De Pisco, Tacna, Pucallpa o Callao. En realidad no importa. Los sueños no tienen instalado GoogleMaps ni Waze. No conocen de ciudades ni de condición socioeconómica. Saben de sacrificio, de esfuerzo. De sudor y lágrimas. Y, por supuesto, de recompensa. Erinson Ramírez (23 años, Municipal), Paolo Reyna (19, Melgar), Renzo Garcés (24, César Vallejo) y David Dioses (25, Mannucci) pueden dar fe de ello. Los cuatro forman parte de la lista preliminar de 50 futbolistas que presentó la selección peruana para la Copa América 2021 (del 11 de junio al 10 de julio). Los cuatro comparten horas de viaje, sufrimiento y llanto. Los cuatro pensaron en dejar el fútbol en algún momento, pero no se rindieron. Hoy, los cuatro sueñan despiertos con la Blanquirroja.
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La llamada
-¿Aló?
-Erinson, ¿qué tal, cómo estás? Soy Renzo Galloso. El 3 de enero tienes que estar en Matute a las 4 de la tarde.
Era 27 de diciembre del 2015. Erinson Ramírez (15 de marzo de 1998, Pisco) estaba a punto de entrar a la ducha cuando suena su celular. Era Renzo Galloso, jefe del primer equipo de Alianza Lima. Con 17 años, y un par de temporadas en la reserva del equipo, al habilidoso extremo lo convocaron para la pretemporada que iba a realizar el elenco de Roberto Mosquera en Arequipa. “Mi primera reacción fue decirle: ¿qué haré yo el 3 de enero en Matute?”, nos cuenta el ahora futbolista de Deportivo Municipal. “‘Te han citado para Primera. Te han visto jugar’, me dijo. Estaba feliz, demasiado. Le conté a mis padres y pasamos el mejor Año Nuevo de mi vida”, agrega.
Erinson nació en Pisco y dio sus primeros pasos en el Atlas, un equipo que hasta hace poco tenía un convenio con los íntimos para darle a sus mejores jugadores. De ahí salió Wilmer Aguirre. Con el extremo también Aldair Fuentes. “En un amistoso que jugamos en Matute empatamos 2-2. Hice los dos goles y el profesor Marcelino habló conmigo, me dijo que me quede. Recuerdo ese partido fue el martes y el sábado jugué Copa Federación con Alianza. Tenía casi 14 años. Me venía solo a jugar porque entraba con el Atlas, ya que estudiaba en Pisco. A veces viajaba solo y otras con Aldair Fuentes, mi gran amigo”, recuerda.
En 2014, con 16 años, le dijeron que debía quedarse en Alianza. Lo necesitaban día, tarde y noche para formarlo como futbolista profesional. La decisión fue difícil. “Yo era muy apegado a mi madre. En la casa hogar de Alianza nos trataban muy bien, pero por las noches, cuando estaba solo, llamaba a mi mamá llorando, diciendo que la extraño, que quería volverme”, señala.
De extremo, en la goleada 4-1 ante Ayacucho FC, el pisqueño cumplió su sueño y debutó en Alianza, el club de sus amores, y de la mano de Roberto Mosquera. Era 10 de marzo del 2016 y los hinchas se ilusionaban con el nuevo potrillo. Esa misma temporada, el 30 de octubre, anotó su primer gol en la caída 2-1 ante San Martín. Jugó 19 partidos y dejó gratas impresiones.
En 2017 llegó Pablo Bengoechea a La Victoria y las cosas seguían bien. Jugó 18 encuentros, marcó un tanto y salió campeón. En 2018, en lo que debió ser su año de consolidación, todo cambió. No fue considerado (disputó apenas 8 encuentros) y en diciembre lo dejaron ir a César Vallejo. “Solo pensaba en divertirme, la verdad. Estaba por el mal camino. No me importaba nada. Hasta que llegó una mujer a mi vida que me cambió por completo junto a mis padres. Estoy agradecido con ella, con la que pronto será mi esposa”, reflexiona.
