El cantante falleció el pasado 22 de noviembre a sus 79 años.
El cantante falleció el pasado 22 de noviembre a sus 79 años.
/ El Mundo
Redacción EC

Pablo Milanés demostró que, para las letras castellanas, las distancias son únicamente meros kilómetros. Sus letras lograron trascender en diversos países de habla hispana mediante universalidades como el amor –demostrado en “Yolanda” o “El breve espacio en que no estás”–, creando poesías musicalizadas con versos propios y prestados que tocaron el corazón de los más sensibles; y por otro lado, a través de realidades compartidas por Latinoamérica, como las dictaduras militares ocurridas en diversas décadas del siglo pasado.

“Yo pisaré las calles nuevamente, de lo que fue Santiago ensangrentada; y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes”. Aquellas fueron las líricas que hicieron que el cantautor cubano pase 26 años sin pisar suelo chileno. Hasta que el general Pinochet no dejara su puesto como jefe del ejército. Y, de hecho, el músico y poeta cumplió su promesa. Este suceso se convirtió en solo un breve ejemplo del papel en el activismo musical que Pablo tomó por las astas durante casi toda su carrera.

Rebobinando hacia los inicios de su historia, el artista nació en la ciudad cubana de Bayamo, en el oriente de la isla. Alentado por su madre modista, estudió música en el Conservatorio Municipal de La Habana –aunque siempre recalcó que aprendió mucho más del rubro en las calles–. Poco después, su vida artística comienza en 1959, año en que ingresa en el “Cuarteto del Rey”, para después actuar como solista en diversos clubes nocturnos.

El cantante se había especializado en el tradicional “feeling” bolerista –al que le dedicó seis volúmenes–, combinándolo con melodías más contemporáneas, donde el sentimiento definía la interpretación y estaba influido por las corrientes estadounidenses de la canción romántica; esta fue la corriente musical con la que interpretó y tomó los versos de muchos poetas latinoamericanos –como José Martí, César Vallejo y Nicolás Guillén–.

Seguido de ello, Milanés fue durante muchísimos años, junto a Silvio Rodríguez, ícono de la Nueva Trova Cubana, el principal instrumento de propaganda del gobierno de Fidel Castro. A pesar de haber sido prisionero y sometido a trabajos forzados en el campo por el castrismo en su juventud, por desobediencia al régimen. “Yo sigo siendo revolucionario, los que dejaron de ser revolucionarios son ellos”, repetía Pablo Milanés sobre aquel gobierno.

Sin embargo, durante la década de los 90, es cuando el cantante cambió su postura favorable al Partido Comunista cubano y comenzó a criticar a Fidel Castro. Se separó de la Nueva Trova y comenzó a desarrollar su propio estilo de música, que incorporaba influencias del jazz y la música brasileña, siendo reconocido en todo el mundo y realizando giras internacionales. Es aquí donde se convierte en un defensor de los derechos humanos y de la democracia en Cuba, siendo una voz importante de la oposición política en el país. A pesar de la censura y la presión del gobierno, continuó escribiendo, y hoy es una figura emblemática de la lucha por la libertad de expresión.

Hoy, a ocho décadas de su nacimiento, y a pocos meses de su triste partida en Madrid. Su música y legado continúan siendo tan poderosos como siempre. Inspirando a varias generaciones de artistas que necesitaban un faro de esperanza para buscar un cambio social. Una fuerza vital en la música y cultura latinoamericana. Por siempre, Pablo Milanés.

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