron cuando Francisco saludó, uno a uno, a los periodistas que lo acompañamos en el vuelo de Roma hacia Santiago.
El Papa asomó por el pasadizo del avión una hora después de partir del aeropuerto de Fiumicino. Tras avisar a los presentes que el Roma-Santiago es el vuelo directo más largo que ofrece Alitalia (y, por tanto, el más largo de los 22 realizados en su pontificado), reconoció que conoce más a Chile que al Perú porque vivió ahí y tiene muchos amigos, mientras que en nuestro país solo ha estado dos o tres veces.
Dicho esto, dejó el micrófono y empezó a estrechar las manos de dos grupos distintos. Por un lado, los primerizos, chilenos y peruanos, que componíamos un cuadro general de ansiedad y ojeras propias de quien se despertó más temprano de lo necesario. Y por otro, los más de 60 reporteros con residencia en Roma, relajados y bromistas, ya curtidos en estos viajes. Reporteros como Valentina Alazraki, la corresponsal de Televisa que suma un récord de 141 vuelos papales. O Elisabetta Piqué, del diario argentino La Nación, cuyos hijos fueron bautizados por el propio Francisco y quien está casada con Gerard O’Connell, vaticanista irlandés que también viaja en el avión.
Escoltado por su coordinador de prensa y por un fotógrafo que disparaba flashes a ritmo de metralleta, Francisco avanzó por el pasadizo y se detuvo a conversar con todos. Ahí conoció a Ghiovani Hinojosa de La República, Armando Canchanya de RPP, Fátima Saldonid y el camarógrafo Miguel Ángel Huamán de TV Perú y Ricardo Cruzado de Sol TV de Trujillo. De ellos recibió un retablo, una imagen del Señor de los Milagros y hasta una cadena de oraciones y peticiones que lo emocionaron mucho.
Cuando dio la vuelta y se dirigió al segundo pasadizo, ahí lo esperaba yo en el asiento 43 J. El último del avión. Tras presentarme, le entregué la biografía de San Martín de Porres escrita por el historiador José Antonio del Busto.
—”Me dijeron que es devoto de San Martín…”.
—”No tanto de él sino de la escoba. Porque cuando hay que limpiar gente que molesta, me encomiendo a la escoba y él los barre” [risas].
—”También le entrego algunas ediciones del Archivo Histórico de El Comercio. Una sobre San Martín de Porres, otra de Santa Rosa, pero esta es especial. Le traje el periódico del 1 de abril de 1908, el día que se fundó su club San Lorenzo”.
—”¡El del 8! ¡Gracias!” [El Papa leyó un momento la primera plana y luego volteó hacia Greg Burke, portavoz del Vaticano, y le dijo: “Guárdamela. Es importante”].
Un hombre normal
Cada vez se hace más difícil sorprender al Papa con un regalo. Durante su viaje a Cuba, un periodista de Telemundo le regaló su premio Emmy. María Antonieta Collins, de Univisión, le obsequió una caja de empanadas argentinas y Alazraki alguna vez le entregó la colección completa de Cantinflas. Durante este vuelo, un periodista chileno le dijo: “Me muero de vergüenza porque no le he traído nada”. “¡Eso me gusta!”, le respondió el pontífice.
Sonriente y amable, queda claro que Francisco nunca dejó de ser Jorge Bergoglio y ese es el secreto de su encanto. Un hombre de 81 años, al que le falta parte de un pulmón, que cuenta chistes y que según sus biógrafos alguna vez tuvo novia, jugaba billar, viajaba en metro y ponía el chupón del hijo de su hermana en un vaso de whisky para calmarlo. El representante de Dios en la Tierra es un tipo normal.
Rumbo al avión
A las 4:40 de la mañana, los reporteros —en traje oscuro, como dicta la norma vaticana— ya pasábamos por los rigurosos controles de seguridad de un vuelo programado para las 8:30 a.m. Un mes antes, todos debimos reportar a la Santa Sede los equipos electrónicos que llevaríamos y el número de serie de cada aparato. Ningún equipaje sube al avión sin las etiquetas que el propio Vaticano proporciona a los periodistas.
