Las sirenas de carros policiales derrumban la tranquilidad de una tarde de playa de julio del 2014, en Copacabana. En la puerta del Hotel Royal de Río de Janeiro, se efectuó un operativo para detener a ejecutivos de la empresa Match, encargada de los boletos para el Mundial de Brasil en ese año. Una mafia de reventa de entradas, vinculada a la FIFA, empañaba las últimas semanas del torneo. A hora y media de allí, Diego Armando Maradona se alistaba para una nueva declaración de guerra contra el máximo organismo del fútbol mundial. Y el Diario El Comercio estuvo allí para contarlo.
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Ya teníamos casi un mes en Brasil, con una rutina mundialista ordenada y que permitía enviar los reportes a tiempos al Perú. Pasábamos casi todo el día en la sala de prensa del estadio Maracaná (siete años después suena increíble decir que fue nuestra oficina por más de cuatro semanas). Por las noches, cenábamos en un restaurante italiano, cerca a Copacabana. Repetíamos el ritual, sobre todo, porque en esa “trattoria” se reunían periodistas y ex jugadores famosos, que comentaban partidos para las grandes cadenas internacionales. La cena era otra oportunidad para conseguir entrevistas importantes.
Cuando se culminaban los partidos de octavos de final, un rumor llegó a las mesas de ese restaurante: Ronaldinho Gaucho iba a tener un encuentro con Diego Armando Maradona, en el programa televisivo que conducía el ‘10′ para Venezuela. La pauta decía que la entrevista era el 4 de julio del 2014. A partir de allí comenzó la misión: “en busca de un barrilete cósmico mundialista”.
El primer amor no se olvida
En Barra da Tijuca, balneario carioca para la clase media alta de Río de Janeiro, estaba el centro de televisión internacional para las cadenas de diferentes países. Hasta allí llegamos para buscar a Maradona, quien conducía un programa de análisis mundialista junto al locutor Víctor Hugo Morales. La producción estaba a cargo del canal venezolano Telesur. Sus emisiones culminaban a las diez de la noche, nosotros llegamos a las nueve de la noche, después de haber cubierto el partido entre Alemania y Francia por los cuartos de final en el estadio Maracaná.
El IBC de Río de Janeiro era el gigantesco estudio de televisión que había construido la FIFA para esa Copa del Mundo. Maradona estaba terminando una de las últimas transmisiones de “De Zurda” en Brasil 2014. El hombre de seguridad, vestido con un terno azul y que lleva colgadas en el cuello dos credenciales de la FIFA, nos dijo que habíamos elegido un buen día.
En cada rincón de estos pasillos se comenta que Diego ha perdido su credencial de periodista, que ha sido vetado por su honestidad brutal contra los problemas dirigenciales de la FIFA (que al año siguiente explotaron con el caso FIFA Gate). Podría ser su última noche en Río.
Un reportero brasileño que asistía al estudio todos días, y que ya había hablado con Maradona dos veces, nos inquieta con una cancelación de último momento: Ronaldinho no iba a estar en el programa. Con tanta adrenalina al estar cerca del ‘Pelusa’, no le dimos mucha importancia. Estábamos quizá ante la última oportunidad de dialogar unos minutos con el campeón del mundo de México 86. Era nuestra gran final en la Copa del Mundo del periodismo. Era el minuto 90 y la última jugada para marcar a presión al ‘Pelusa’. Era última de las noches para preguntarle al barrilete cósmico ¿de qué planeta viniste?
¿Cómo llamar la atención de un siempre apurado Diego Armando Maradona? ¿Cómo lograr que detenga el paso en medio de tantos periodistas en estado de urgencia? El Diego de la gente hace su aparición, siempre resguardado, y responde a algunos micrófonos mientras trata de hacer un trote. Ya estamos cerca de las semifinales de ese Mundial.
Diego busca a sus asistentes para alistar el escape y, antes de perderlo de vista, le entrego una de sus camisetas más queridas. El uniforme color cielo que lo hizo ascender hacia las nubes. Nadie puede ser indiferente cuando le recuerdan el primer amor. Maradona se ha detenido y me pide el lapicero de tinta indeleble. Diego me va a firmar la camiseta con su mano de D10S.
–Diego, te trajimos la del Nápoli para que la firmes.
Qué linda está la camiseta, hasta la veo algo retro ¿no crees? (le dice a uno de sus asistentes). Es muy parecida a la que usábamos en los ochenta (mientras la firma con un lapicero indeleble sonríe como un niño).
–¿Te vas a Dubai porque la FIFA te ha suspendido la credencial?
No, me voy a resolver temas personales y firmar unos contratos. Regreso para el cierre del Mundial, no me extrañen (se ríe). Debo seguir haciendo “De Zurda”, me encanta lo que estamos haciendo allí.
–¿Igual te ratificas en todas tus críticas a la FIFA en este Mundial?
A la FIFA la voy a criticar siempre, ya pronto el tiempo pondrá las cosas en su lugar. Yo creo que ya falta poco para que algunas cosas se sepan. Hacen lo que quieren todo el tiempo. Con el Mundial miren lo que está haciendo. Incompetencia total. Nombran a los peores árbitros y se ensucian los partidos. El español (Velasco Carballo) del Brasil-Colombia no vio nada. Los defensas de Brasil molieron a patadas a James, la misma lesión de Neymar. Lo peor que he visto en años.
–¿Hasta cuándo crees que la FIFA actuará así?
Hasta que los dejen, viste. Hace poco no dejaron que Mondragón entre con sus hijos al campo y después los holandeses sí pudieron hacerlo. Es mentira que todos somos medidos por igual. Pero ya van a caer.
–¿Crees que la lesión de Neymar afectará anímicamente a Brasil en la semifinal ante Alemania?
No solo anímicamente. Neymar es la figura total de este equipo y lo ha confirmado en cada partido. Es el muchacho distinto y sin él le costará muchísimo a Brasil competir contra Alemania. Yo conozco mucho a los alemanes, hay que saber enfrentarlos. Son animales competitivos. Lo de Neymar me hace acordar a lo que me pasó en Estados Unidos 94. Esa vez, mis compañeros acabaron muy golpeados después de lo que me hicieron. Esas cosas marcan y te sacan de los partidos.
Unos días después, Alemania goleó 7-1 a Brasil y Argentina superaba por penales a Holanda. Los últimos partidos, Maradona los vio en la tribuna. Su credencial fue vetada. La relación de Diego Armando con FIFA se rompió hasta que, doce meses después, explotara el caso FIFAgate, de corrupción de altos funcionarios. La camiseta celeste del Nápoli luce en un cuadro enorme en el centro de mi sala. Dentro de sus enormes desvaríos, lo que no se le puede negar a Diego Armando es que siempre detectó el lado oscuro de la FIFA. Se equivocó muchas veces (y pagó). Hoy, en su cumpleaños número 61, nadie puede refutarle su sentencia más inteligente sobre el fútbol: la pelota no se mancha.
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