

Tratamos de entender cómo es que funciona el aparato digestivo, en donde, de una manera mágica, nuestros órganos a distancia y próximos el uno al otro trabajan en forma perfecta.
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Los carbohidratos como la papa, el camote, yuca o frutas, las grasas como la yema del huevo o las proteínas ingresan a la boca, en donde son recibidos por la cavidad oral como tal. Así, la lengua, las piezas dentarias, las glándulas submaxilares, parótidas, con la producción de saliva, forman el bolo alimenticio, que debe tener una consistencia adecuada para poder ser tragado o empujado —si lo podemos llamar así— a la orofaringe.
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Después continúa su camino por propulsión muscular hasta el esófago, que es este órgano en forma de un tubo que se encuentra por detrás del esternón, y que en escasos 5 a 7 segundos lo deja en el estómago, luego de haber pasado por el esfínter esofágico inferior (puerta de entrada al estómago).
Ya en el estómago, órgano que tiene forma de “J” y además posee una cobertura interna súper fuerte para poder recibir al ácido gástrico que es producido por el mismo, toda una arquitectura divina logra que el bolo alimenticio siga degradándose hasta seguir cambiando su consistencia para continuar su camino.

Tocándole luego, después de su paso por el estómago, llegar al duodeno, y después ahí encontrarse con la bilis, sustancia producida por la vesícula, que ayuda a terminar de digerir las grasas que hemos ingerido en la dieta. Además, también se mezcla con el jugo pancreático, así finalizando la degradación de todos los alimentos que llegaron a la cavidad oral.
Finalmente, ya con una consistencia adecuada, líquida, al intestino delgado, que gracias a sus vellosidades los absorbe y permite que ingresen de esta manera a la sangre y ahí viajen a todos los rincones del cuerpo humano, a toda célula, para nutrirlas.
Ahora me preguntarán: ¿y el intestino grueso? Él se encarga de formar la materia fecal y termina de absorber el agua de los productos de desecho y la fibra que no se absorbió en el yeyuno-íleon, que llegaron desde el bolo alimenticio. Su función es súper importante, ya que limpiarlo y que la eliminación de gases y desechos sea ordenada nos da muchísimo bienestar, siendo el defecar una de las funciones biológicas vitales, así como el miccionar o dormir.
Es conocido, además, las distintas hormonas que intervienen en la digestión como tal: así la insulina, grelina, glucagón, entre otras, son reguladoras de funciones como la absorción de glucosa en las células o liberación de glucógeno de los músculos y del hígado para producir energía.
Cómo no mencionar al hígado, también uno de los cerebros principales del cuerpo, por su capacidad de detoxificarlo, entre otras muchas funciones como producción de bilis, síntesis de proteínas, regulación del colesterol, sistema inmune, almacenamiento de vitaminas, entre otras funciones.
Alimentarnos bien es una necesidad para mantener nuestro bienestar físico y mental. En otro momento hablaremos más de otros aparatos y sistemas del cuerpo humano.
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