Superado el escrutinio hecho por mujeres de la policía italiana y tras una larga espera, dos buses nos llevaron al avión que se divide en tres partes. En primera clase, viaja el Papa junto a los cardenales de su séquito. Francisco siempre se ubica en el asiento 1 A, el de la ventanilla, que tiene al frente una imagen de la Virgen de la Bonaria, que lo ha acompañado en los 22 viajes de su pontificado. En la zona central, va el personal de seguridad y en lo que vendría a ser la clase turista están los periodistas. Por cuestiones técnicas, solo la radio y los camarógrafos tienen sitios asignados, los demás emprenden una carrera por el mejor asiento.
Como de costumbre, antes de viajar Francisco se encomendó a la Virgen Salus Populi Romani, la patrona de Roma. El Papa suele subir al avión cargando él mismo un maletín de cuero negro en el que lleva una máquina de afeitar, un breviario, una agenda y un libro. El Boeing 777 es una nave exactamente igual a la que se usa en vuelos comerciales, salvo que en cada asiento está bordado el emblema pontificio con el lema: “Miserando atque eligendo” (Miró con misericordia y eligió). Símbolo que también se repite en el menú y en un folleto con la ruta entregado a cada pasajero.
Nos vemos el domingo
El próximo contacto directo con el Papa será en el vuelo que lo llevará de Lima a Roma. Ese es el momento más esperado por los periodistas porque en esas conferencias ha soltado frases como: “Quién soy yo para juzgarlos” (los homosexuales), “Es lícito detener al agresor injusto” (en referencia a los bombardeos estadounidenses en Siria), “No se puede matar en nombre de Dios” (tras el ataque a la revista Charlie Hebdo), “Todos los muros se derrumban” (dedicado a Trump) o “Para ser un buen católico no hay que tener hijos como conejos”.
Pero para eso habrá que esperar seis días en los que recorreremos Santiago, Temuco, Iquique, Lima, Puerto Maldonado y Trujillo. Hoy está previsto que el Papa visite La Moneda, ofrezca una misa en el parque O’Higgins y recorra, por primera vez, una cárcel de mujeres. Empieza así una nueva gira de Francisco a América o, como él mismo dice, “el continente de la esperanza”.
22 de enero de 2018
Ni el sol ni la espera aplacaron la devoción
Más de un millón de fieles se congregaron en la base aérea ubicada en Surco para participar en la misa que ofició el papa Francisco, antes de volver a Roma.
Por Juan Pablo León Almenara
El vocabulario puede ser mezquino al momento de describir algunas situaciones. La misa de ayer del papa Francisco es una de ellas. Palabras como recogimiento, sacrificio o devoción son insuficientes para explicar el poder de la fe católica, que impulsó a miles de fieles a concentrarse en la Base Aérea de Las Palmas, en Surco.
Grupos de fieles y compañías religiosas pernoctaron afuera del establecimiento militar desde la noche anterior, al pie de las 17 puertas habilitadas por las Fuerzas Armadas para ser los primeros en entrar. A la medianoche de ayer se abrieron todos los accesos, que recibieron a personas hasta las 2 de la tarde, como un éxodo que dejó desolada la mayoría de calles aledañas de Chorrillos, Surco y Barranco. Todos querían ver al Papa.
A las 11 de la mañana, el calor aplastaba a quien no tenía sombra encima. Los puestos de emergencia del Ministerio de Salud y de Essalud comenzaron a recibir a personas afectadas por golpes de calor, deshidratación y presión alta. Al mediodía, con el sol en la cabeza, los bomberos tuvieron que activar las mangueras de seis camiones y verter agua directamente hacia las personas, usando el camino de asfalto reservado para el recorrido del Papa.
Pero nada podía apagar la devoción.