En Trujillo tampoco la pasó bien. Hasta que llegó su “salvador”. Franco Navarro se lo llevó a UTC en el 2019 y encontró el Erinson que todos buscaban, incluso el propio jugador. Su “viejo” -como él lo llama- ha sacado lo mejor del extremo. Lo ha convertido en un futbolista determinante en los último metros de cancha, una de sus virtudes. En Cajamarca, Erinson Ramírez jugó tuvo su mejor rendimiento (22 partidos y 7 goles). Este año, el ‘Pepón’ pasó a dirigir a Deportivo Municipal y se llevó consigo a su “hijo”, que ya le está pagando con creces la oportunidad: lleva un tanto en cuatro cotejos de Liga 1.
“La convocatoria se la debo a él. Le agradezco mucho la confianza que me ha dado. Hoy soy pienso en consolidarme, jugar en la selección y crecer día a día. Sé que lo puedo hacer”, promete Erinson. A Navarro, a su novia, a sus padres. El tiempo nos dará la respuesta.
A mil por hora
La vida de Paolo Reyna parece estar en una velocidad más rápida de la normal. Con apenas 19 años está jugando su tercera temporada en la Liga 1, se ha ganado el puesto de lateral izquierdo en Melgar, tiene cinco partidos encima en la Copa Sudamericana entre 2020 y 2021, y ahora ha sido convocado por Ricardo Gareca a la selección peruana en la lista preliminar.
Todo muy rápido, de prisa. Como el día que le propusieron llegar a Melgar. Paolo jugaba en el Bolognesi de Tacna, la ciudad que lo vio nacer. Con más de metro ochenta, el central sobresalía del resto. A mediados del 2017, tras un amistoso con Sport Boys, le pidieron que se una al cuadro ‘Dominó’. Lo necesitaban ese mismo día. No querían esperar más. Él aceptó, pero no del todo. Con 16 años era figura del ‘Bolo’ en la Copa Perú y su equipo estaba por afrontar la Etapa Nacional del torneo. No podía irse así.
“En 2018 recién pude ir a Arequipa -recuerda Reyna-. Mis padres no querían que me vaya, pero mi tío los convenció. Fue difícil. De hecho, desde mi último año en Bolognesi, en 2017, ya todo era duro. Me levantaba a las 5 de la mañana para entrenar, volvía a casa a hacer las tareas y en la tarde me iba a estudiar. No descansaba bien. Y en mis primeros meses en Melgar también fue complicado. Estar lejos de la familia es horrible y yo me quería volver”.
La distancia entre Tacna y Arequipa es de 350 kilómetros aproximadamente. Cinco horas de viaje. Pero eso no importaba. Paolo siempre que podía se iba a visitar a su familia. No tenía la mayoría de edad, pero ya llevaba el peso de una vida llena de sacrificios.
“Mi convocatoria lo vi por Facebook, sin querer. Estaba navegando y me encontré con la publicación. Al principio pensé que era de alguna categoría menor, luego leí bien y era de la mayor. No lo podía creer. Me emocioné bastante. Llamé a mi abuelito y a mi mamá. Tampoco lo podían creer, jaja”, cuenta.
Con 19 calendarios, Paolo Reyna sueña despierto. El fútbol le está recompensando de a pocos el sacrificio de alejarse de casa a temprana edad. Consolidarse en Melgar y debutar en la selección ya no son más un anhelo sino un objetivo claro. De a pocos lo está logrando.
“En mi Cristo yo todo lo puedo”
Tenía 13 años cuando emprendió su primer viaje. Veinte horas en bus de Pucallpa a Lima para jugar por la San Martín. Junto a su padre, Renzo llevaba algo más que le ha cambiado la vida: una biblia. Se lo regaló su madre. “Al principio no le daba importancia. Sí creía en Dios, pero solo de mente. En ese transcurso de estar solo, en la casa hogar de la San Martín, sentía la necesidad de leer la biblia, saber más de Dios, y terminé enamorándome. A los 17 acepté a Jesús en mi corazón. Desde entonces mi vida es completamente llena. Jesús no solo me ha salvado, también me ha permitido conocer a mi esposa, ahora tenemos una relación personal con él”, confiesa.
Alejado de la familia y ya sin su padre -se regresó a Pucallpa a las pocas semanas-, Renzo Garcés sufrió. Las noches eran un martirio para el central que no veía la hora para regresar a casa. “Cuando tenía vacaciones en Semana Santa, 28 de julio o Navidad, agarraba mis cosas y me iba a Pucallpa. Muchas veces allá me quería quedar, le decía a mi papá llorando que no quería volver a Lima. Pero ahora sé que Dios tenía todo planeado, siempre fue bueno, fiel; y actuó a través de mis padres que me dieron fuerzas para seguir”, recuerda.
