Miguel Gutiérrez: un escritor que miró de frente a la historia
Miguel Gutiérrez: un escritor que miró de frente a la historia

La pasión entre un hermano y una hermana de una familia de la alta sociedad piurana (“El mundo sin Xóchitl”, 2001). Un relato potente y tumultuoso que abarca a cinco generaciones de la familia Villar, también procedente de Piura (“La violencia del tiempo”, 1991). En esas dos novelas de –fallecido a los 75 años el 13 de julio, debido a un infarto cardíaco–, acaso sus dos obras más conocidas, se condensan buena parte de sus obsesiones: el amor incestuoso, la caída de una clase social, el mestizaje, las injusticias y explotaciones derivadas de posturas conservadoras, el individuo y su vínculo con la historia, o el devenir violento del destino.

Desde niño, Gutiérrez presenció en su natal Piura esos actos de abuso, machismo y racismo que se convertirían en más de un conflicto e insumo de su obra. Ahí, bajo el calor norteño, la lectura fue una indispensable ruta de escape. Más tarde, Balzac y Dostoievski lo marcarían para siempre.

La vocación literaria daría pie a proyectos titánicos. Sobre ello, Augusto Higa, escritor que perteneció al grupo Narración –que Gutiérrez fundó en 1966 junto a Oswaldo Reynoso y otras plumas notables–, comenta: “‘La violencia del tiempo’ es la novela más ambiciosa que se haya escrito en el Perú con sus cerca de 1.200 páginas. Abarca los siglos XIX y XX, la Piura de los 50, la Lima de los 60, la Comuna de París o acciones en Barcelona. Tiene ese aliento narrativo de las grandes novelas, pero sus múltiples espacios y tiempos hacen que sea una novela irregular. En ese sentido, ‘El mundo sin Xóchitl’ es un novela formal y estructuralmente más depurada".

Higa también recuerda su hambre por las letras: “Gutiérrez es el intelectual que más novelas ha leído que yo haya conocido. Quizás solo Vargas Llosa se le acerca o lo supera. Admiro la voracidad con la que leía. Y era un notable conocedor de las teorías literarias”. Tal era el amor de Gutiérrez por la literatura que un hijo suyo se llama Dimitri, nombre que homenajea a un personaje de la novela "Los hermanos Karamazov", de Dostoievski.

PALABRAS AFILADAS
Gutiérrez se fanatizó, además, con la literatura comprometida de Sartre y con su idea de no darle la espalda a la realidad. El escritor piurano fue un marxista confeso y un fiel creyente de la revolución, aunque procuraba no descuidar las formas literarias en sus ficciones. Marco Martos –escritor, amigo de Gutiérrez y su compañero de trabajo en la Universidad  Nacional Mayor de San Marcos– afirma: "Miguel siempre separaba la literatura de panfleto de la literatura comprometida. Él destacaba, sobre todo, por su vocación de narrador".

Martos recuerda a Gutiérrez como un amigo leal e incluso bromista. Pero como escritor e intelectual, él proyectaba una imagen adusta e incisiva: criticó sin eufemismos la novela "Abril rojo" de Santiago Roncagliolo por "banalizar" los años de la violencia interna, y en el ensayo "La generación del 50: un mundo dividido" (1988) dedicó durísimas palabras a Julio Ramón Ribeyro, quien aceptó una condecoración del primer gobierno de Alan García pocos meses después de la matanza de El Frontón, en la que falleció Carlos Eduardo Ayala, hijastro de Gutiérrez y militante de Sendero Luminoso.

Gutiérrez se mantuvo inflexible en sus creencias marxistas hasta su muerte, aunque declaraba que, en sus convicciones, la literatura era la que finalmente se imponía. El piurano solía repetir que jamás se cansaba de la literatura y que si no escribiera, sería un hombre sin ninguna importancia.

Los restos de Miguel Gutiérrez seguirán siendo velados hoy en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en el Centro de Lima, hasta cerca de la 1 p.m. Luego serán trasladados a los Jardines de la Paz, en Lurín, para ser cremados en una ceremonia pública.

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