Fe en masa
El millón es un número tan grande que suele ser empleado solo para la exageración: “Te dije un millón de veces”, “Te mando un millón de besos”. Pero ayer esa cantidad fue tan cercana y real que era capaz de conmover a cualquiera. “Un millón de personas con ticket ya están dentro de Las Palmas”, se escuchó decir a los jóvenes de la guardia papal a la 1 de la tarde. A la vista, el horizonte de personas era interminable. Niños, jóvenes y adultos mayores, personas con discapacidad, en silla de ruedas o muletas, esperaban sin perder la fuerza ni el ánimo.
Había familias de Ayacucho, Pucallpa, Huancayo, Piura, Áncash, Ica y muchos otros lugares. “Aquí vienes a peregrinar, no a comer, ni a estar cómodo, ni a tomar agua helada. Vienes a ofrecer tu sacrificio”, decía Dora, una lambayecana que vino en familia para la misa papal.
Para las 3 de la tarde, se estimaba la presencia de 1,2 millones de fieles. Media hora después, se calculaba que otros cien mil devotos habían podido ingresar por las puertas 13 a la 16, habilitadas para el ingreso de personas sin ticket.
Francisco, el Papa que rompe protocolos, adelantó su llegada a Las Palmas, como también lo había hecho en su vuelo Santiago-Lima el jueves 18. Como si se hubiera apiadado de la espera de miles de fieles, llegó a la base aérea 20 minutos antes de la hora programada (4:00 p.m.). El Sumo Pontífice aprovechó ese tiempo para rodear por fuera todas las puertas del recinto, donde decenas de personas se quedaron sin poder ingresar.
Cerca de las 4:15 p.m., el jefe del Vaticano ofició la santa misa, última actividad oficial en nuestro país. Cuatro días permaneció el pontífice argentino en el Perú. Francisco, el Papa que rompe protocolos, adelantó su llegada a Las Palmas, como también lo había hecho en su vuelo Santiago-Lima.
22 de enero de 2018
Francisco apeló a la esperanza de los peruanos*
El pontífice culminó su visita con una multitudinaria misa. Durante cuatro días, sus discursos abordaron temas como el medio ambiente, la defensa de la Amazonía, la violencia contra la mujer y la política.
En el último día de su visita al Perú, el papa Francisco puso a prueba los cálculos y la devoción: convocó ayer a más de un millón de personas en la Base Aérea de Las Palmas, donde ofreció una multitudinaria misa antes de despedirse del país. Desde la noche anterior, cientos de familias y feligreses llegaron a esa instalación militar, ubicada en Santiago de Surco. Varias horas después, a las 4:15 p.m., el Sumo Pontífice inició la ceremonia y brindó una homilía en la que invitó a los ciudadanos a ser “discípulos misioneros” y a “cuidar la esperanza”.
“El Perú es tierra de esperanza. Por la biodiversidad que la compone y con la belleza de una geografía capaz de ayudarnos a descubrir la presencia de Dios. Por la riqueza de sus tradiciones y costumbres que han marcado el alma de este pueblo. Por los jóvenes, los cuales no son el futuro, son el presente del Perú”, dijo el Papa.
Por la Amazonía y las mujeres del país
Las 73 horas que permaneció en nuestro país estuvieron marcadas por los temas que abordó en sus mensajes. El viernes, durante su encuentro con los pueblos amazónicos en Puerto Maldonado, el papa Francisco recordó la grave amenaza que enfrentan estas comunidades, debido al “neoextractivismo”, la minería ilegal y la trata de personas.
Además, condenó “las políticas de reproducción esterilizantes” y conminó a los líderes de la Amazonía a defender su identidad cultural: “No son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros, los tiene a ustedes”.
Un día después, en Trujillo, el Sumo Pontífice pidió por los damnificados de El Niño costero, a quienes visitó en el distrito de Buenos Aires, una de las localidades norteñas más afectadas por las lluvias del año pasado.
