Estacionar no es un derecho, por Angus Laurie
Estacionar no es un derecho, por Angus Laurie
Angus Laurie

Hace ocho años, en una reunión de trabajo, tuve la oportunidad de conocer al urbanista danés Jan Gehl, en Londres. En una conversación sobre cómo ganar espacio para el peatón, dijo una frase memorable: “Estacionar en la calle no es un derecho”. Ahora que vivo en Lima siento que la frase es clave para entender la situación de muchos distritos. Aquí los son percibidos como un derecho inviolable. Ocupan un protagonismo desmedido y sacrifican espacio que podría ser destinado a otros fines, como un sistema de veredas o ciclovías.

A diario leemos artículos sobre el déficit de estacionamientos en la ciudad. Se dice que existe mucho más demanda que oferta. Diversas propuestas son discutidas para encontrar soluciones al problema, y aumentar la oferta es el objetivo final, ya sea por un incremento en los parámetros urbanísticos o por la construcción de más playas de estacionamiento privadas.

El problema con estas soluciones es que, según estudios, hay una fuerte correlación entre la cantidad de estacionamientos privados y el uso del auto. Si aumentamos la oferta de estacionamientos, entramos en un círculo vicioso que resulta en un aumento del tráfico y termina otra vez en un déficit que requiere que siempre proyectemos más parqueos.

Antes de empezar a proponer soluciones cortoplacistas, me parece fundamental hacerse la siguiente pregunta: ¿por qué existe un déficit? Este surge no de una escasez natural, sino de una intervención por parte del Estado para establecer un precio más bajo de lo que establecería el mercado. Esto es lo que pasa en muchos distritos cuando el costo de estacionar en las calles es gratis o cuesta un sol la hora. Este precio es establecido por la municipalidad y es mucho más bajo de lo que el habitante promedio estaría dispuesto a pagar por un estacionamiento privado. A este precio, la demanda por estacionamientos sube y terminamos con un déficit.

Sumado a esto, muchas veces no es rentable o es muy arriesgado para los inversionistas privados construir playas de estacionamiento, ya que es difícil competir contra el precio de la calle.

En Lima hay varios problemas que vienen junto a nuestra mala gestión de la vía pública. Los estacionamientos en perpendicular o a 45 grados en grandes avenidas, por ejemplo, son un modelo suburbano que solamente funciona por la sobreoferta de personas guiando a los choferes que retroceden ciegamente hacia el flujo vehicular. Mientras un estacionamiento en paralelo ocupa solamente dos metros en cada lado de la vía, los de 45 o 90 grados usan cinco, en una ciudad donde las veredas son extremamente angostas.

Al cobrar un precio acorde con el del mercado para estacionar en la vía pública, nuestro déficit de estacionamientos podría eliminarse, sería más fácil encontrar un espacio y podría generar una reducción en los tiempos de viaje para los conductores. Esta solución también podría dar un mecanismo a las municipalidades para eliminar estacionamientos de la vía pública y ceder este espacio a los peatones y ciclistas que han sido sistemáticamente desplazados tras el crecimiento del parque automotor.

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