Renzo Garcés debutó en 2014 con la San Martín. Tenía 18 años. Se quedó en Santa Anita hasta el 2016, hasta que Sporting Cristal decide comprarlo. En el Rímac jugó dos temporadas y debutó en la Copa Libertadores. Sin embargo, no logró consolidarse. Ahora en Vallejo, desde el 2019, está encontrando de a pocos su mejor rendimiento, ese que ha hecho que Ricardo Gareca lo tenga en consideración.
“Un primo me avisó felicitándome por la convocatoria. No le creí, pensé que bromeaba. Pero me mandó la foto y me alegró. Se lo conté a mi familia y todos se enorgullecieron. Yo sé que Dios tenía todo esto preparado para mi. Él está a mi lado en todo momento, en los buenos y los malos”, señala Renzo. Y antes de finalizar la entrevista telefónica no duda en despedirse con un: “Dios te bendiga”.
Lágrimas de desahogo
El agosto pasado se hizo viral un video en el que se ve a David Dioses llorando de emoción junto a su madre luego de ser convocado por Ricardo Gareca a la selección peruana. Esas lágrimas de felicidad que conmovieron a más de uno en redes sociales tienen un significado profundo, una historia detrás. Es el deshago de todo lo que tuvo que sufrir para cumplir sus sueños.
“Yo vivía en Carmen de la Legua, Callao, con mi madre y mi abuelita. Jugaba Copa Perú. Un día mi padrino me llevó a su amigo para que me prueben en la reserva de Unión Comercio. Pasé la prueba y me dijeron que debía viajar a Nueva Cajamarca. Fue horrible. Estaba lejos de mi casa, sin plata y solo. En la reserva no me daban ni un sol, me las ingeniaba para vivir con el dinero que me mandaban mis familiares y a veces ni comía. Nunca les dije nada para que no se preocuparan porque a mi nadie me quitaba las ganas, ni el hambre. Un tiempo quise dejar todo y regresar a jugar Copa Perú, ganar algo siquiera, pero mis padres me sostuvieron y me dieron fuerzas”, confiesa.
¿Cómo es cuando uno llora por la emoción de cumplir un sueño? Más o menos así como lo hace #DavidDioses abrazado de su madre al enterarse de su convocatoria a la @SeleccionPeru . Suerte David!!!
— JORGE SOLARI CASELLA (Desde el Barrio, desde 🏠) (@jsolari17) August 29, 2020
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David llegó a Nueva Cajamarca, San Martín, una ciudad completamente nueva para él, a vivir en la casa hogar de Unión Comercio. Pero no todo es como a uno le dicen. “Era una casa de tres pisos. El primero lo alquilaban. En el segundo estábamos como 15 personas en camarotes o colchones de paja; algunos dormían en el suelo porque no había dónde. Y el tercer piso estaba lleno todo de maderas, desordenado. Era muy duro todo”, agrega.
Después de tanto sufrimiento, en 2016, le llegó la oportunidad de debutar en Primera. “Jugué cinco minutos creo y en ese año solo acumulé 20 minutos. Las siguientes temporadas comencé a jugar más y a tener partidos. Igual, estando en Primera no me pagaban bien, me alcanzaba para vivir y no podía darle lo que quería a mi familia. Gracias a Dios todo está mejor ahora”, señala.
David dejó Unión Comercio y en 2020 pasó a Deportivo Municipal. Después de una buena temporada fue fichado por Carlos A. Mannucci, club donde juega ahora. El último miércoles 28 de abril decidió proponerle matrimonio a su novia. Horas salió la lista preliminar de convocados de Ricardo Gareca que lo incluía a él. “Fue el mejor día de mi vida. Celebré doble. Estoy feliz porque es la segunda vez que me convocan, eso quiere decir que el profesor me está siguiendo y eso es una motivación extra”, finaliza Dioses.
Así como David; Erinson, Paolo y Renzo pasaron por mil obstáculos para cumplir sus sueños. Ahora el fútbol -y la vida misma- los está recompensando. Porque los sacrificios nunca serán en vano.
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