Durante la misa que ofreció en el balneario de Huanchaco, y rodeado por una treintena de imágenes católicas que peregrinaron hasta la ciudad, pidió a los miles de asistentes luchar contra el crimen organizado y contra “una plaga que afecta a nuestro continente americano: los numerosos casos de feminicidio”. “¡Qué sería el Perú sin las madres y las abuelas, qué sería nuestra vida sin ellas!”, dijo el Sumo Pontífice.
Odebrecht, la política y el ángelus
Ayer también tuvo frases significativas. Su primera actividad del día fue a las 9:15 a.m. en el Santuario del Señor de los Milagros, en el Cercado de Lima, donde se encontró con un grupo de 500 religiosas de claustro procedentes de todo el país.
El papa Francisco les expresó cuánto necesita la Iglesia de ellas y, en otro momento, les pidió que no se dediquen al chisme. “¿Saben lo que es la monja chismosa? Es terrorista, peor que los de Ayacucho hace años. Porque el chisme es como una bomba. Tira la bomba, destruye y se va tranquila. Monjas terroristas, no. Sin chismes. El mejor remedio para no chismear es morderse la lengua”, dijo antes de retirarse del recinto. Afuera lo esperaban cientos de feligreses que se habían apostado en la avenida Tacna y otros jirones del Centro Histórico.
A bordo del papamóvil, se dirigió hacia la Catedral de Lima para orar ante las reliquias de los santos peruanos: Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, Santo Toribio de Mogrovejo, San Francisco Solano y San Juan Macías. Tras ello, a las 10:50 a.m., se trasladó al Palacio Arzobispal.
En este lugar se reunió con los obispos del Perú. Uno de ellos tomó el micrófono y le comentó acerca de la crisis política que enfrenta el país. A su turno, el papa Francisco le respondió espontáneamente: “¿Qué le pasa al Perú que, cuando uno deja de ser presidente, lo meten preso? Humala preso, Toledo preso [sic], Fujimori estuvo preso hasta ahora y Alan García, que entro y que no entro. ¿Qué pasa?”.
El Sumo Pontífice dijo también que la crisis no solo afecta al Perú, sino también a todo el continente, ya que “la política de América Latina está muy enferma”. “Hoy podemos hablar que gran parte de Latinoamérica sufre en su política una gran decadencia, debido en parte a la corrupción. El Caso Odebrecht es simplemente una anécdota chiquita”, dijo.
Al mediodía, rezó el ángelus desde un balcón del Palacio Arzobispal ante la multitud que había llegado a la Plaza de Armas. Desde allí dijo: “No se desanimen. El Perú es una tierra ‘ensantada’”.
Palabras finales
Tras almorzar en la Nunciatura Apostólica, partió hacia la Base Aérea de Las Palmas a las 3:20 p.m. Las calles y avenidas que recorrió en esa ruta estaban colmadas de personas, quienes pugnaban por verlo pasar fugazmente en su Fiat 500.
En la instalación militar, celebró la misa multitudinaria que estuvo coronada por una homilía dedicada al rol de la ciudadanía en el mensaje de Cristo. Allí dijo: “Hermanos peruanos, tienen tantos motivos para esperar, lo he visto, lo he tocado en estos días. Cuiden la esperanza. No hay mejor manera de cuidar la esperanza que permanecer unidos”.
A las 5:30 p.m. terminó la ceremonia y agradeció al presidente Pedro Pablo Kuczynski, al arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani, y al comité que organizó su visita en nuestro país. Después, se dirigió al Grupo Aéreo N° 8, donde lo esperaba el avión que lo llevaría a Roma.El viaje número 22 que realizó Francisco fuera de Italia culminaba con la partida de la aeronave a las 7:10 p.m. Pocos olvidarán la frase con la que saludó y se despidió del Perú: “Recen por mí”.
*Con los reportes de Óscar Paz, Yasmín Rosas, Juan Guillermo Lara, Jorge Malpartida, Cristina Fernández y Juan Aurelio Arévalo.