Pegó un grito y pidió la pelota. Nunca había ejecutado penales oficiales, pero el Puma jamás fue cobarde y no se iba a chupar justo ahorita. No le importaba su fama de patadura ni su escasa experiencia en esos menesteres. Entonces Carranza, que se metió al fútbol inspirado por la poderosa figura de Germán Leguía, definió como si se lo hubiera dictado su propio maestro: miró para un lado y remató para el otro.
Tuvo todo lo que pidió: un lugar en el equipo, un público que lo aplaudió solo a él y un penal para marcar su primer gol en cinco años. Tuvo a todos los que necesitaba cerca: su familia, sus compañeros y a Chemo Del Solar, su amigo-hermano que lo miraba emocionado en la tribuna. Y al final tuvo, claro, la oportunidad de homenajear a su Leguía admirado, ese jugador al que nunca pudo parecerse realmente, pero al que intentó imitarle las medias caídas, el pelo largo y hasta la forma de patear.
Un crack salido de Norte
Se va Carranza, el ‘Carretilla’ de antes, el ‘Puma’ de ahora. Un jugador que empezó al lado de Oblitas y Gastulo y que hoy se despide junto a Varguitas y Piero Alva. Un volante anti-Alianza que antes secó a Escobar y ahora asusta a Waldir. Un jugador de corte extraño, tremendamente ganoso y esforzado, listo para jugar de cualquiera cosa, incluso de lateral derecho o -como ayer- de zaguero central. Un caudillo crema que apareció en el fútbol cuando solo existía la barra Oriente y que hoy es la debilidad de toda la Trinchera Norte.
Se va Carranza y su tribuna se viene abajo. Nunca un jugador se pareció tanto a una barra. Nunca un futbolista representó tanto a esos jóvenes esforzados y apasionados que se ponen vincha y gorrito los domingos. Se va Carranza. Lo aplaude Chemo desde el palco, lo felicita Kukín y hasta Cococho Reyna con su pena a cuestas. Dice que está cumplido, que se va porque está cansado y porque ya tiene 39. Repite que su maestro fue Leguía, que su sucesor es Vargas y que solo volverá a ponerse los cortos para su despedida internacional. No lo reconocerá, pero estaba llorando. Se va Carranza, sí, aunque los de Norte griten que es mentira.
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